7/4/14

Sobre la concepción de la historia en el pensamiento de Antonio Labriola

Dedicado a mi padre, Antonio Labriola
✆ Gaia Scaramella
“En la noche de densa oscuridad que envuelve a la más remota antigüedad tan distante de nosotros, brilla la luz eterna, infalible de una verdad más allá de toda duda: el mundo de la sociedad civil ciertamente ha sido hecho por los hombres, por lo que se puede y se debe encontrar sus principios dentro de las modificaciones de nuestra propia mente humana”.
Giambattista Vico, La scienza nuova, 1744
“El hombre tiene su acta de nacimiento, que es la historia. La historia es la verdadera historia natural del hombre”.
Karl Marx, Manuscritos..., 1844

Jaime Massardo  |  Hace ya un siglo, el 2 de febrero de 1904, fallecía en Roma Antonio Labriola, dejando una obra cuya lenta y muchas veces tardía valoración no puede explicarse sino solamente en parte a través de las vicisitudes de la historia de lo que el mismo caracterizara como «el conjunto de doctrinas que se suele llamar marxismo». [3] El tono cáustico cuando no sarcástico, la redacción algo barroca, cierta soledad política, pero sobre todo el espíritu crítico y la radical heterodoxia de Labriola con respecto a estas mismas doctrinas —«he tenido sólo la modesta intención de escribir críticamente de marxismo», dice—, [4] no favorecieron tampoco, por cierto, la «fortuna» de sus escritos, [5] fortuna que sigue «una línea oscilante y a menudo contradictoria», [6] limitando considerablemente su recepción y
haciéndole, como anota Antonio Gramsci hacia el final del Quaderno 11 (xviii), «muy poco conocido fuera de un reducido círculo (una cerchia ristretta)». [7] «En Italia, durante cuarenta años, por lo menos, a partir de su muerte casi no se ha hablado de Antonio Labriola», reitera en la misma dirección Palmiro Togliatti en un artículo publicado por la Rinascita en 1954... [8] Pero ¿en qué consiste exactamente el espíritu crítico y la radical heterodoxia de Labriola, en qué aspectos de su pensamiento está concretamente presente y por qué, luego de una recepción inicial favorable, irá a provocar la reserva de sus contemporáneos?

Al calor de la lectura de sus escritos, una pista, en rigor, una intuición a explorar para intentar responder a estos interrogantes encuentra su determinación en la concepción de la historia que toma forma en su pensamiento y en la función organizativa que ella cumple con respecto al conjunto de su obra. Esta concepción no proviene, en rigor —es importante subrayarlo—, del «conjunto de doctrinas que se suele llamar marxismo», sino, como han mostrado algunos autores, [9] de la riqueza de la larga tradición del propio debate historiográfico italiano [10] y, por esta misma circunstancia, ofrece un canon interpretativo diverso de aquellas que conforman las premisas teóricas que orientan la práctica política de los «estados mayores» del movimiento obrero tanto en la Internacional socialista como, luego, en la comunista. [11] El pensamiento y la concepción de la historia de Labriola se apoyarán en este canon interpretativo para ir trazando desde allí los elementos de una dialéctica en la que se encuentran in ovo los elementos fundantes de una nueva cultura política al interior del movimiento obrero, una nueva cultura política que, como trataremos de mostrar aquí en lo que a algunas cuestiones preliminares se refiere, surge del encuentro que provoca Labriola entre «la larga tradición del propio debate historiográfico italiano» y el Marx radicalmente historicista, ese Marx historiador crítico del capitalismo muchas veces oculto tras los estancos de las diversas disciplinas académicas, tras los compartimentos cerrados de la parcialización de los saberes que conlleva la estructura social de la así llamada «modernidad». Cultura política, entonces, que desde una determinada concepción de la historia coloca la filosofía de la praxis —«la médula (il midollo) del materialismo histórico... la filosofía inmanente a las cosas sobre las cuales filosofa», dirá Labriola— [12] en el centro de una nueva representación del mundo, en la cual la filosofía debe ir «de la vida al pensamiento y no del pensamiento a la vida». [13] «Con Labriola —escribe Georges Labica— nos encontramos frente a una aurora teórica». [14]

II 

«Me he puesto a escribir dos líneas (qualche parola) y he terminado por llenar muchas hojas en memoria del manifiesto comunista. He escrito sin mirar ni los libros ni mis voluminosos extractos de teoría del socialismo», decía Labriola a Friedrich Engels, comentando el avance de su trabajo en carta del 15 de abril de 1895. [15] «A la mitad del mes entrante publicaré el primer fascículo (preámbulo) de una serie de ensayos sobre a la concepción materialista de la historia (saggi sulla concezione materialistica della storia). Haré la prueba de tratar en muchos opúsculos (que los libros no los lee nadie) aquello, o una parte de aquello que he enseñado en ocho años», añadía, siempre en carta a Engels, el 30 de mayo siguiente. [16] In memoria del manifesto dei comunisti, el primero de estos Saggi sulla concezione materialistica della storia, de Antonio Labriola, aparecerá, efectivamente, en junio de 1895, en francés y casi simultáneamente en italiano. La versión francesa, en Paris, en la revista Le devenir social, fundada ese mismo año por Georges Sorel [17] y la italiana en Roma, en una edición realizada por Loescher y preparada por Benedetto Croce, cuyo vínculo con Labriola databa de enero o febrero de 1884, cuando Croce asistía a los cursos que el autor de los Saggi impartía en la Universidad de Roma. [18] Engels, interlocutor privilegiado de Labriola durante 1890 y 1895, [19] a quien encuentra personalmente en agosto de 1893, en el Congreso de Zurich, alcanzará a conocer solamente la primera parte impresa de este Saggio, publicada, como decíamos, en el número de junio del Devenir social, lectura de la que da cuenta en carta del 8 de julio dirigida al propio Labriola. [20] Su deceso, en octubre, siempre de ese año 1895, le impedirá conocer la segunda edición italiana que en ese mismo momento salía de las prensas. 

Del materialismo storico . Dilucidazione preliminare, el segundo de los Saggi, será publicado en Roma también por Croce [21] y un capítulo del mismo, «La teoría de los factores históricos y la concepción materialista de la historia», aparecerá en Paris en 1896, igualmente en la revista Le devenir social. [22] Croce, desde una perspectiva por lo demás bastante autoreferente —«convencido de su función hegemónica en la cultura italiana» dirá Togliatti—, [23]escribiendo en 1938 un apéndice para una nueva edición de los Saggi, apéndice que intitula Come naque e come morì il marxismo teorico in Italia (1895-1900), sitúa en aquellas fechas, y más exactamente en la carta que Labriola le había enviado el 27 de abril de 1895, «el nacimiento del marxismo teórico en Italia» (sic). [24]

En la cultura italiana y luego en la francesa, la literatura del año 1897, muestra, en efecto, varias reacciones frente a los dos primeros Saggi. En una tradición exterior a los círculos marxistas, durante ese año podemos leer en elGiornale degli economisti, de Roma, algunos comentarios salidos de la pluma de Vilfredo Pareto, [25] en la revista Stadi storici, de Pisa, de la de Giovanni Gentile [26] y en las Atti dell’Academia Pontaniana de Napoli, de la del propio Croce. [27] Dentro de estas reacciones de autores no marxistas no deben olvidarse tampoco las observaciones de Charles Andler [28] y de Emile Durkheim [29] a la versión francesa que reúne los dos primeros Saggi, editada en Paris también en 1897 por V. Girad et E. Brière, con un prefacio de Georges Sorel fechado en diciembre de 1896 bajo el título genérico que les había dado el propio Labriola, Essais sur la conception matérialiste de l’histoire. [30] Será esta versión, de hecho, la que le dará una circulación internacional al pensamiento de Labriola. Discorrendo di socialismo e di filosofia, el tercero de los Saggi, que reproduce las cartas que Labriola envía a Sorel entre el 20 de abril y el 15 de septiembre de 1897, será publicado en Roma, en 1898, [31] y al año siguiente en Paris. [32]

