Karl Marx ✆ Werner Ruhner |
El objetivo de este artículo es criticar la representación tradicional del trabajo periodístico de Karl Marx, habitualmente olvidado por un canon engañoso que sólo asume sus artículos al precio de convertirlos en una obra menor. Uno de los problemas de esta concepción tradicional es que disocia sus contribuciones teóricas y económicas del desarrollo histórico del pensamiento del autor (y también de sus raíces materiales). Intentaremos señalar la importancia del periodismo maduro de Karl Marx en dos áreas: en la construcción de los conceptos centrales de su crítica contra el capitalismo (plusvalor, un enfoque histórico multilineal, una descripción global del mercado mundial, etc.) y en la producción de cartografías políticas para intervenir en el conflicto de clases. Este artículo plantea varias hipótesis y afirmaciones tentativas sobre el periodismo de Karl Marx que pueden servir como punto de partida para una investigación crítica.
1. Karl Marx y el periodismo: más allá del olvido
Aunque ambas tareas exceden con
mucho el contenido de un artículo como éste, cuyo carácter es del todo
preliminar respecto a la problemática señalada, en las próximas líneas vamos a
tratar de poner de relieve la importancia capital de la producción periodística
de Marx en la forja de su “crítica de la economía política”. Para
ello esbozaremos tres frentes diferenciados de trabajo: 1) para comenzar,
realizaremos un breve análisis del olvido de los escritos
periodísticos de Marx, tratando de exponer las razones que han propiciado
el desplazamiento de sus artículos a un lugar secundario dentro de su obra; 2)
elaboraremos una propuesta provisional de periodización de la
producción periodística del autor, un itinerario de lectura
histórico y temáticamente fundado, es decir, atento al pulso de las diversas
transformaciones sufridas por el pensamiento de Marx; 3) A partir de lo
anterior, y más allá del valor historiográfico de los
artículos, mostraremos la relevancia del periodismo de Marx como forma de
intervención política en el presente. En este sentido, destacaremos la
importancia estratégica de la producción de discursos críticos
y
coyunturales
–cabría
decir dialécticos1– sobre la realidad
contradictoria de nuestras sociedades. Una vía de trabajo más que necesaria en
pos de participar en un mundo cada vez más complejo y dinámico, un mundo
globalizado y en crisis.
Adentrarse en los artículos
periodísticos de Marx supone, antes de nada, descifrar las condiciones de su
olvido. Como comentábamos más arriba, la tradición marxista ha interpretado las
crónicas de Marx de manera unilateral, construyendo una “representación” o
“imagen” de las mismas harto esquemática y simplificadora. Una representación
que contiene, además, un matiz peyorativo: el menosprecio de cierta cultura
filosófica y científica hacia una ocupación intelectual “menor” como el
periodismo. Este prejuicio, un prejuicio que ha perdurado a lo largo de
diversas lecturas e interpretaciones de su pensamiento, tiene su origen en una
interpretación excesivamente literal del testimonio de Marx, cuya relación con
el periodismo fue siempre tensa y difícil. Quizá sea pertinente recordar que la
mayoría de los periódicos en los que colaboró el filósofo acabaron súbitamente
cerrados: asediados por la censura o sin fuentes de financiación. Tales fueron
los casos de la Rheinische Zeitung (1842-42),
los
Deutsche-französische
Jahrbucher (1843-44), Vorwärts!
(1844), la Neue Rheinische Zeitung (1848-49)
o la Neue Rheinische Zeitung. Politische-Öknomische Revue
(1850).
Cabe también señalar que la relación más duradera e importante que Marx mantuvo
con un diario, el Norteamericano New York Tribune
(1852-1862),
se vio sacudida constantemente por diferencias y conflictos con sus editores.
La “representación unilateral”
de la obra periodística de Marx -aquella que trata sus artículos como algo
secundario2- toma como referencia varias cartas y declaraciones del filósofo en
las que éste critica duramente el ejercicio del periodismo, ya sea aludiendo a
dificultades con la censura o expresándose sobre los pormenores del trabajo de
corresponsal (problemas económicos, desacuerdos editoriales, descuido de sus
trabajos científicos por atender al periodismo etc.). Muchas son conocidas, y
atraviesan varias etapas de su trabajo como corresponsal: las cartas de Marx a
Ruge tras la notificación de censura y cierre de la Rheinische
Zeitung, el enfado de Marx —acusado de publicar prensa sediciosa—
ante la supresión de la Neue Rheinische Zeitung y su
posterior expulsión de Colonia, pero también las constantes discusiones
epistolares entre Karl Marx y Friedrich Engels sobre la editorial del New
York Tribune (Charles Dana y Horace Greely). Es especialmente en este
último período, que marca la etapa más importante en la producción periodística
del filósofo, cuando las críticas hacia el periodismo como actividad afloran
con más violencia en sus cartas. Sin embargo, el Tribune
era
el periódico con más tirada de la época, y gracias a él Marx comenzó a ser
conocido en la nación capitalista que pronto arrebataría la hegemonía mundial a
Inglaterra, Estados Unidos. Por tanto, y a la luz del prestigio adquirido en el
rotativo, sus críticas al periodismo podrían resultar paradójicas. Pero en
absoluto lo son cuando situamos históricamente el trabajo del filósofo: la
década de 1850 fue probablemente la más dura para Marx en términos biográficos
y vitales, su única fuente de ingresos era el periodismo, al cual debía dedicar
la mayor parte de su tiempo para sobrevivir. No obstante, como puede verse a lo
largo de su epistolario de este período, el periodismo no era suficiente, y la
familia Marx debía pedir regularmente ayuda económica a Engels para no caer en
la miseria. Como es lógico, su labor como corresponsal no dejaba de retrasar
los “estudios científicos” proyectados por el filósofo, haciéndole posponer
continuamente la escritura de una obra que llevaba por título “Economía”.
