12/7/14

La imaginación realista | Ciencia y crítica en el marxismo

Karl Marx ✆ Natalia Rizzo
Ariane Díaz   |   En números anteriores de la revista Ideas de Izquierda abordamos distintos aspectos de la dialéctica en el terreno epistemológico y en la tradición marxista. En este número, junto con la entrevista a José Antonio Castorina, quien ha analizado las lecturas que Piaget, García y Vigotsky han hecho de ella, continuamos la reflexión sobre algunos de estos problemas.

Dijimos […] que tanto el marxismo como la epistemología constructivista destacan el lugar de la actividad del sujeto en el proceso de conocimiento, aunque en la relación entre conocimiento y realidad, el marxismo encuentra su base en la noción de praxis, más amplia que la de “práctica” utilizada por Rolando García. Por otro lado, señalamos que las críticas de García a Engels como “realista ingenuo” 1 no respondían al problema de fondo que planteaba Marx en cuanto a la historicidad de las teorías
esbozadas para explicar la realidad. A su vez, mencionamos que García hace hincapié en la necesaria especificidad del problema epistemológico y que introduce la noción de marco epistémico para dar cuenta de las determinaciones sociales e históricas de las teorías, pero evitando considerar estas determinaciones como directas o unívocas.

Efectivamente, todos estos son problemas importantes para las definiciones epistemológicas del marxismo. ¿Cómo se evitan los peligros del empirismo, si se quiere ser realista?, ¿y cómo se sortean los del apriorismo, retomando la tradición dialéctica hegeliana? ¿Cómo dar cuenta de la historicidad de las teorizaciones, sin reducirla a sus determinaciones sociales inmediatas pero a la vez, siendo implacable con sus supuestos tomados de la ideología dominante? Intentaremos aquí esbozar algunos de estos problemas alrededor de las definiciones de ciencia y crítica que hace el marxismo.

La ciencia

Mencionamos que García considera a Marx como precursor de la epistemología constructivista, y aunque se ocupa de la tradición epistemológica anglosajona y aclara que la llamada “filosofía continental” requeriría seguir otros caminos 2, hipotetizamos que algunas de las categorías que destaca podrían considerarse una “traducción” de categorías de la tradición dialéctica alemana. Sin embargo, García insiste en distinguir su forma de entender la dialéctica de esta tradición, en particular la de Hegel, al que le atribuye ser el causante de mucho del desprestigio3 que ésta tuvo durante el siglo XX. La interpretación de qué estaba postulando Marx cuando dijo que era necesario “poner la dialéctica de Hegel sobre sus pies”, es uno de los debates clásicos respecto a la dialéctica marxista.

En el terreno epistemológico específico, García señala correctamente el problema del teleologismo hegeliano y la identificación del objeto de conocimiento con las categorías del sujeto que conoce, que Marx criticó. Pero efectivamente, la tradición alemana tiene otras postas en las que detenerse para pensar la relación entre marxismo y epistemología.

Manuel Sacristán 4, en un repaso en el que parece querer corregir en Marx lo que tiene de excesivamente hegeliano pero que a su vez se enfrenta con las facilistas extirpaciones de Hegel en el Marx “maduro”, reconoce que junto con la ciencia “normal” –entendida como la forma de trabajo establecida por la comunidad científica–, el peso de la “ciencia alemana”, de cuño dialéctico, es ineludible como fuente de su filosofía de la ciencia. También se ocupa de la crítica, aunque la destaca en los escritos juveniles de Marx y que, según su lectura, fuera dejada de lado en sus obras posteriores. Bensaïd, en Marx intempestivo, polemiza con esta lectura: si deja asentado que Marx no renunciaba a los avances de la ciencia “normal” de la época, formula que la voluntad de Marx de “hacer ciencia de otro modo” encuentra un pilar ineludible y productivo en la ciencia alemana –sometiendo a la vez a crítica tanto a la ciencia normal como a dicha tradición–.