Sin cerrarle del todo las puertas —no en vano Engels había dicho que Labriola era un «riguroso seguidor de Marx» y el ipsi dixit tenía un peso importante dentro de la socialdemocracia—, [33] la receptividad hacia los planteos labriolanos en las instancias legitimadas por el marxismo oficial de la época no fue particularmente calurosa. La versión francesa con el prefacio de Sorel es motivo de una recensión en la pluma de Georges Plejanov [34] publicada en San Petersburgo por Novoje Slovo, la revista de los «marxistas legales», [35] recensión que, Labriola, que la hace leer directamente del ruso, agradece calurosamente a Plejanov en carta del 21 de abril de 1899, en la que alude, de paso, la indiferencia, la incomprensión o francamente el rechazo de la Internacional socialista frente a su lectura del marxismo. [36] «Cuando en 1899 —escribe Antonio A. Santucci, refiriéndose a esa misma carta—, conviniendo de no haber nunca soñado ser considerado «el descubridor de un nuevo mundo», Labriola describe a Plejanov «el silencio de los camaradas alemanes a propósito de mis dos pequeños volúmenes», admitiendo su propia sorpresa admitirá también una derrota conciente... Aparte de un señalamiento favorable del primer Saggio en la Neue Zeit de 1896, y no obstante la solicitud de Labriola a Kautsky, Del materialismo storico y Discorrendo di socialismo e di filosofia, fueron, en la práctica, ignorados por la prensa socialdemócrata. Una recensión pretenciosa (altezzosa) de la edición francesa aparece en Vorwärts el 24 de abril de 1897, firmada por Conrad Schmidt, mientras la traducción de Mehring del primerSaggio fue publicada cinco años después de la muerte del autor (Zun Gedächtnis des Kommunistischen Manifestes, Leipzig, Verlag der Leipziger Buchdruckerei, 1909)». [37]

Las necrologías escritas con ocasión de la muerte de Labriola son igualmente reveladoras de la matizada valoración de sus contemporáneos. [38] «Labriola no habría sido nunca un seguidor de la ortodoxia, este espíritu sutil era demasiado libre e independiente para hacerlo... En su espíritu se sentía íntimamente afín al espíritu de un Marx o de un Engels. Totalmente independiente de ambos, Labriola había seguido el mismo proceso intelectual que ellos», señala Franz Mehring en una nota de la Neue Zeit. [39] Cabe recordar aquí que, años después el propio Mehring, habiendo ya abandonado la socialdemocracia, formado con Rosa Luxemburg y Clara Zetkin el Spartakusbund, e integrado las filas del Kommunistischen Partei Deustschlands, [40] sufrirá, él también, la inquina de la ortodoxia que comenzaba ahora, a su turno, a administrar el movimiento comunista, cuando, en su biografía de Marx, publicada en 1918, sostiene —bien o mal, poco importa— una posición diversa a la oficial en relación con el papel jugado en el movimiento revolucionario por personajes como Ferdinand Lassalle y Mijail Bakunin. «En Mehring es evidente la falta de armonía —dirá todavía en 1966 la presentación de la edición cubana de esta misma biografía— ...entre honradez revolucionaria e intelectual... y el dominio exacto y creador de la ideología política proletaria»... [41] Desde una lectura y una tradición muy distinta, la dirección del Partido socialista italiano no apreciaba del mismo modo que Mehring la heterodoxia de Labriola. «La naturaleza esencialmente crítica de su talento no lo dejó ser un militante de partido», escribe su máximo exponente, Filippo Turati, en las páginas de la Critica sociale, el que bien podía haber hecho la economía de este comentario de dudoso gusto para una nota necrológica. [42]

V. I. Lenin, al leer desde su relegación en Siberia la edición francesa de los Saggi, sugiere a su hermana Ana, en carta del 10 de diciembre de 1897, traducir del original italiano al ruso —«Kámenski dice, en Nóvoie Slovo, que la traducción francesa no es muy buena»— [43] este libro «excepcionalmente sensato e interesante», [44] ese «excelente libro» agregará en un texto escrito paralelamente. [45] «Se entiende que sólo la segunda parte es apropiada para la traducción e incluso no completa —señala en la misma carta a su hermana—, si se omite algo, en ningún caso disminuirá el valor de esta defensa extraordinariamente inteligente de «nuestra doctrina» (como dice Labriola)». [46] ¿Qué «cortes» hubiese introducido Lenin? No lo sabemos. Con todo, el comentario parece más bien fruto de lo que podríamos llamar el interés intelectual de un «espíritu abierto» antes que del entusiasmo del descubrimiento de un «alma gemela». Si una aceptación parcial, con «cortes» y no exenta de una cierta distancia existió en la época en que el proceso revolucionario ruso, todavía en germen, estaba dirigido por hombres «occidentalizados» y formados en Europa, como Lenin, cuando éstos desaparecieron o fueron alejados del poder, la producción soviética no fue verdaderamente tierna con Labriola. «La insuficiente atención prestada a los problemas del materialismo dialéctico fue causa de ciertos errores y contradicciones de Labriola en algunas cuestiones de teoría del conocimiento», escribe, por ejemplo, M. A. Dynnik de la Academia de Ciencias de la Urss, quien irá a concluir —¡Dios nos libre!—, que «Labriola fue un brillante propagandista y divulgador del materialismo histórico y ahí reside su mérito principal en la historia de marxismo y del movimiento obrero»... [47]

Posiblemente por todo ello, particularmente en los peores años de la negra noche del stalinismo, la valoración más positiva de Labriola proviene en lo esencial de un campo marginal, sospechoso o francamente perseguido por el marxismo institucionalizado ahora en Moscú, de momentos de gran soledad política de algunos de sus autores en los que podría advertirse, quizás —habría que trabajar este aspecto con mayor profundidad—, algún grado de empatía o de comprensión tardía del pensamiento de Labriola. Karl Korsch, en la soledad de una crítica desde la izquierda a la revolución rusa cuando ésta inspiraba todavía grandes simpatías y, además, esforzándose en la —en aquel momento— peregrina tarea de mostrar la continuidad entre Kautsky y Lenin, considera, en una nota de febrero de 1929, a Labriola como «el mejor intérprete del método marxista». [48] La radicalidad de Korsch, que en 1923 había sido ministro del gobierno socialista comunista de Turingia, no lograría sin embargo en aquella época confusa, como probablemente en ninguna otra, un gran consenso.

En su autobiografía, redactada en otra dramática soledad, la de la isla de Prinkipo, frente a la ciudad de Constantinopla —«nunca había habido un hombre desterrado en una soledad comparable», escribirá Isaac Deutscher—, [49] donde lo había arrojado el grupo stalinista después de marginarlo del Comité central del Pcus, de relegarlo en Alma Ata y de, en febrero de 1929, expulsarlo finalmente de la Urss, León Trotsky, el «profeta desterrado», recuerda su acercamiento juvenil a Labriola en pasajes que, incluso en sus aspectos contradictorios, resultan extraordinariamente reveladores. «Conseguimos entrar de contrabando a la cárcel dos célebres folletos del viejo hegeliano marxista italiano Antonio Labriola traducidos al francés, cuya lectura me entusiasmó —cuenta, recordando su encierro en Odesa en 1898— ...Labriola manejaba como pocos escritores de lengua latina (sic) la dialéctica materialista en el campo de la filosofía de la historia, si bien en cuestiones políticas no podía enseñar nada (sic). Bajo el brillante diletantismo (sic) de sus doctrinas se ocultaban verdades profundas. Labriola despacha de modo magnífico esa teoría de las complejidades de los factores que reinan en el Olimpo de la historia y presiden desde allí los destinos del hombre. A pesar de los treinta años transcurridos desde que lo leí todavía recuerdo perfectamente su argumentación y aquel, su refrán constante, «las ideas no caen del cielo». Al lado de este autor ¡cómo palidecen los teóricos rusos como Livrof, Mikailovsky, Kerief y otros apologistas de la teoría clásica!». [50]