El epistolario de Marx durante
su corresponsalía para el Tribune está
lleno de desacuerdos, críticas e incluso arrebatos de desprecio hacia sus
editores. Las razones, más allá de las presiones materiales a las que el autor
se veía sometido, tenían que ver con la recepción y el uso de sus artículos por
parte del diario. Lo más grave para Marx era que el Tribune
solía
imprimir sus crónicas como editoriales3 sin
consultarle, ignorando muchos otros textos que jamás aparecían publicados y de
los que finalmente no tenía noticia alguna. El filósofo se veía sometido a unos
criterios de edición que —a su parecer— rayaban en lo superficial y lo
arbitrario. La tensa relación con el diario neoyorquino le haría realizar declaraciones
como esta: “El continuo estercolero periodístico me aburre. Me ocupa mucho
tiempo, dispersa mis esfuerzos y, finalmente, no es nada. Por independiente que
uno quiera ser, todavía depende del periódico y del público, especialmente si,
como hago yo, se recibe pago en dinero. Las obras puramente científicas (Rein
wissenschaftliche Arbeiten) son algo completamente diferente…” 4.
Además, el interés del Tribune por la
“alta política” internacional, más digerible por el gran público y menos
importante para el corresponsal, contribuía a que su relación con el diario
fuese siempre conflictiva5. La crisis económica mundial de 1857 —momento en que
el filósofo comenzó sus Grundrisse— incrementará
el malestar entre Marx y la junta editorial, un hecho que unido a las pérdidas
del diario terminaría poniendo fin a su carrera cinco años después. Durante el
año de la crisis, y ya inmerso en sus esbozos,
escribirá así a Lassalle: “Me he esforzado por trabajar durante el día para
ganarme la vida. Sólo me queda la noche para los trabajos auténticos
(wirkliche)...”6. Del
epistolario de Marx de este período, abordado aquí de un modo esquemático,
podría sacarse apresuradamente una conclusión: que para el filósofo el
periodismo constituía “solamente” un trabajo para “ganarse la vida”, un trabajo
subalterno e inferior a su obra teórica. Razonamiento que parece reforzarse
debido a la distinción trazada por el autor entre sus “trabajos auténticos”
(científicos) y ese “estercolero periodístico” que “no era nada”.
Una lectura demasiado inmediata
de las cartas de Marx nos condena a reproducir la citada opinión, sobre todo si
tendemos a privilegiar la “problemática cien tífica” de su pensamiento frente a
otras facetas de su actividad intelectual. Este ha sido el caso de la recepción
de su obra por las corrientes del llamad o Marxismo Occidental
a
lo largo del siglo XX. Louis Althusser, Galvano Della Volpe y Lucio Colletti
hicieron cristalizar una lectura académica de Marx que se centró,
esencialmente, en una interpretación de los “escritos científicos” y de
“madurez” del filósofo desde una óptica epistemológica (Althusser en una línea
estructuralista, Della Volpe y Colletti desde los presupuestos de la Ciencia
Moderna). Fue el momento de ir en búsqueda de las coordenadas teóricas del
pensamiento de Karl Marx, de explicitar los presupuestos científicos de su
“ciencia” para combatir las ideologías dominantes en el campo de las ciencias
humanas. También fue la ocasión para proponer un programa de investigación
social que finalmente quedó reducido a mera hermenéutica. El Marxismo
Occidental, tal y como señalara Perry Anderson7, compensaba en el
ámbito cultural la debilidad política de los intelectuales comunistas
occidentales, separados de los órganos de decisión de los partidos casi desde
los inicios de la III Internacional. Un hecho que sumado al perfil filosófico y
universitario “puro” de estos pensadores, los situaba cada vez más lejos de los
movimientos sociales y populares, es decir, de la realidad antagónica de la
sociedad. Aunque no es este el espacio para valorar de forma exhaustiva las
diferentes apuestas y límites de estas corrientes, debemos señalar uno de los
efectos más importantes de su producción filosófica y epistemológica: al
instituir un marco de trabajo enfocado hacia los “textos de madurez” de Marx,
aquellos en los que podía rastrearse la metodología más desarrollada del
marxismo, estas tradiciones dejaron a un lado todos los escritos que no tenían
cabida en ese canon. Esto no sólo incluyó los escritos
periodísticos de Marx, que fueron menospreciados, sino también, por ejemplo,
los Grundrisse, cuyo
lenguaje hegeliano no encajaba bien en la imagen del “Marx maduro” ofrecida por
Althusser y Della Volpe. De este modo, la tradición del Marxismo
Occidental sirvió de “barrera” para una aproximación sistemática a los
artículos del filósofo de Tréveris, una barrera o bloqueo que se ha prolongado
hasta nuestros días.