Esta ciencia alemana, para Bensaïd, tiene el mérito de no renunciar al conocimiento de las esencias, a dilucidar el “movimiento real de la cosa” dentro de una totalidad de la que es parte, enfrentando a la consagración de la ciencia positivista como sumatoria de ciencias reunidas de manera contingente. No es un rechazo de la ciencia empírica, de la investigación de datos y fenómenos –en La ideología alemana, Marx y Engels se habían reído de los filósofos alemanes que creían que los hombres se ahogaban por dejarse llevar por la “idea de gravedad” 5–, sino la consideración de que el conocimiento no puede ser una recopilación más o menos ordenada de datos empíricos. Después de todo, dice Marx en El capital, “toda ciencia sería superflua si la forma de manifestación y la esencia de las cosas coincidiesen directamente” 6. La teoría no debería reducirse a un simple adhesivo que une los datos y eventualmente, algunas leyes científicas, desarrolladas cada una en su propio terreno. El eco que dicha tradición encuentra en Marx es, según Bensaïd, lo que trastorna la idea misma de ciencia 7 entendida “normalmente” desde parámetros positivistas. Pero en la apropiación de esta tradición se presentan los peligros idealistas (el teleologismo y el apriorismo), a los que Marx se ocupa de criticar.

Marx abordaba el problema metodológico en su especificidad en los Grundrisse, considerando que: “lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, unidad de lo diverso. Es el resultado y no el punto de partida, aunque también lo es”. Este camino implica que las determinaciones surgidas de la abstracción y el análisis, “conducen a la representación de lo concreto por el camino del pensamiento”; es decir, es una manera de apropiarse de lo concreto, “no es lo concreto mismo ni su formación” 8. A su vez, afirma que sería erróneo “intentar ordenar las categorías tal como fueron históricamente determinadas” 9. Es decir, que el pensamiento hace el camino inverso al desarrollo histórico cuando parte de las categorías más concretas determinadas por el desarrollo social, pero a partir de ello puede reconstruir ese desarrollo histórico, no leyendo “ordenadamente” los libros de historia de la Antigüedad hasta acá, aunque “si esto se logra y se llega a reflejar idealmente la vida de ese objeto es posible que al observador le parezca estar ante una construcción apriorística” 10. Por otro lado, también en los Grundrisse criticará Marx la economía política clásica que en Ricardo había encontrado su máximo exponente, reconociéndole haber llegado hasta la definición del “valor trabajo” pero volatilizándolo en una nueva abstracción donde, por no poder superar el horizonte del mundo capitalista en que lo “descubrió”, podrían incorporarse toda clase de “hechos” acríticamente. Es decir, por terminar convirtiendo una categoría construida en un principio que fuerza los hechos a la vez que los acepta como dados 11.

¿Cómo explicar entonces un determinado fenómeno evitando a la vez confundir el “concreto pensado” con el “concreto real”? ¿Cómo dar cuenta de legalidades que no se impongan a los hechos? Redefiniendo la noción de ley de la ciencia “normal”. En el análisis de la totalidad concreta, Marx no pretende decretar leyes universales. Las legalidades que Marx describe en El capital son las propias de una totalidad, el capitalismo, dentro de la cual tienen sentido. Lo que tenemos entonces es, al parecer, el oxímoron de las “leyes tendenciales”. Lo que describen éstas son las formas de comportamiento de esas relaciones en una totalidad según su contenido concreto. Como no es una totalidad vacía que se imponga a los hechos sino una totalidad abierta sujeta a cambios, no le impone su lógica a los hechos sino que analiza cómo pueden desarrollarse y eventualmente modificarse.

El marxismo tiene capacidades predictivas, y en ese sentido es “científico” (contra quienes desestimaron a El Capital como “demasiado filosófico”), pero no en el sentido del positivista, porque considera que los “hechos” mismos de los que intenta dar cuenta no están dados de una vez y para siempre. También aquí Marx aprovecha de la tradición alemana la noción de totalidad a la vez que se distingue de ella. Así lo resume Kosik:
La idea de totalidad, que comprende la realidad en sus leyes internas y descubre, bajo la superficialidad y casualidad de los fenómenos, las conexiones internas y necesarias, se opone al empirismo que considera las manifestaciones fenoménicas y casuales, y no llega a la  comprensión de los procesos de desarrollo de lo real. (…) Marx tomó este concepto dialéctico, lo depuró de mistificaciones idealistas y lo convirtió, en su nueva forma, en uno de los conceptos centrales de la dialéctica materialista 12. 
La crítica

García plantea la noción de marco epistémico como “sistemas de pensamiento que permean las concepciones de una cultura y condicionan sus teorizaciones”13. En la entrevista ya citada dice:

El conocimiento no surge de ideas abstractas, de intuiciones, no surge de los datos sensoriales: el conocimiento se construye. Pero, ¿se construye a partir de qué? De lo que la sociedad ha construido. (…) Pero eso cambia con el tipo de sociedad, con el tipo de cultura y con la época.