El impacto de la lectura de Labriola permanecería mucho tiempo en el imaginario político de Trotsky. ««Las ideas no caen del cielo» repetía yo con el viejo Labriola», recuerda en Mi vida, evocando sus días de relegación en Usti-Kut;[51] «En los desiertos de Sahara no podía haber nacido la pintura paisajista», escribe en el prólogo de la misma autobiografía, imagen que puede perfectamente pensarse como una analogía, conciente o inconciente, tributaria del «refrán constante» del pensador italiano... [52] Trotsky, en definitiva, saluda el genio de Labriola, [53] saludo al cual no puede evitar, sin embargo, anteponerle el matiz interpretativo propio de una cultura política diversa —de allí el «brillante diletantismo» de quien «no podía enseñar nada en política»—, anteposición que, recordémoslo, no escapa del comentario de Gramsci. «Es asombroso —escribe éste hacia el final de un Quaderno de 1932-1933—, que en susMemorias León Bronstein hable del «diletantismo» de Labriola (revisar). No se comprende este juicio (a menos que quisiera significar la separación entre teoría y práctica en la persona de Labriola, lo que no parece ser el caso) sino como un reflejo inconsciente de la pedantería pseudocientífica del grupo intelectual alemán que tuvo tanta influencia en Rusia», [54] observación que, dicho sea de paso, resulta del mayor interés desde el punto de vista de la caracterización de la circulación de las culturas políticas en el seno del movimiento obrero de entonces y, probablemente, también, en parte, en la explicación de la derrota popular en la que vivimos hoy... Será desde la misma soledad de donde surge aquella nota, la soledad de la reclusión en la cárcel de Turi y, más terrible aún, desde el aislamiento al que lo someten sus propios compañeros de partido, [55] donde Gramsci plantea «la necesidad de volver a poner en circulación la posición filosófica de Labriola», [56] porque «Labriola —escribe—, al afirmar que la filosofía de la praxis es independiente de cualquier otra corriente filosófica, que es autosuficiente, es el único que trató de construir científicamente la filosofía de la praxis»... [57]

III

Nacido el 2 de julio de 1843 en Cassino, muy cerca de donde se desarrollará uno de los episodios más trágicos de la segunda guerra mundial, Labriola ingresa en 1861 a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Napoli, en la que obtendrá la laurea y comenzará a frecuentar a Bertrando Spaventa, amigo de su padre, cuya actividad intelectual había estimulado de manera esencial la introducción y la difusión de Hegel en Italia. Su formación juvenil se desarrolla entonces bajo la impronta hegeliana, y luego spinoziana [58] —«viví por años con el espíritu (animo) dividido entre Hegel y Spinoza» dirá en carta a Engels—, [59] mostrando precozmente una tendencia diversa del clima intelectual que, preconizando el retorno a Kant, predominaba en Europa durante esa segunda parte del siglo xix. [60] Labriola resiste este clima, dijéramos, resiste la moda, lo que constituirá casi un rasgo permanente de su personalidad, y va a escribir a modo de ensayo, a los 19 años —«con juvenil ingenuidad», dirá luego en la misma carta a Engels—, [61] Una riposta alla prolusione di Zeller, [62] texto que, a pesar de las propias afirmaciones de Labriola, de ninguna manera puede pensarse como un simple ejercicio escolar. Treinta y siete años después, Plejanov solicitaba formalmente a su autor, en carta del 7 de abril de 1899, que le enviara un ejemplar... [63]

Durante esos años de estudio las circunstancias materiales de la vida del joven Labriola no parecen haber sido siempre fáciles. Desde diciembre de 1863, poco después de haber escrito su crítica a Eduard Zeller y sin haber aún concluido la universidad, se ve obligado a trabajar para solventar sus gastos y lo hace como auxiliar de seguridad pública (Applicato di Pubblica Sicurezza), empleo que no había sido imaginado para estimular las sutilezas del espíritu de Labriola —ni probablemente del de nadie—, circunstancia que, con todo, no le impide ir fijando sus puntos de vista a través de la producción de algunos textos filosóficos. Luego de contraer matrimonio en abril de 1866 con Rosalia de Sprenger, la directora de origen alemán de la Scuola Garibaldi de Napoli, Labriola comienza, entonces, a estudiar la obra de Ludwig Feuerbach —«he estudiado a Feuerbach en el 1866-69, y luego la escuela de Tubinga», escribirá más tarde a Engels—, [64] redacta el estudio Origine e natura delle passioni secondo l’Etica di Spinoza, [65] y obtiene un curso para enseñar en el liceo- ginnasio Principe Umberto, en el que tampoco parece encontrar las mejores condiciones para desarrollar sus inquietudes intelectuales: «experiencia frustrante, vivida además con escaso entusiasmo y con poca confianza en las propias aptitudes profesionales», anota Valentino Gerratana. [66] Labriola, no obstante, sigue escribiendo y, durante los años 1869-1870, al mismo tiempo que concluye sus estudios sobre Feuerbach, redacta La dottrina di Sócrates secondo Senofonte, Platone ed Aristotele, «premiata dalla R. Academia di scienze morali e politiche di Napoli nel Concorso del’anno 1869», que será publicada, también en Napoli, en 1871. [67]

En febrero de ese mismo año Labriola va a sostener un examen de «docencia libre» (libera docenza), para obtener las equivalencias y transformarse en profesor agregado de Filosofía de la historia en la Universidad de Napoli (pareggiamento nell’insegnamento di filosofia della storia presso l’Università di Napoli) con el tema Se l’idea sia il fondamento della storia, «propuesto por aquel óptimo exponente del hegelianismo que fue el profesor Vera», [68] y presentando además una disertación —y he aquí una primera cuestión sobre la que quisiéramos llamar la atención del lector—, intitulada Exposizione critica della dottrina di Vico, disertación de la cual se ha conservado solamente el esquema de exposición. [69] «El magnífico Vera fue liberal en su voto favorable, especialmente por la lección que sostuve (tenni) sobre la concepción de la Scienza nuova, de Vico», anotará, dieciséis años más tarde, Labriola, en I problemi della filosofia della storia. [70] Esta relación de Labriola con Vico debe leerse, creemos, en estrecha conexión con algunas líneas de la carta a Engels de abril de 1895. «Entre 1879 y 1880 —escribe allí Labriola— estaba ya casi completamente convertido a la concepción socialista, pero más por la concepción general de la historia que por impulso interno de una efectiva convicción madura (fattiva)». [71]

Es en esta «concepción general de la historia» que había venido lentamente incubándose en el espíritu napolitano de Labriola durante los años anteriores donde puede reconocerse la influencia que ejercía sobre él el austero trabajo de Giambattista Vico, [72] ese «primer verdadero filósofo de la historia de la época moderna», [73] que había «sostenido con energía contra Descartes el valor del método propio del conocimiento histórico», [74] que, de acuerdo con Marx, poseía «el sello del genio», [75] y con el que Labriola «estaba familiarizado desde sus días de estudiante de la Universidad de Napoli, en 1861, bajo la enseñanza de Bertrando Spaventa», [76] influencia suficientemente significativa como para hacer del pensamiento de Vico el tema de la disertación de febrero de 1871, y que seguramente dominaba como para motivar «el voto favorable del magnífico Vera». Concepción general de la historia que Vico había descrito en 1744, en la Scienza Nuova:
«En la noche de densa oscuridad que envuelve a la más remota antigüedad tan distante de nosotros, brilla la luz eterna, infalible de una verdad más allá de toda duda: el mundo de la sociedad civil ciertamente ha sido hecho por los hombres, por lo que se puede y se debe encontrar sus principios dentro de las modificaciones de nuestra propia mente humana». [77]
IV