Ahora bien, tomando cierta
distancia reflexiva y situándonos históricamente dentro de la obra de Marx, el
panorama que aparece ante nosotros es muy diferente del dibujado por estas
lecturas. Para empezar, el hecho de que Marx criticase su actividad
periodística justo en el momento de su mayor producción, llegando a separar
incluso su trabajo científico del periodístico, no debe hacernos caer en la
trampa de minusvalorar su labor como cronista. Desde una perspectiva
biográfica, su epistolario traduce las tensiones materiales de la década de
1850, la precariedad económica y la lucha de la familia de Marx para salir de
la miseria. Si estos elementos no son tomados en cuenta, no puede entenderse su
aparente “desprecio” por el periodismo. Sucede lo mismo si no se alude a las
disensiones con los editores del Tribune o, de
un modo más general, a sus conflictos con la censura política en su trayectoria
periodística. Pero más allá de esto, hay dos cuestiones que otorgan al
periodismo un papel de primera importancia en la formación del pensamiento de
Marx. A pesar de que en la década de los 50 hablase del periodismo como una
ocupación puramente “laboral”, si ponemos en perspectiva su trayectoria intelectual
la realidad es otra: su interés periodístico data de 1842, y su trabajo como
redactor le acompañaría de forma casi ininterrumpida hasta 1862, época en la
que ya había esbozado las líneas generales de su crítica
de la economía política8. La actividad periodística es, por
tanto, una dinámica fuertemente enraizada en la matriz de su pensamiento
teórico-político. De hecho, su participación en la fundación de diversas
revistas en la década de los 40 es muy significativa (desde los Deutsche-französische
Jahrbucher hasta la Neue Rheinische Zeitung.
Politische-Ökonomische Revue).Y es que Marx pensaba que el periodismo
era una herramienta esencial de análisis y difusión para su tarea crítica y
política. Yendo algo más lejos, y relacionando ahora la producción teórica y
periodística del pensador, podemos afirmar que difícilmente puede comprenderse
el alcance de la crítica de la
economía política madura del filósofo sin los artículos del Tribune, ya
que fue gracias a ellos, gracias a sus análisis y a las investigaciones
acometidas para escri escribirlos, que Marx pudo desarrollar una comprensión
madura del mercado mundial, la
clase obrera, las crisis, la ciencia económica, la historia y la tecnología. Una serie
de conocimientos sin los que no habría podido escribir un texto como los Grundrisse entre
1857 y 1858. Frente a las lecturas demasiado inmediatas o esencialmente epistémicas
de Marx, ha de señalarse que el periodismo es un aspecto
central del pensamiento del filósofo, una actividad regular que le
acompaña desde los inicios de su aventura intelectual. Una práctica que no sólo
le permitía intervenir políticamente, sino que —como no podía ser de otro modo—
tendría efectos y resonancias teóricas fundamentales en la forja de su
pensamiento maduro.
2.
Periodización: etapas y transiciones
Siguiendo criterios históricos,
teóricos y políticos podemos construir una periodización cronológica y temática
de la actividad periodística de Marx. Se trata de poner de relieve las
coordenadas teóricas y la ideología política que rigen en cada fase de su
producción periodística, señalando, al mismo tiempo, el papel de dicha etapa en
la formación de su pensamiento como un todo. En un texto como este, del todo
introductorio, no podremos ser exhaustivos, de modo que procuraremos ofrecer
una periodización esquemática pero bien fundada, una presentación útil para
adentrarse en el periodismo del filósofo de Tréveris. Será esencial marcar en
cada fase las diferentes transiciones evolutivas del pensamiento de Marx, de
modo que puede verse la relación dialéctica existente entre periodismo, teoría
y política:
-
Primera etapa (1842-43): Marx comienza en 1842 su
trabajo como corresponsal en la Rheinische Zeitung,
escribiendo desde un marco ideológico liberal, ilustrado y progresista. La
gaceta estaba fundada con el capital de varios industriales de Renania, y entre
sus objetivos figuraban la lucha por el libre comercio, la ampliación de los
derechos civiles y la reforma de las estructuras feudales del Estado Prusiano
(especialmente en lo que éstas afectaban a Renania, que durante la ocupación
francesa había gozado de un código civil liberal). Los temas fundamentales de
este período son la lucha contra la censura, la desigualdad social y un
acercamiento a posiciones socialistas gracias al análisis de diversos problemas
socio-políticos (la miseria campesina, la ley del divorcio, la feudalización de
Renania por parte del gobierno de Prusia). Estos escritos de Marx traducen,
sobre todo, la evolución de una Alemania predominantemente rural hacia una
economía capitalista e industrial, cuyo precio comenzaban a pagar las clases
trabajadoras y campesinas. Estas clases se vieron desposeídas de su acceso a
bienes tradicionalmente comunes (como, por ejemplo, la madera), condenadas a
una miseria artificial provocada por la incipiente economía de mercado. La
serie de artículos contra la censura, el robo de leña y
aquellos que criticaban la situación de los campesinos viticultores
del Mosela9, hicieron enfurecer al gobierno de Prusia, que “suprimiría”
el periódico con tan sólo un año de vida. El joven filósofo pensaba que la
crítica libre y abierta podía servir para cambiar las estructuras del Estado
prusiano, unas estructuras que consideraba —como buen ilustrado— racionales y
capaces de dotar de igualdad y libertad al pueblo soberano. Pero la respuesta
del Estado sería bien distinta: represión, censura, supresión de publicaciones
críticas y un conservadurismo temeroso de cualquier reforma democrática. El
Estado, lejos de responder a la soberanía popular, parecía estar al servicio de
los intereses de ciertos sectores dominantes, revelándose irracional y
contrario a su función ilustrada. El liberalismo progresista de Marx entraba
así en crisis, abriendo las puertas al socialismo.