Aclara, sin embargo, que no se trata de la influencia social sobre un elemento particular del desarrollo científico, sino la conceptualización de base que está en la cultura de la época y que no se cuestiona. Por ejemplo, aquel marco organicista que permitió a las sociedades orientales desarrollar las leyes del magnetismo antes que las de la mecánica. Sin embargo, existen distintas naturalizaciones que funcionan a la manera de lo que Marx define como ideología en tanto falsa conciencia, por ejemplo, el extendido economicismo que considera las leyes de mercado como inherentes a la sociedad. Es una categoría interesante entonces para problematizar la relación entre ciencia e ideología.

Es en relación con este problema que Bensaïd rescataría, contra Sacristán, la noción de crítica como otra base central de la epistemología marxista. La crítica, propia de la tradición alemana, que consideraba no solo los fenómenos analizados sino las conceptualizaciones que de ellos se habían hecho, podía ser un buen contrapeso a estas naturalizaciones a condición de que, como resaltaban insistentemente Marx y Engels contra sus contemporáneos “críticos”, no se la tratara solo como una historia de las ideas sino que se buscara con ella las condiciones materiales por las cuales esas teorías se habían desarrollado.

Los “descubrimientos” teóricos, tanto los de Ricardo como los del propio Marx, son también hechos históricos. Lo que tenemos no es una idea desarrollándose a sí misma, como en Hegel, sino el producto de un trabajo que transforma representaciones abstractas en concretas. El que teoriza no está por fuera del objeto teorizado, y la posibilidad de “descubrir” categorías como la de valor está determinada por su existencia en la realidad en un grado avanzado tal que permite ver mayores relaciones multilaterales.

Por eso también es necesaria la crítica de las teorías previas: en aquellos que son buenos representantes de sus disciplinas, como Ricardo, existen elementos que dan cuenta de problemas que existen en la realidad, aunque su teorización sea mistificada.

Es más, en un mundo dominado por el fetichismo de la mercancía, cuyo velo no se rompe a fuerza de teoría como si se tratara de una mentira ampliamente extendida, sino en la práctica, la crítica es lo que permitiría a Marx no quedarse en los límites de la ciencia positiva y “mantenerse alerta” para no naturalizar sus resultados, a la vez que para ubicarse históricamente como teoría ella misma. En ese sentido dice Bensaïd:

[la crítica] no puede hacer nada mejor que desengañar y resistir, plantear las condiciones para el desilusionamiento y el desengañamiento reales. Lo demás se juega en la lucha. Donde las armas de la crítica ya no pueden prescindir de la crítica de las armas. Donde la teoría se vuelve práctica. Y el pensamiento, estrategia14.

Un método realista y dialéctico

Ya mencionamos que García reivindica la praxis marxista, que daría cuenta de un conocimiento básico de los sujetos que actúan en una sociedad, pero la distingue de la “práctica” que permite la construcción de herramientas de conocimiento. Una distinción que, como muestra en su misma argumentación, no parece ser tan sencilla de hacer. De hecho, el ejemplo que presenta sobre los desarrollos de Carnot en termodinámica15, encuentra su explicación en un problema socioeconómico –construir máquinas que utilicen menos carbón– que alentó los intentos de superación de las limitaciones de los desarrollos teóricos previos. Es que la noción de praxis de Marx no describe sólo la acción utilitaria de los hombres en sociedad, sino también la práctica teórica que dicha acción social implica y en la que se demostrará la “verdad” de la teoría. La dialéctica y la crítica permiten entrever la relación entre teorías sobre la realidad y condicionamiento sociales, que no discurren por caminos separados16, aunque tampoco se confunden en la postulación de múltiples discursos igualmente indemostrables –algo que García, como planteamos en la nota anterior, consideraba necesario combatir–. Así resume Kosik al método marxista:

Si la realidad es entendida como concreción, como un todo que posee su propia estructura (y, por tanto, no es algo caótico), que se desarrolla (y, por ende, no es algo inmutable y dado de una vez para siempre), que se va creando (y, en consecuencia, no es un todo perfectamente acabado y variable sólo en sus partes singulares o en su disposición), de tal concepción de la realidad se desprenden ciertas conclusiones metodológicas que se convierten en directriz heurística y principio epistemológico en el estudio, descripción, comprensión, ilustración y valoración de ciertos sectores tematizados de la realidad17.