La disertación de Labriola sobre Vico en la Universidad de Napoli precede en algunos meses las primeras iniciativas de organización política de los trabajadores italianos luego de l’Unitá. En Romagna y en Napoli, se desarrollan importantes esfuerzos. En Rimini, en agosto de 1872 y bajo la presidencia de Carlo Cafiero, se constituye una sección de la Asociación Internacional de Trabajadores, la Federazione italiana dell’Internationale, la que cuenta en pocos meses con unos 750 miembros. Dos años después, los internacionalistas, con Michael Bakunin a la cabeza, intentarán realizar una insurrección general. Mal organizada, la insurrección que debía partir de la Romagne con una marcha hacia Bologna, no logra realizarse. El gobierno disuelve las secciones de la Federazione y arresta sus dirigentes, entre ellos a Andrea Costa y Errico Malatesta. Bakunin escapa y se refugia en Suiza. Una nueva insurrección estalla en la provincia de Benevento, en 1877, la que es igualmente sofocada. [78]

Estos acontecimientos parecen transcurrir, sin embargo, sin alterar la vida de Labriola, el que, a pesar de la importante presencia anarquista en Napoli —el propio Bakunin había vivido en la ciudad entre 1865 y 1867—, no se vincula con estos grupos, orientando su actividad política en una dirección distinta. Hacia fines de 1871 renuncia a su trabajo en la enseñanza secundaria, «que se le había hecho insoportable», [79] e incursiona en la prensa, transformándose en redactor de L’Unitá nazionale, diario de tendencia moderada fundado en Napoli por Ruggero Bonghi y colaborando además como corresponsal del periódico La Nazione, de Firenze, también moderado, donde publica una serie de artículos bajo el rotulo «Lettere napolitane». Sus preocupaciones políticas apuntan a una transformación, diríamos hoy, «desde arriba», centrado en la idea de una administración honesta y eficaz del Estado. «Me pregunto siempre —escribe a Bertrando Spaventa— si en Italia hay o no hay una docena de personas que sientan la responsabilidad del Estado, para llenar las vacías formas de la libertad y para restablecer la seriedad de la vida. El Estado debe ser el dominio de lo óptimo y lo óptimo no nace de la casualidad». [80] Los resultados negativos de las elecciones municipales napolitanas del verano de 1872 se encargarán de disipar esta manera de ver las cosas, abriendo para Labriola un período de crisis política. [81] Marcado por esta experiencia e inspirado en la ética de Johann Friedrich Herbart y su escuela, el año siguiente verá aparecer dos de sus ensayos, Della libertà morale [82] y Morale e religione. [83]

Será en el marco de estas circunstancias donde el hasta ese momento poco complaciente sino de Labriola parece comenzar a cambiar. En 1874, a los treinta y un años, gana en concurso el cargo de profesor extraordinario para la cátedra de Filosofía moral y pedagogía de la Universidad de Roma, circunstancia que va a permitirle, por fin, una situación menos azarosa, la que —cuestión seguramente de carácter—, no parece suscitar tampoco en él un excesivo optimismo. Desde la crisis de 1872, Labriola venía tomando distancia de la vida política activa, y luego de ganar el concurso de 1874, se sumergirá obsesionadamente en el estudio y en una intensa y tormentosa búsqueda de esclarecimiento personal, búsqueda que se prolongará por casi tres lustros. Durante este lapso trabaja sin asumir una responsabilidad política directa. En 1877 obtendrá el cargo de profesor ordinario de la Universidad de Roma para la misma cátedra de Filosofía moral y pedagogía, y asume al mismo tiempo la dirección del Museo de instrucción y educación del Ministerio de la instrucción pública (Museo di istruzione e de educazione del ministerio della pubblica istruzione), la que conservará hasta 1891. En 1879 lo vemos viajando por Alemania y estudiando allí la organización de la enseñanza. Sus preocupaciones intelectuales parecen también entonces extenderse y abarcar nuevas esferas de indagación como la metodología de la historia y las nuevas disciplinas de la sociedad y la política, entre ellas la sociología y la psicología social, «haciendo más lenta una maduración que en gran parte aparece como fragmentaria y subterránea». [84] Algunas de estas preocupaciones las encontraremos esbozadas en Del insegnamento della storia. Studio pedagogico, publicado en 1876, [85] y Del concetto della libertà. Studio psicologico, que aparecerá dos años después. [86] La influencia de la filosofía de Herbart, que en pedagogía —no es inútil recordarlo— acentuaba la relación entre el aprendizaje y la experiencia anterior de los estudiantes, continúa a estar presente durante esos años en la producción de Labriola, influencia que puede percibirse en sus Appunti sull’insegnamento secondario privato in altre Stati, publicados en 1880, [87] y en su Ordinamento della scuola popolare in diversi paesi, que aparece al año siguiente. [88]

Será al final de esta larga peregrinación de casi quince años de reflexión y trabajo que podemos ver a Labriola, por decirlo así, «volviendo a salir a la superficie», retomando el contacto con la vida política. Esta vez, sin embargo, deslizándose hacia una perspectiva cada vez más democrática y radical. Ya no piensa en contribuir a impulsar los cambios de la sociedad italiana «desde arriba», al contrario, afirma una concepción de la política que encuentra su eje en las transformaciones más profundas que operan desde la base social. I problemi della filosofia della storia, la clase inaugural (prelezione) con la que, el 12 de febrero de 1887, Labriola obtiene la cátedra de Filosofía de la historia en la Universidad de Roma, muestra, como una suerte de analogía, el lugar central que comienza a ocupar el conocimiento de la historia en la madurez de su pensamiento, transformando este escrito en una suerte de punto de llegada de este largo período de reflexión. [89]
«Tratándose de un conocimiento de un género particular —dice allí Labriola—, urge, antes de cualquier otra cosa, saber con precisión por cuáles aspectos y por cuáles razones ésta se distingue de las otras formas de conocimiento, y en cuáles intereses de nuestro espíritu encuentra (abbia) su centro y su fundamento... porque la bondad de la investigación, o sea la exactitud del procedimiento, no pudiendo en este caso particular depender del uso de instrumentos exteriores y de cálculo o de pura observación como en las ciencias naturales, consiste principalmente en aquellas disposiciones interiores del espíritu (animo) que por ausencia de otra palabra llamamos cultura; en aquellas disposiciones participa (entra) en una parte no pequeña el concepto general de la vida, el sentimiento sobre el conjunto de la sociedad (sentimento complessivo della società), de la religión y del Estado, la fe o la duda sobre el destino humano. El interés de la investigación histórica como resultado de todas las disposiciones intelectivas y éticas, estéticas o religiosas, políticas o sociales de nuestro espíritu es ya en sí mismo parte integrante de nuestra cultura; y en su modo y forma y en su pertinencia y consecuencia, depende del conjunto de la constitución del espíritu en un determinado estadio de su desarrollo interior». [90
Y Labriola suministra en el mismo texto un buen ejemplo de «aquellas disposiciones interiores del espíritu».
«De la Historia romana de Rollin a aquella de Mommsen —anota en éste— no se va sólo por grados de erudición o por diferencias de ingenio (attitudini d’ingegno), sino, al contrario, por la mutación del pensamiento en la interpretación y penetración mental de la cosa humana». [91]
Puestos así, «el interés por la investigación histórica», los temas que ella propone y el objeto de la investigación, representan para Labriola un producto de «aquellas disposiciones interiores del espíritu» que constituyen un determinado momento de la vida social, conformando con ésta, entonces, una totalidad. En esta tentativa de historización de la concepción de la historiografía es donde pueden percibirse ya los aspectos centrales, los ejes de la propuesta cognoscitiva y política de la concepción que sustenta Labriola. En ella es la propia historia la que sitúa el horizonte sensible desde el cual el historiador y los trabajadores, podrán construir su mirada sobre el mundo. «Este pequeño texto —escribe Biagio De Giovanni, refiriéndose a I problemi della filosofia della storia— constituye la primera crítica de la razón histórica que ha sabido expresar la cultura italiana fundada sobre la idea de la historicidad de la vida y sobre el rechazo explícito de toda construcción de la historia a partir de la imagen de un sujeto abstracto». [92] El elogio a Labriola, que no es menor, coloca sin embargo a la sombra la circunstancia que, treinta lustros antes de que éste redactara I problemi della filosofia della storia, la Scienza nuova de Vico se constituye, en rigor, como la primera «crítica de la razón histórica» no solamente en la cultura italiana sino, de hecho, en la historia tout court. Labriola reconoce este antecedente. Situado al final de la redacción de I problemi della filosofia della storia, en el momento en que enuncia el contenido de sus cursos en la Universidad de Roma, esboza un segundo elemento sobre el que quisiéramos también llamar la atención del lector.
«Me propongo —dice Labriola— un objetivo bastante modesto para mis próximos cursos. A aquellos que quieran espontáneamente honorarme, por no ser de ninguna manera éstos obligatorios para los estudiantes, leeré críticamente algunas partes de la Scienza nuova, de Vico, obra tan alabada y siempre tan poco comprendida, para encontrar allí los primeros avances (addentelatti) de la filosofía de la historia». [93]
V