-
Segunda etapa (1843-1844): tras el cierre de la Rheinische
ZeitungMarx se embarcará en otro proyecto periodístico junto a
Arnold Ruge, antiguo colaborador del diario renano: los Deutsche-französische
Jahrbücher. La línea ideológica de la revista estuvo influenciada
tanto por la realidad del proletariado francés —realidad que Marx conocería al
emigrar a París— como por el pensamiento de Ludwig Feuerbach. Este nuevo
horizonte político-intelectual lo alejará del liberalismo y de la cultura
intelectual dominante en Alemania, que seguía planteándose los problemas
sociales en los términos metafísicos de G.W. F. Hegel. En los Jahrbücher
el
pensador cambiará el estilo periodístico de su anterior rotativo, enfocado
hacia la la noticia de actualidad, para adentrarse en el terreno del ensayo
filosófico-político. Como señalábamos, la evolución teórica de Marx hacia el
socialismo debe mucho a la antropología filosófica y humanista de Feuerbach, de
la que hereda sus conceptos fundamentales. No obstante, el joven pensador no se
limitará a asumir pasivamente la teoría feuerbachiana de la alienación, sino
que se apropiará de ella de manera original, imprimiéndole un filo político que
ésta no poseía. El Estado prusiano aparecerá ahora ante el filósofo como una estructura política que
impedía que la esencia humana -universal, colectiva y comunitaria-
pudiera
expresarse en libertad. La esencia del hombre se
encontraba
enajenada
en
la sociedad prusiana, pues las relaciones existentes entre
el
Estado y la sociedad civil provocaban la escisión de cada individuo en dos
facetas
irreconciliables: el individuo como trabajador y el individuo como ciudadano.
Lo
que latía en el fondo de los análisis de Marx en escritos como La
cuestión judía o la Introducción a la Crítica de la
filosofía del derecho de Hegel— ambos
publicados en los Jahrbücher— era el conflicto cada vez más
agudo entre el mundo del trabajo, el mercado
y un poder estatal anti-democrático. Pero
resolver la contradicción entre la sociedad civil y el Estado pasaba por que la
esencia del hombre se expresase sin trabas; los hombres necesitaban unas
instituciones políticas a la altura de su “ser comunitario”,
capaces de poner fin a la enajenación
colectiva a la que se veían sometidos.
Marx descubrirá que la “esencia
de la humanidad” se hallaba en la clase que soportaba
el
peso del mundo moderno, su miseria y violencia: la clase
trabajadora. Era
ella, como sujeto de la desigualdad universal, la que debía destruir sus
cadenas para liberar, al mismo tiempo, a toda
la humanidad de las contradicciones del
capitalismo. Marx asume así una mirada socialista —casi comunista— de la
realidad
política y económica, aunque ésta se encuentre todavía expresada en términos
filosóficos.
Su salto definitivo hacia el comunismo lo dará en 1844, cuando
escriba
para Vorwärts! y esboce sus conocidos Manuscritos
de París, dando forma a su
primer y juvenil “crítica de la economía política”. El cierre de los Deutsche-
französische Jahrbücher y la supresión de
Vörwarts! en 1844 —ambos clausurados por la presión de Prusia—
llevaría a Marx a un silencio periodístico de 4
años,
un tiempo que dedicará al estudio y al activismo político.
- Tercera
etapa (1848-1850): Karl Marx volverá al
periodismo a raíz de las revoluciones europeas de 1848, y lo
hará desde posiciones netamente comunistas. En
aquellas fechas el filósofo había elaborado ya las hipótesis
y conceptos fundamentales del materialismo histórico.
Escritos como La Ideología Alemana (co-escrito
con F. Engels entre 1845-46), la Miseria de la Filosofía (1847)
y El
Manifiesto del Partido Comunista (1848) forman parte de una
transición teórica que llevará a Marx a un terreno que
sólo había comenzado a explorar en el 44:
la investigación histórica y económica. El contenido de dichos escritos
influirá
decisivamente en su nuevo periodismo, que abandonará el terreno conceptual
y
la forma del ensayo para adentrarse en el ámbito de lo concreto a través
de
la noticia. Este movimiento hacia lo empírico permitirá al filósofo desarrollar
una
crítica materialista renovada, de vocación totalizadora, cuya potencia
se
revelará a lo largo de sus análisis sobre el 48. Retomando el hilo de la
teoría, ha de señalarse que La
Ideología Alemana y El Manifiesto del Partido
Comunista dibujan una trama conceptual novedosa,
alejada del lenguaje feuerbachiano de los
escritos anteriores del filósofo: fuerzas productivas,
división social del trabajo, modo de producción, relaciones de producción e
intercambio, clases sociales, lucha de clases, etc.