El marxismo acepta la posibilidad de autocrítica radical: reconoce que el trabajo de conocimiento es una forma de apropiarse de la realidad pero que no es la realidad misma, que las formas de conocimiento son históricas y que toda teorización es ella misma parte de los elementos a analizar. Pero no por ello acepta el relativismo ni niega la posibilidad de un conocimiento científico –aunque asintótico– de la realidad, y por tanto una posible práctica basada en él. Se nutre de la posibilidad que Trotsky reconociera en Lenin, la de:
… imaginarse a los hombres, a las cosas y a los hechos tal como son en realidad, sin haberlos visto nunca. Saber utilizar todas las experiencias de vida y las bases teóricas, unir los pequeños rasgos distintivos, tomados al vuelo, completándolos según las leyes todavía no formuladas de coincidencia y probabilidad, y de este modo hacer brotar, con todo su relieve concreto, un determinado sector de la vida humana 18.
Notas

1. En El conocimiento en construcción, García define al realismo ingenuo como aquel que considera que “las cosas del mundo físico son como las percibimos a través de nuestros sentidos” (Barcelona, Gedisa, 2000, p. 208), en discusión contra el empirismo. A Engels se lo atribuye más bien como deuda con el idealismo: su ingenuidad devendría de sostener un método dialéctico derivado de una dialéctica en la naturaleza, proyectando procedimientos subjetivos a la realidad. Pero Engels en Dialéctica de la naturaleza critica explícitamente el apriorismo cuando, sosteniendo sí una cosmovisión materialista en polémica con el empirismo y el romanticismo a la vez, relaciona el desarrollo de un método con los descubrimientos que arrojaban las ciencias. Como en la crítica de Marx a Ricardo, empirismo e idealismo pueden conjugadamente arruinar una teoría, pero García no explica cuáles serían las diferencias entre Marx y Engels en este punto ni por qué Engels sería tan consciente de su “ingenuidad”.
2. Ibídem, p. 203.
3. Ver por ejemplo la entrevista en Herramienta 19, 2002.
4. Sacristán, “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983.
5. Bs. As., Pueblos Unidos, 1985, p.12.
6. Tomo III, capítulo 48, México, Siglo XXI, 1981, p. 1041.
7. Bs. As., Herramienta, 2003, p. 331. Y podemos decir, trastocará también la noción “normal” de filosofía, como se plasma en las Tesis sobre Feuerbach.
8. México, Siglo XXI, 1997, p. 21/2.
9. Ibídem, p. 28. Lo mismo plantea en el epílogo a la segunda edición alemana de El capital cuando diferencia el método de investigación del de exposición.
10. Marx, El capital, ob. cit., p.19.
11. Algo parecido dirá Engels en Dialéctica de la naturaleza contra Hegel: “en las ciencias naturales teóricas no vale construir concatenaciones para imponérselas a los hechos, sino que hay que descubrirlas en éstos y, una vez descubiertas, y siempre y cuando que ello sea posible, demostrarlas sobre la experiencia” (p.27 de la versión digital en www.editorialagora.com.ar).
12. Dialéctica de lo concreto, México, Grijalbo, 1967, p.53.
13. García, El conocimiento…, ob. cit., p. 157.
14. Bensaïd, ob. cit., p. 342.
15. Entrevista en Herramienta, ob. cit.
16. De hecho pueden ser relativamente productivos en su diferencia, como es el caso de la propia “ciencia alemana” que según se describe en La ideología alemana, avanzó en el terreno filosófico justamente por las “ventajas del atraso” de la estructura socio-económica alemana.
17. Ob. cit., p.56.
18. Mi vida, Bs. As., CEIP-IPS, 2012, p. 358. En cuanto a la teoría del conocimiento, Lenin también aprovechó a Hegel para desarrollar sus planteos. Sin duda la teoría del reflejo defendida en Materialismo y impiriocriticismo no es la que sostenía Marx, algo que Lenin matizará en su posterior lectura de Hegel que García reivindica como un avance del constructivismo. Ver A. Díaz, “Lenin y la teoría marxista del conocimiento” (www.ips.org.ar).



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