La actividad política que Labriola desarrolla desde la redacción de I problemi della filosofia della storia hasta los Saggi aparece marcada por un itinerario cuya reconstrucción esclarece con bastante nitidez la nueva perspectiva que lo anima. Hitos como el de enero de 1888, cuando en la Societá degli ensegnanti romani ofrece una conferencia sobre educación popular, promoviendo una reforma educacional en la que sea suprimida la enseñanza de la religión en las escuelas estatales; [94] o el de su participación activa en la iniciativa de erigir un monumento a la figura de Giordano Bruno, para rendir homenaje al mártir del humanismo quemado vivo en el Campo di Fiori, en febrero de 1600, por orden de la Inquisición; [95] o cuando dicta su curso de Filosofía de la historia, en el año universitario 1888-1889, en la Universidad de Roma, eligiendo como tema central el centenario de la Revolución francesa, curso que, dicho sea de paso, será saboteado por autoridades y estudiantes conservadores; [96] o cuando colabora con su pluma en la agitación que se produce por el escándalo de la Banca Romana que conduce a la caída del ministerio Giolitti, [97] que «debía revelar en toda su dimensión la corrupción del sistema político», [98] muestran su permanente participación en la defensa de la laicidad del Estado.

Paralelamente, durante 1889 y 1890, estudia las obras de Marx y de Engels, dedicando su curso de Filosofía de la historia del año 1890-1891, al igual que los siguientes, a tratar la génesis de la doctrina marxista y el socialismo, y comenzando con Engels un carteo al que hemos hecho ya referencia. [99] El resultado de este estudio y de este carteo encuentra en marzo de 1890 un hito particular que conviene retener, cuando Engels suministra una pieza fundamental a la reflexión de Labriola [100] enviándole un ejemplar de su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, [101] comportando en su apéndice aquellas líneas fundantes de la noción de praxis al interior de la obra de Marx, las Tesis sobre Feuerbach. [102] «He encontrado en un viejo cuaderno de Marx las once tesis sobre Feuerbach que se insertan en el apéndice», escribe Engels; [103] tesis «de un valor inapreciable» [104] que contienen «el germen genial de la nueva concepción del mundo», [105] que Marx había redactado en abril o mayo de 1845. [106]

Por último, el contacto con el movimiento obrero, que se fortalece a partir de los primeros meses de 1888, [107] como cuando ofrece a los trabajadores de las acerías de Termi una conferencia sobre Idee della democrazia e delle presenti condizioni politiche dell’Italia, [108] o en junio de 1889, cuando en una conferencia del Circolo operaio romano di studi sociali, se declara socialista. «Las grandes ideas —dirá allí— no las porta en la espalda un solo hombre, ni caminan sobre el hilo de un razonamiento o de un discurso. Es necesario pioneros y lentos trabajadores de todos los días, espíritus ardientes y calmos polemistas (discutitori), entusiastas y críticos, destructores y reconstructores, y que cada uno haga su parte». [109] A partir de 1890 vemos a Labriola trabajando por la consigna de la recién creada Internacional, participando en la celebración del 1º de mayo y en la lucha por disminuir la jornada obrera a ocho horas de trabajo, dejando atrás «la fábula del derecho al trabajo». [110] Su eje de actividad será desde ahora la búsqueda de la organización de un partido de los trabajadores italianos. En abril de 1891, participa en una reunión internacional organizada por los círculos mazzinistas de Milano —Labriola parece haber tenido siempre una buena opinión de Giuseppe Mazzini, «un revolucionario de indudable lealtad y de singular perspicacia»— [111] en la que puede percibirse con nitidez la maduración de su pensamiento. «Cualquier lamento sobre la mala suerte de los trabajadores —dirá allí— que no ponga el acento en la organización de los trabajadores mismos es vaniloquio de filántropos... La prédica abstracta del socialismo es una vanidad intelectual procedente del viejo prejuicio de que de las ideas vienen las cosas, mientras que en realidad las ideas germinan, nacen y se alimentan de las cosas y por las cosas». [112]

La gravitación de Labriola en la formación del socialismo italiano, su participación en el debate sobre democracia y socialismo, organizado por la revista Critica sociale, así como sus intercambios con Turati, quien, en el Congreso de Genova reunido el 14 de agosto de 1892, en la sala Sivori, via della Pace, hará suyas las posiciones programáticas de Labriola, dando vida al Partito dei lavoratori italiani, se desarrollan en relación íntima con una concepción política que porta las marcas de una visión del marxismo en plena maduración. [113] El distanciamiento posterior con el mismo Turati y su rechazo a la línea del Partito socialista italiano dirigido por éste no harán sino solidificar este proceso. En agosto de 1893, Labriola saluda la memoria de los trabajadores italianos víctimas del chauvinisme de los trabajadores franceses en Aigües-Mortes, [114] y en diciembre de ese mismo año solidariza con la sublevación de los campesinos de Sicilia, con aquellos «grupos espontáneos de inspiración socialista que se proponían defender los intereses de los trabajadores y de imponer contratos de trabajo a los propietarios», [115] con los fasci dei lavoratori, «el primer signo de vida que el proletariado ha dado por si mismo»... [116]

Es justamente en la culminación de este período de maduración del marxismo de Labriola donde podemos encontrar algunas líneas que constituyen una tercera observación sobre la que quisiéramos igualmente retener la atención del lector. En carta a Croce del 8 de diciembre de 1894 —y esta constituye una de las primeras indicaciones de los que serán los Saggi—, Labriola explicita su deseo de editar sus «cursos desde 1887 a 1894 bajo el nombre de La concezione materialistica della storia» señalando que «el primero de ellos, el de 1887, sería titulado Vico precursore». [117]