Pero además, ambos escritos construyen una
narrativa histórica que permite cifrar la génesis de las desigualdades y los
conflictos
de la sociedad moderna, proponiendo diversas hipótesis
de investigación (centralidad de la producción material,
lucha de clases, dinámicas de acumulación, etc.)
capaces de totalizar varios procesos socio-históricos en un mismo
marco
analítico. Por otra parte, la Miseria de la Filosofía mostraba
ya una comprensión crítica y general de la
economía política y sus teóricos principales, avanzando
algunos de los argumentos que más adelante darán forma a la
teoría
marxiana del valor-trabajo.
Entre Junio de 1848 y Noviembre
de 1850, Karl Marx daría vida a dos proyectos editoriales consecutivos en
términos temáticos y políticos: la Neue Rheinische Zeitung (1848-1849)
y la Neue Rheinische Zeitung. Politisch-ökonomische Revue (1850),
la primera revista sería editada en Colonia y la segunda -continuación de la
primera- en Hamburgo. A través de la Neue Rheinische Zeitung Marx
ofrecerá un vivo retrato de las revoluciones del 48 en Europa, de su rápida
expansión y estrepitosa caída, analizando a lo largo de más de 80 columnas sus
acontecimientos más relevantes. Como ya sucediera en otras ocasiones, el
periódico sería censurado y finalmente suprimido. Su revista posterior
continuará la labor crítica de la primera, pero partirá de un escenario
político muy diferente: el del régimen reaccionario europeo surgido de la
derrota popular del 48. El aprendizaje periodístico de esta época, sumado a sus
avances en materia de teórica e investigación histórico-económica, permitirán a
Marx escribir una pieza histórica de gran calado, La
lucha de clases en Francia
(1848-1849), así como formular una de las hipótesis centrales de su
investigación para la década de los 50: basándose en la crisis del 47 y el
estallido del 48, Marx arribará a la conclusión de que el renacer de un
movimiento revolucionario sólo podría articularse en torno a una nueva crisis
económica 10.
- Cuarta
etapa (1851-1862): la década de los 50 es, sin
duda, la más importante en la producción periodística de Marx. Exiliado en
Londres, el filósofo comenzará este período retomando sus investigaciones
histórico-económicas de manera intensa, continuando su formación y ampliando el
espectro de sus análisis más allá de los límites de sus trabajos anteriores.
Una de sus primeras y más brillantes contribuciones periodísticas del período
será El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, texto
publicado en varios números del diario norteamericano Die
Revolution (1851-52). En él se abordaba de manera satírica la
transformación de la República francesa en el Imperio de Napoleón III,
analizando los intereses de todas las clases y grupos sociales que -gracias a
sus alianzas o enfrentamientos- hicieron posible el advenimiento del nuevo
Imperio. Más allá de esta publicación, todo este período viene marcado por su
trabajo como corresponsal europeo para el New York
Tribune (1852-62), la asociación periodística más duradera del autor
y la más prolífica con diferencia: Marx escribiría unas 350 crónicas
periodísticas para el diario de su puño y letra. A este impresionante número de
artículos hay que sumar unas 150 columnas más escritas por F. Engels, las
cuales aparecieron en el Tribune bajo
la firma del filósofo de Tréveris. Fue uno de los modos que encontró Engels para
ayudar a Marx en un momento difícil, ya que éste cobraba del diario por
artículo entregado. La lista de temas abordados por el autor en este período es
casi interminable: análisis sobre las principales economías
nacionales de mediados del siglo XIX, sobre el estado del mercado
mundial y las crisis comerciales,
trabajos sociológicos acerca de la situación de las clases
trabajadoras, agudas columnas sobre los principales
conflictos políticos europeos, la dominación colonial o las luchas
por la emancipación de los esclavos negros en EEUU. Por no hablar de sus lúcidas
observaciones sobre la cultura capitalista, fenómenos como el
comercio del opio o sus
minuciosos informes sobre diplomacia internacional. Esta multitud de líneas
temáticas, sólo aparentemente dispersa, tendrá un hilo rojo común: el es fuerzo
de Marx por construir una crítica de la economía política de
carácter verdaderamente global.
En medio de su trabajo para el Tribune, y
tras haber escrito varios artículos anunciando una posible crisis general11,
estallará el pánico de 1857, dando inicio a la primera gran
crisis económica de carácter mundial. Desde el comienzo de la crisis hasta
abril de 1858, Marx escribirá los Grundrisse,
alternando el trabajo periodístico con la escritura de su obra económica. La
conjunción de su madurez periodística con
el desarrollo de su bosquejos—boceto
inicial de lo que más adelante sería El Capital—
ponen
de manifiesto algo que casi siempre pasa desapercibido: que sin la ampliación
temática de sus estudios, sin la enorme acumulación de material empírico
realizada durante este período gracias a su corresponsalía en el Tribune, Marx
no hubiese podido llevar su teoría a la dimensión global que ésta posee en los Grundrisse.
Y
es que fue la adquisición de esa perspectiva global, debida al profundo examen
del funcionamiento de las economías del siglo XIX, lo que le permitió formular
un concepto como el de plusvalor y
romper con una concepción de la historia lineal y eurocéntrica. De hecho, si
hubiese que caracterizar las líneas de “ruptura” del periodismo del Tribune
con
sus períodos anteriores, habría que señalar al menos cinco características: 1)
Una ampliación
del marco de análisis del filósofo, que ya no estará enfocado
única y exclusivamente a Europa, sino que abordará acontecimientos políticos y
económicos a escala global. 2) Una profundización en la comprensión de las
relaciones entre trabajo asalariado y capital, que irá de la mano de un
análisis histórico de los procesos de acumulación12 y de un estudio del capital
industrial y financiero13. 3) El
acercamiento a culturas no-occidentales (fundamentalmente China y la India),
que progresivamente liberará a Marx de muchos prejuicios eurocéntricos y le
hará comprender los vínculos del colonialismo con el
capitalismo
occidental. 4) Una comprensión empíricamente fundada y realista de la
lucha de clases, que pa sará tanto por el análisis pormenorizado de la clase
obrera industrial inglesa y sus antagonismos como por las diferentes clases
subalternas que se rebelaban en las guerras de emancipación de la época: los
Cipayos, los movimientos de resistencia chinos y la lucha contra la esclavitud
negra. 5) Como consecuencia de todo lo anterior, una comprensión de la historia
policrónica14 o multilineal15, en
ruptura con los esquemas lineales y eurocéntricos asentados en textos como La
Ideología Alemana o El Manifiesto del Partido
Comunista. Los estudios realizados en la época permiten entender a
Marx la existencia de diversas temporalidades, ritmos y cadencias dentro de un
mismo período, algo alejado de la dinámica del “progreso” y la “necesidad histórica”
tantas veces atribuidas a su pensamiento.
Todos estos cambios pueden
seguirse a través de la intersección de los Grundrisse con el
periodismo realizado por Marx para el Tribune,
concretándose teóricamente en los
los análisis de los bosquejos sobre la circulación global, la acumulación
y,
de un modo central, en el escrito Formas que preceden a la
producción capitalista16. Gracias
a estos escritos podemos entender la dialéctica existente entre
el
periodismo y la formación teórica del autor.
3.
Una
reivindicación del periodismo: mapas antagónicos, imaginarios colectivos
Lo expuesto hasta aquí pretende
mostrar, sobre todo, dos cosas: que el valor historiográfico de los escritos
periodísticos de Marx es enorme —sigue siendo una veta inexplorada de su obra—
y que sin él resulta imposible entender la evolución de su pensamiento, sobre
todo en el momento crítico de la formulación de su teoría madura (1857-58).
Pero además, si trazamos un paralelismo entre nuestra época y la de Marx, nos
percatamos de la necesidad de seguir insistiendo en aquello en lo que el
periodismo del filósofo ponía el acento: analizar, vincular e intervenir en
coyunturas político-económicas que van más
allá de lo local o nacional, poniendo en relación antagonismos en un nivel cada
vez más amplio. Marx consideró que el periodismo era un arma para poner a
trabajar su teoría y llevar a la práctica los objetivos políticos de la clase
trabajadora, dando a sus artículos una perspectiva más pedagógica y
asequible que la que poseen sus obras “científicas”. Ello era más que necesario
para poder formar una conciencia crítica en el proletariado y en las fracciones
de clase dispuestas a escuchar (pequeña burguesía, campesinado, artesanos, etc.);
clases que, gracias a estas crónicas, podían disponer de un mapa que reflejaba los
conflictos más actuales. Además Marx nunca se limitaba a “dar la noticia”, sino
que exploraba las causas de los antagonismos en las regiones con mayor
actividad económica del mundo, uniendo en una misma trayectoria Estados Unidos,
Inglaterra y Francia con algunos de los espacios coloniales más importantes del
XIX, como China y la India. Todo ello le permitió, en términos teóricos,
entender los ciclos del capital y la mundialización del mercado, pero también
le hizo comprender la interrelación económico-política
de la lucha de clases a nivel planetario. Un hecho que se manifestaría
en sus análisis políticos (en Europa, Asia y América) y en el modo de abordar
la crisis de 1857, en la que quiso ver el indicio de una revolución global que
jamás aconteció. No obstante, y a pesar de errar en el 57 con su hipótesis revolucionaria,
lo que Marx creaba en sus artículos era información para intervenir y
comprender la coyuntura, una cartografía que permitía tejer al lector o lectora
de sus crónicas una imagen del mundo moderno con todas sus desigualdad y violencia.