VI

En su trabajo Come naque e come morì il marxismo teorico in Italia, (1895-1900), texto que, como anotábamos más arriba, es necesario leer con bastantes precauciones, Croce recuerda que, en carta 27 de abril de 1895, Labriola le había escrito invitándolo a suscribirse a la revista Le devenir social, cuyo primer número iría a aparecer pronto en Paris y donde contaba publicar una serie de artículos. Esos mismos artículos irán a formar parte poco tiempo después, como sabemos, de sus Saggi sulla concezione materialistica della storia. [118] Para Croce el impacto que estos Saggi alcanzan parece tan importante —también lo habíamos anotado más arriba— que ubica en esas fechas «el nacimiento del marxismo teórico en Italia». [119] Sus dos primeros tirajes en lengua italiana, editados por el propio Croce en junio y en octubre de 1895, [120] serán seguidos por un segundo Saggio, [121] que contribuirá a reforzar su influencia. Entre la redacción del primero y del segundo Saggio se produce sin embargo, un interregno que nos permite introducir en nuestra argumentación una cuarta observación en la que el lector, si ha tenido a bien seguirnos hasta aquí, debe detenerse. En el mismo texto Come naque e come morì il marxismo teorico in Italia, (1895-1900), Croce escribe,
«Mientras yo vigilaba la impresión del primero de los Saggi intorno alla concezione materialista della storia, Labriola tenía ya en el espíritu el proyecto del segundo; y el 20 de mayo, me anunciaba que lo intitularía De Vico a Morgan».[122]
El segundo de los Saggi, como sabemos, no se llamó así, pero una frase que escurre de la pluma de Labriola deja ver ya, en la redacción de In memoria del manifesto dei comunisti, la dirección en que transitaba este proyecto.
«¿No había encontrado ya Vico que la Providencia no opera ab extra en la historia, sino al contrario, opera como aquella persuasión que los hombres tienen de su existencia? ¿Y el mismo Vico, ya un siglo antes que Morgan, no había reducido la historia toda a un proceso que el hombre realiza de sí como por una sucesiva experimentación, que es el encuentro de la lengua, de la religión, de las costumbres y del derecho?». [123]
 Y la correspondencia con Croce agrega todavía otro argumento, quinto en el orden de nuestra exposición: en carta del 29 de abril de 1901, donde Labriola comenta el estudio de Croce sobre Vico, podemos leer,
«Creo que has circunscrito correctamente el descubrimiento de Vico sobre el carácter original de una cierta imaginación que crea la poesía primitiva y, en consecuencia, el mito, la religión, etc. Es el descubrimiento que la filosofía alemana (romántica e idealista) ha luego rehecho... Descubrimiento del hecho psicológico que había escapado a todos los intelectualistas, formalistas, etc. Que Vico comienza una nueva filosofía del espíritu es indudable. Pero la cosa es tan confusa que Vico crea mitos para explicar los mitos». [124]
VII

Será finalmente, entonces, desde la atalaya que nos ofrece la lectura de los Saggi sulla concezione materialistica della storia, [125] esa «obra maestra del Labriola de la madurez», [126] desde donde podemos intentar integrar estos diversos momentos, en apariencia fragmentarios, que vienen mostrando el itinerario de la formación de una determinada concepción de la historia en el pensamiento de Antonio Labriola, itinerario en el que, como hemos venido haciendo resaltar en esta exposición, la figura de Giambattista Vico permanece como una constante referencia.
«El hombre ha hecho su historia —escribe Labriola en el primero de los Saggi—, no por metafórica evolución ni por correr sobre la línea de un progreso trazado de antemano. La ha hecho creándose a sí mismo las condiciones, es decir, formándose a sí mismo, mediante el trabajo, un ambiente artificial (ambiente artificiale), y desarrollando sucesivamente sus aptitudes técnicas y acumulando y transformando los productos de su laboriosidad, al interior (per entro) de tal ambiente». [127]
«Ambiente artificial», afirmación que muestra inmediatamente el vínculo tributario con respecto a Vico, para el cual, como anotamos más arriba, «el mundo de la sociedad civil ciertamente ha sido hecho por los hombres, por lo que se puede y se debe encontrar sus principios dentro de las modificaciones de nuestra propia mente humana». [128] Distinción, entonces, remarquémoslo, entre la historia del ser humano y aquella del mundo de la naturaleza, distinción donde la historia la ha venido construyendo éste, «formándose a sí mismo, mediante el trabajo, un ambiente artificial», fruto de la actividad propiamente humana, porque «la historia no es sino la historia de la sociedad», [129] y «el hombre es todo lo que el hombre hace», [130] por tanto, de lo que se trata es de «reconocer antes que nada las particularidades del vivir humano»... [131]

«Ambiente artificial» que al constituirse como «terreno» propio del ser humano se transforma en objeto de la historia, en rigor, es la historia   en cuanto acaecer y constituye al mismo tiempo su objeto, de lo que se infiere que la posibilidad de su aprehensión se encuentra también, entonces, dentro de este mismo «mundo de la sociedad civil», con el cual el sujeto cognoscente, inmerso en el mismo entramado, conforma una determinada totalidad cuya determinación está dada por la identidad que su propia función cognitiva temporalmente les otorga. «Ambiente artificial» que representa una historia que no funciona «como si las cosas estuvieran de un lado y tuvieran del otro las propias sombras y fantasmas en las ideas. Ella es siempre de una sola pieza (essa è sempre tutta d’un pezzo) y se apoya enteramente en el proceso de transformación de la sociedad». [132] Justamente por ello, «las ideas no caen del cielo... también ellas suponen un terreno de condiciones sociales», [133] porque «el pensamiento es también una forma de trabajo», [134] en rigor, «todo acto del pensamiento es un esfuerzo, es decir un trabajo nuevo» [135] y entonces las «formas de la conciencia, en la medida en que están determinadas por las condiciones de vida, son también historia». [136] Por esto, dado que «el hombre histórico es siempre el hombre social», [137] y que «se produce a sí mismo como causa y efecto», [138] «la cuestión del conocimiento es puramente práctica... No hay otra fuente de conocimiento fuera de la que nos ofrece la historia»... [139] Identidad, entonces, para Labriola, entre sujeto y objeto de conocimiento, entre teoría y praxis, identidad que, a la luz de sus imbricaciones y sus determinaciones recíprocas, como en un permanente juego de espejos, no puede reinterpretarse sino como identidad entre filosofía e historia. Y he aquí que, como si reprodujéramos ese mismo juego de espejos, volvemos nuevamente a Vico, a esa «expresión de la más original e inagotable fuerza espiritual», [140] para quien, como sabemos, «el orden de las ideas debe proceder según el orden de las cosas»... [141]

«Ambiente artificial», «terreno artificial», que con mucha naturalidad invita a incorporar a un diálogo a tres voces el trabajo de Karl Marx, el Marx de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, para quien «la historia es la verdadera historia natural del hombre», [142] pero también el Marx redactor de Das Kapital: «como dice Vico —escribe allí Marx— la historia del hombre se distingue del mundo de la naturaleza en que nosotros hemos hecho la primera y no la segunda». [143] Diálogo a tres voces pleno de sugerencias, en el cual, y este es el punto que nos interesa, la concepción de la historia que elabora Labriola se encuentra ya instalada en sus aspectos esenciales —anotémoslo— antesde que éste tome contacto con la obra de Marx, y más exactamente durante su período de formación en la Universidad de Napoli —«en Napoli la filosofía de la historia es una disciplina de alguna manera indígena», habría dicho alguna vez Bertrando Spaventa—, [144] aspectos esenciales desde los cuales Labriola incursionará más tarde, a partir de 1889, en la concepción materialista de la historia propuesta por Marx. La influencia de Vico debe situarse por lo tanto, como escribe Alain Pons, «en el modo mismo con el cual Labriola aborda y comprende la obra de Marx», [145] modo que, creemos nosotros, encuentra su determinación en el momento en que Labriola coloca la filosofía de la praxis, la «médula (il midollo) del materialismo histórico», [146] la «actividad humana sensible» (sinnliche Thätigkeit), [147] en el centro de una operación cognoscitiva que implica, al mismo tiempo, como correlato político, la posibilidad de transformar la sociedad, léase, la historia en su manifestación concreta como vida social. En rigor —aunque no tenemos posibilidades de desarrollarlo aquí por razones de espacio—, es esta operación cognitiva la que va a marcar la frontera entre el marxismo de Labriola y el que orientará la práctica política de los «estados mayores» del movimiento obrero durante casi un siglo. 