De este modo, Marx daba forma a un imaginario colectivo y antagonista que, si
bien participaba del exotismo orientalista del XIX y de una mirada deudora del
capitalismo como “factor de desarrollo”, era capaz de representar algunos de
los conflictos más centrales del capitalismo mundial de su siglo. Lo cierto es
que su trabajo en el Tribune le
haría romper con los prejuicios eurocéntricos heredados de Hegel17 y de una
tradición histórico-filosófica de carácter colonial, dotándole de una visión
más profunda de los problemas que definían el sistema-mundo moderno. Una visión
que sólo pudo ganar —insistimos— gracias a su labor como cronista.
Asumir hoy el legado
periodístico de Marx debería pasar, antes de nada, por una tarea: integrar el
periodismo en la obra de Marx como una producción literaria de primer orden,
favoreciendo su análisis y comprensión histórica. Y ello no sólo dentro de la
trayectoria intelectual del autor, sino con relación a los fenómenos políticos,
sociales e históricos que examina en sus columnas. El estado actual del
marxismo, cada vez más alejado del “teoricismo”, debería favorecer un estudio
que además de legítimo es necesario si se desea profundizar en el pensamiento
de Marx, en el siglo XIX y en ese tipo de análisis coyunturales que realizaba
el filósofo; análisis que sintetizaban en su fondo el sub-texto de la época: el
formado por las dinámicas materiales de la misma, los ciclos de acumulación del
capital y la lucha de clases. Pero asumir la singularidad de estos escritos
debería obligarnos también a “repetir” su esfuerzo, y de forma apremiante: es
necesario llevar a cabo lo que el filósofo hizo en su época en un momento —el
presente— en que las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas
productivas han mutado considerablemente. Hoy día los antagonismos y sus
identidades se han expandido, y las formas dominantes de la relación capital
han virado hacia la financiarización en un sentido global. La composición de la
fuerza de trabajo a escala mundial es increíblemente compleja: trabajadoras y
trabajadores de cuello rosa en occidente, pro proletariado industrial
en países económicamente pujantes como China o primacía de la agricultura y la
industria extractiva en diversas naciones del continente africano, etc. Sin
embargo, y pese a estas transformaciones, la perspectiva alcanzada por Marx en
sus escritos del Tribune era la adecuada: una perspectiva
sintética de los múltiples conflictos que se presentaban en el escenario
mundial. Conflictos acompañados de un imaginario colectivo compartido, una
serie de valores y prácticas en las que el proletariado podía reconocerse,
tomar consciencia y situarse. Si hoy día queremos responder a la ofensiva
neoliberal que está destruyendo la sociedad, aumentando la explotación y
precarizando la vida de las clases trabajadoras, hemos de realizar análisis y
diagnósticos que sirvan de mapa social para poder actuar. Cartografías capaces
de reunir lo dispar en un relato común que nos permita cuestionar los consensos
políticos neoliberales y la pasividad adquirida a lo largo de décadas. Sólo a
partir de este tipo de trabajos un proletariado
multi-étnico, precario y con género tendrá
la posibilidad de convertirse en agente socio-político de su vida; sólo así —generando
conciencia— podremos construir una alternativa a este capitalismo depredador,
un sistema al que no le importa sacrificar millones de personas si con ello
mantiene alta su tasa de beneficio. En este sentido, el periodismo realizado
por Marx tiene mucho que enseñarnos, y nosotros mucho que aprender de él desde
nuestro horizonte en crisis.
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Notas
1 Hablamos aquí de dialéctica
en
el sentido en que lo hace Manuel Sacristán; es decir: un discurso que no se
basa en el método analítico-reductivo de las
ciencias empíricas, sino en un trabajo de
síntesis que reconstruye –a partir de los datos de las ciencias
socio-históricas– totalidades concretas
atravesadas
por contradicciones. Dialéctica significa aquí el trabajo de “individualización”
de una coyuntura social, económica y política realizado para obtener una visión
global en un momento específico. Una visión cuyos objetivos son de carácter
político y antagonista. Ver: Manuel Sacristán, La
tarea de Engels en el Anti-Dühring en Sobre Dialéctica, El Viejo
Topo, Barcelona 2009.
2 Utilizamos el rótulo de “representación
unilateral” para englobar –de manera esquemática y general– un grupo de
actitudes y valoraciones sobre la obra periodística de Marx que la entienden como
algo menor, prescindible a la hora de analizar seriamente su pensamiento. Han
sido muchos los discursos que han perpetuado esta consideración, y muchas las
estrategias: desde descuidar en términos absolutos su trabajo periodístico o
censurar parte de sus textos, como hiciera el marxismo soviético, a
considerarlo un género menor o “de juventud”, como hiciera Louis Althusser. Galvano
Della Volpe, que trabaja en el mismo horizonte histórico y epistemológico que Althusser
respecto a Marx (dando especial relevancia a su Einleitung
de
1857), tampoco considera con seriedad sus artículos de la década de los 50.
Ver: L. Althusser, Pour Marx, La Découverte, París 1996, Lire
le Capital, PUF, París 1996; G. Della Volpe, Logica
come scienza storica, Editori Riuniti, Roma 1969 y Rousseau
e Marx e altri saggi di critica materialistica, Editori
Riuniti, Roma 1974.
3 Publicar un artículo como “editorial”
suponía borrar del mismo su autoría, integrándolo en el diario como texto
relevante al precio de perder la firma del articulista. Esto enfurecía a Marx, y
lo hacía sobre todo porque el diario no le consultaba nunca si deseaba que sus
escritos tuviesen ese destino.