Notas

[1] Universidad de Valparaíso: correo electrónico: jaime.massardo @u v.cl
[2] Este texto se publicó en Dialéctica , revista de la Escuela de filosofía y letras de la Universidad Autónoma de Puebla, nueva época, año xxxii, n° 41, invierno 2008 / primavera 2009, pp. 27-50.
Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, a cura di Franco Sbarbari, Torino, Einaudi, 1973, vol. ii., p. 493.
[3] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, a cura di Franco Sbarbari, Torino, Einaudi, 1973, vol. ii., p. 493.
[4] Antonio Labriola, Lettera del 21 aprile 1899 a Georjij Valentinivic Plechanov, in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii., p. 1007 (cursivas de Labriola).
[5] Valentino Gerratana, «Acerca de la «fortuna» de Labriola», in Investigaciones sobre la historia del marxismo, (Ricerca di storia del marxismo, Roma, Editori Riuniti, 1972), traducción de Francisco Fernández Buey, Barcelona, Grijalbo, 1975, p. 185.
[6] Ibidem.
[7] Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, edizione critica dell’Istituto Gramsci, a cura di Valentino Gerratana, Torino, Einaudi, 1977, p. 1507.
[8] Palmiro Togliatti, «Para una justa comprensión del pensamiento de Antonio Labriola», in Palmiro Togliatti. Escritos políticos, México, Era, 1979, p. 19. («Per una giusta comprensione del pensiero di Antonio Labriola», in Rinascita, nº 4, Roma, 1954, pp. 254-256; nº 5, pp. 336-339; nº 6, pp. 387-393; nº 7, pp. 483-491).
[9] Cfr., Alain Pons, «De Vico a Labriola», in Labriola d’un siècle á l’autre, sous la direction de Georges Labica et Jacques Texier, Paris, Méridiens Kliencksieck, 1988, pp. 35-48. Cfr., tambien B. A. Haddock, «Vico y la crisis del marxismo», in Vico y Marx, afinidades y contrastes, Giorgio Tagliacozzo (compilador), (Vico and Marx, Affinities and Contrast, Humanities Press Inc., Nueva Jersey, 1983), México, Fondo de cultura económica, 1990, pp. 320-332.
[10] «La tradición del trabajo histórico que en Alemania apenas si va más allá del siglo xviii -escribe Collingwood-, en Italia llega hasta Maquiavelo y hasta el mismo Petrarca. Desde el siglo xix los directores del pensamiento italiano han estado construyendo una tradición de investigación histórica seria y sostenida, y la longitud, variedad y riqueza de esta tradición da un peso especial a los juicios que los italianos modernos pronuncian acerca de una materia que se ha incrustado en los huesos mismos de su civilización». R. G. Collingwood, Idea de la historia (The idea of history, Oxford, 1946), segunda edición, México, Fondo de cultura económica, 1965, p. 188.
[11] Cfr., Aldo Agosti, «El mundo de la III Internacional: los «estados mayores»», in Historia del marxismo, dirigida por Eric Hobsbawm, traducción de Antono Munné y Francisco Rodriguez, Barcelona, Bruguera, 1983, vol vii, pp. 527-609.
[12] Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filosofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 702.
[13] Ibidem.
[14] Georges Labica, «En relisant les Essais», in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., p. 111.
[15] Antonio Labriola, lettera del 15 aprile 1895 a F. Engels, in Lettere a Engels, Roma, Rinascita, 1949, p. 204 (cursivas de Labriola).
[16] Antonio Labriola, lettera del 30 maggio 1895 a F. Engels, in Lettere a Engels, cit., p. 208 (cursivas de Labriola).
[17] Cfr., «En memoire du Manifeste du parti communiste», in Le Devenir social, année i, nº 3, Paris, juin 1895, pp. 225-252, y Le Devenir social, année i, nº 4, Paris, juillet 1895, pp. 321-344.
[18] Cfr., Antonio Labriola, In memoria del manifesto dei comunisti, Roma, Loescher, 1987. Reproducido in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, pp. 469-530.
[19] Cfr., Antonio Labriola, lettere a Engels, cit. Para un panorama de la correspondencia entre Labriola y Engels, cfr., Antonio A. Santucci, «Il carteggio con Engels», in Senza comunismo. Labriola, Gramsci, Marx, Roma, Editori Riuniti, 2001, pp. 15-29.
[20] Friedrich Engels, lettera del 8 luglio 1895 a Antonio Labriola, reproducida por Rinascita anno x, nº 3, 1954, pp. 183-184. Citado por Valentino Gerratana, «Acerca de la «fortuna» de Labriola», in Investigaciones sobre la historia del marxismo, cit., p. 185.
[21] Antonio Labriola, Del materialismo storico. Dilucidazione preliminare, Roma, Loescher, 1896. Reproducido in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, pp. 531-657.
[22] Cfr., Antonio Labriola, «La theorie des facteurs historiques et la conception matérialiste de l’histoire», in Devenir social, nº 10, Paris, 1896.
[23] Palmiro Togliatti, «Para una justa comprensión del pensamiento de Antonio Labriola», cit., p. 20.
[24] Benedetto Croce, «Vie et morte del marxismo théorique en Italie (1895-1900)», («Come naque e come morì il marxismo teorico in Italia (1895-1900). Da lettere e ricordi personale », in La Critica, Bari, 1938, fasc i, pp. 35-52; fasc ii, pp. 109-124), in La philosophie comme histoire de la liberté. Contre le positivisme, Textes choisis et présentés par Sergio Romano, Paris, Editions Du Seuil, 1983, p. 88.
[25] Cfr., (V. Pareto), «Il caso del prof. Ciccotti», in Giornale degli economisti, anno viii, vol. xv, Roma, 1º luglio 1897, pp. 90-92.
[26] Cfr., Giovanni Gentile, «Una critica del materialismo storico», in Stadi storici, vi, Pisa, 1897, pp. 379-423.
[27] Cfr., Benedetto Croce, «Sulla concezione materialista della storia», in Atti dell’Academia Pontaniana, vol. xxvi, Napoli, 1896, pp. 1-16.
[28] Cfr., Ch. Andler, «Essai sur la conception matérialiste de l’histoire: compte rendu», in Revue philosophique, année xliv, décembre 1897, pp. 645-651.
[29] Cfr., Emile Durkheim, in Revue philosophique de la France et de l’étranger, t. xliv, Paris, 1897, pp. 644-651.
[30] Cfr., Antonio Labriola, Essais sur la conception matérialiste de l’histoire, préface de Georges Sorel, Paris, V. Girad et E. Brière, 1897 (segunda edición en 1902).
[31] Cfr., Antonio Labriola, Discorrendo di socialismo e di filosofia, Roma, Loescher, 1898. Reproducido in A. Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, pp. 658-793. Aquí citaremos esta última edición.
[32] Cfr., Antonio Labriola, Socialisme et philosophie. Lettres à G. Sorel , Girad et Brière, Paris, 1899.
[33] Carta de Engels a Sorge, del 30 de diciembre de 1893, reproducida por Rinascita anno x, nº 3, 1954, pp. 183-184.
[34] Cfr., Georges Plejanov «La concepción materialista de la historia», in Obras Escogidas, Buenos Aires, Editorial Quetzal, 1964, vol. i, pp. 467-493.
[35] Cfr., V. Strada, «El «marxismo legal» en Rusia», in Historia del marxismo, (Storia del marxismo, Torino, Einaudi, 1978), dirigida por Eric Hobsbawm, traducción de Toni Picazo y Mariano Solivellas, Barcelona, Bruguera, 1981, vol v, pp. 55-83.
[36] Cfr., Antonio Labriola, lettera del 21 aprile 1899 a Georjij Valentinovic Plechanov, in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, cit.
[37] Antonio A. Santucci, Senza comunismo. Labriola, Gramsci, Marx, cit., p. 41 (cursivas de A. Labriola).
[38] Estas necrologías han sido examinadas por Valentino Gerratana (cfr., «Antonio Labriola y la introducción del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, (Storia del marxismo, Torino, Einaudi, 1979), dirigida por Eric Hobsbawm, traducción de Máximo Loizu, Barcelona, Bruguera, 1980, vol. iii, pp. 185-236), y por Antonio A. Santucci (cfr., «I Saggi nella cultura italiana e europea», in Senza comunismo. Labriola, Gramsci, Marx, cit., pp. 31-45).