4 Carta de Marx a Adolf Cluss,
15 de Septiembre de 1853. MEW. Bd 28. Pág. 592.
5 “Resulta decepcionante, en
efecto, verse condenado a considerar como una suerte que semejante papel te
acepte en su barco. Roer los huesos, molerlos y hacer con ellos una sopa como los
“paupers” en la “workhouse”, he aquí a qué se ve reducido el trabajo político
al cual se está condenado en esta empresa”. Carta de Marx a Engels, 23 de Enero
de 1857. MEW, Bd. 28, Pág. 102.
7 Perry Anderson, Consideraciones
sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, Madrid 1979.
8 Materializadas en los Grundrisse
(escritos
entre 1857-58) y la Contribución a la crítica de la
economía política (escrita entre 1858 y comienzos de 1859).
9 Existe una buena edición y
traducción de estos escritos en castellano: En defensa de la
libertad: los artículos de la Gaceta Renana 1842-1843, edición
a cargo de Juan Luis Vermal, Fernando Torres
D.L., Valencia 1983.
10 En castellano existe una
edición muy completa de los artículos publicados en la Neue
Rheinische Zeitung: K. Marx/F. Engels, Las
revoluciones de 1848, FCE, México DF 2006. También
puede
encontrarse una selección de los artículos publicados en la Neue
Rheinische Zeitung. Ökonomkische Politische Revue en K.
Marx, Escritos económicos menores, FCE,
México DF 1987.
11 Por ejemplo, Pauperism and Free Trade. The
Approaching Commercial Crisis (1 de Noviembre de 1852) publicado en
el New
York Tribune. Existe una nueva edición de los escritos periodísticos de
madurez de Marx en castellano en la que se encuentran los textos citados: K.
Marx, Artículos Periodísticos, Alba
Editorial, Barcelona 2013.
12 En este sentido es esencial
el artículo Elections. Financial Cloud. The Duchess of Sutherland
and Slavery, publicado en el New York Tribune (9 de
Febrero de 1853). Este texto inaugura los
análisis históricos sobre los procesos de acumulación de capital, señalando la
violencia y la desposesión como herramientas
esenciales para acumular capital en forma de tierras, mano de
obra
o recursos. En el citado texto, Marx aborda la expropiación de los terrenos
comunales en Escocia por
parte de la aristocracia local.
13 Por ejemplo, Die
Industrie und Handlskrise en la Neue Oder Zeitung (11,
12, 20 y 25 de Enero de
1855) o la increíble serie sobre el Crédit Mobilier francés
(The
French Crédit Mobilier, 21 y 24
de
Junio y 11 de Julio de 1856), uno de los primeros análisis de Marx sobre el
capitalismo financiero.
14 En el sentido en que viene
usando esta noción Vittorio Morfino en Il Tempo della moltitudine:
materialismo prima e dopo Spinoza, Manifestolibri, Roma 2005 y Spinoza
e il non contemporaneo, Ombre Corte, Verona 2009. Lo
policrónico querría remitir a una pluralidad de ritmos
históricos
que nunca son contemporáneos u homogéneos, pues no poseen un orden esencial interno
que
sirva de metron para los mismos (una jerarquía
histórica, moral u ontológica) y, por tanto,
no pueden ser reducidos a la lógica de una lectura lineal y niveladora (como la
ilustrada y occidental del “progreso”).
15 Sobre la “multilinealidad”
del enfoque histórico de Marx, el artículo de Kevin B. Anderson
publicado
en US
Marxist Humanists (Diciembre 9, 2009): From the ‘Grundrisse’ to ‘Capital’:
Multilinear Themes. Disponible en su página personal: http://www.kevin-anderson.com/wpcontent/uploads/docs/anderson-article-from-grundriss-to-capital.pdf
16 K. Marx, Elementos
Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse), Vol.
I, Siglo XXI, México DF 2007. Págs. 433-479.
17 Para valorar esta ruptura es
necesario recorrer los artículos de Karl Marx sobre la India, que comienzan
siendo deudores de Hegel para, poco a poco, llevar a Marx a un doble desengaño:
1) desengaño con la historia trazada bajo la égida del progreso, en la que hay
culturas “superiores” a otras según un patrón occidental de desarrollo
histórico (patrón cultural apuntalado por Hegel en sus Lecciones
sobre Filosofía de la Historia). 2) desengaño con el capitalismo
como “fuerza de progreso y emancipación” en las sociedades no-occidentales.
Marx comprobaría como el capital constituía sobre todo, y por encima de otras
determinaciones, un eje de explotación y acumulación de recursos para las
potencias económicas en los territorios coloniales. El capital sólo “modernizaba”
al precio de destruir y hacer miserable a la población de la periferia
capitalista, destruyendo su cultura y acrecentando sus contradicciones
comunitarias con nuevas relaciones de poder. En este sentido: Kevin Anderson, Marx at the margins:On Nationalism, Ethnicity, and Non-Western
Societies, The University
of Chicago Press, USA 2010.
http://isegoria.revistas.csic.es/ |