[39] (F. Mehring), «Antonio Labriola», in Die Neue Zeit, nº xxii, 1903-1904, vol i, pp. 585-588. Reproducido por Rinascita, anno x, 1954, pp. 263-264.
[40] Cfr., György Lukacs, «Franz Mehering (1846-1919)», in Aportaciones a la historia de la estética, traducción de Manuel Sacristán, Barcelona, Grijalbo, 1965, pp. 383-486.
[41] Franz. Mehring, Carlos Marx, historia de su vida, La Habana, Edición revolucionaria, 1966, p. 14.
[42] Cfr., Crítica sociale, xiv, 1904, p. 63.
[43] V. I. Lenin, «Cartas a los familiares», in Obras completas, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1972, vol xli, p. 113.
[44] Ibidem.
[45] V. I. Lenin, «Perlas de la proyectomanía populista», in Obras completas, cit., vol ii, (1969), p 492.
[46] V. I. Lenin, «Cartas a los familiares», in Obras completas, cit., p. 113.
[47] M. A. Dynnik, Historia de la filosofía, Academia de Ciencias de la Urss, vol iii, México, Grijalbo, 1967, pp. 466 y ss. (cursivas nuestras).
[48] Cfr., Karl Korsch, «Nota sobre Antonio Labriola y su importancia para la teoría y la historia del marxismo», in Karl Korsch. Teoría marxista y acción política, Cuadernos de Pasado y presente, nº 84, México, 1979, p. 131.
[49] Isaac Deutscher, Trotsky, el profeta desterrado, (The Prophet Outcast. Trotsky: 1929-1940, Oxford University Press, 1963), segunda edición, México, Era, 1971, p. 21.
[50] Leon Trotsky, Mi vida, Santiago de Chile, Ediciones Ercilla, 1936, vol i, pp. 142-143.
[51] Ibidem , vol ii, p 12.
[52] Ibidem , vol i, p 7.
[53] «Los escritos de Labriola eran escritos filosóficos de carácter polémico. Exigían conocimientos que yo no tenía y me veía obligado a suplirlos por medio de conjeturas», anota Trotsky en el mismo texto. Leon Trotsky, Mi vida, cit., vol i, p. 146.
[54] Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 1507 (cursivas nuestras).
[55] Cfr., Athos Lisa, «Discusiones en la cárcel de Turi», apéndice a Antonio Gramsci. Sobre el fascismo, (Sul facismo, Roma Editore Riuniti, 1974), prólogo y selección de Enzo Santarelli, México, Era, 1979, pp. 277-280.
[56] Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, cit, p. 1507.
[57] Ibidem
[58] Cfr., André Tosel, «Labriola devant Spinoza, une lecture non-spéculative», in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., pp. 15-33.
[59] Reproducida por el propio Labriola, Cfr., Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filosofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 699.
[60] Cfr., Stefano Poggi, Introduzione a Labriola, Bari, Laterza, 1982.
[61] Reproducida por el propio Labriola, Cfr., Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filosofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 699.
[62] Cfr., Antonio Labriola, Scritti e appunti su Zeller e Spinoza, 1862-1868, a cura di Luigi del Pane, Feltrinelli, Milano, 1959.
[63] Antonio Labriola, Lettera del 21 aprile 1899 a Georjij Valentinovic Plechanov, in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, p. 1008.
[64] Antonio Labriola, Lettere del 14 marzo 1894 a F. Engels, in Lettere a Engels, cit., p. 142.
[65] Cfr., Antonio Labriola, Scritti e appunti su Zeller e Spinoza, 1862-1868, cit.
[66] Valentino Gerratana, «Antonio Labriola y la introducción del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, cit., p. 193.
[67] Antonio Labriola, « La dottrrina di Sócrates secondo Senofonte, Platone ed Aristotele », in Atti dell’Academia di Scienze morali e politiche, premiata dalla R. Academia di scienze morali e politiche di Napoli nel Concorso del’anno 1869, Napoli, Stamperia della R. Università, 1871.
[68] Antonio Labriola, «I problemi della filosofia della storia», prelezione letta nell’Università di Roma il 28 febbraio 1887, in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, p. 31.
[69] Cfr., L. Dal Panne, Antonio Labriola nella política e nella cultura italiana, Torino, Einaudi, 1975.
[70] Antonio Labriola, «I problemi della filosofia della storia», prelezione letta nell’Università di Roma il 28 febbraio 1887, in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, p. 31.
[71] Antonio Labriola, Lettere del 3 aprile 1890 a Friedrich Engels, in Lettere a Engels, cit., p. 2 (cursivas nuestras).
[72] Cfr., G. Vico, Autobiografía, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1978.
[73] M. Horkheimer, «Débuts de la philosophie bourgeoise dans l’histoire», in Les débuts de la philosophie bourgeoise dans l’histoire, Paris, Payot, s/d., p. 113.
[74] Ernest Cassirer, «L’objet de la science de la culture», in Logique des sciences de la culture. Cinq études, Paris, Les éditions du Cerf, 1991, p. 84.
[75] Karl Marx, carta a Ferdinand Lassalle, 28 de abril de 1862.
[76] B. A. Haddock, «Vico y la crisis del marxismo», in Vico y Marx, afinidades y contrastes, cit., p. 321.
[77] Giambattista Vico, Principj di scienza nuova. D’intorno alla comune natura delle nazioni, in questa terza impressione dal medesimo autore in un gran numero di luoghi corretta, schiarita, e notabilmente accresciuta (1744), inOpere, a cura di Fausto Nicolini, Bari, Laterza, 1953, p. 479 , parágrafo 331 (cursivas nuestras). Una buena edición de La scienza nuova, sigue siendo, en nuestra modesta opinión, la editada por Rizzoli, con introducción y notas de Paolo Rossi, tercera edición, Milano, 1988. Puede verse la traducción de J. M. Bermudo y Assumpta Camps, Barcelona, Folio, 1985.
[78] Cfr., L. Bortone, «La cultura politica dell’Italia unita», in Storia d’Italia, coordinata da Nino Valeri, Seconda edizione, vol. iv, Tipografica sociale torinense, Torino, 1965.
[79] Valentino Gerratana, «Antonio Labriola y la introducción del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, cit., p. 196.
[80] «123 lettere inedite di Antonio Labriola a Bertrando Spaventa» (segunda parte), in Rinascita, suplemento al nº 1, Roma, 1954, p. 71. Citado por F. Sbarberi, «Il marxismo di Antonio Labriola», Introduzione a Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, Torino, Einaudi, 1976, p. xxxv.
[81] Cfr., Valentino Gerratana, «Antonio Labriola y la introducción del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, cit.
[82] Cfr., Antonio Labriola, Della libertà morale, Napoli. Tip. Ferrante, 1873.
[83] Cfr., Antonio L abriola, Morale e religione, Napoli. Tip. Ferrante, 1873.
[84] Cfr., Valentino Gerratana, «Antonio Labriola y la introducción del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, cit.
[85] Cfr., Antonio Labriola, Del insegnamento della storia. Studio pedagogico, Torino-Roma-Firenze, Loescher, 1876.
[86] Cfr., Antonio Labriola, Del concetto della libertà. Studio psicologico, in Archivio di statistica, anno ii, fasc. iv (ii), Roma, 1878.
[87] Cfr., Antonio Labriola, «Appunti sull’insegnamento secondario privato in altre Stati», in Anuario delle scienza giuridiche, sociali e politiche, Milano, Hoepli, 1880.
[88] Cfr., Antonio Labriola, Ordinamento della scuola popolare in diversi paesi (e cioé in Germania, Austria, Inghilterra, Francia, Stati Uniti e Olanda), Roma, Botta, 1881.
[89] Cfr., Antonio Labriola, I problemi della filosofia della storia, prelezione letta nell’Università di Roma il 28 febbraio 1887, Loescher, Roma, 1887. Reproducida in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, pp. 5-32. Aquí citaremos esta última edición.
[90] Antonio Labriola, «I problemi della filosofia della storia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., pp. 7-8 (cursivas nuestras).
[91] Ibidem , p. 9.
[92] Baggio De Giovanni, «Pour Labriola», in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., pp. 159-160 (cursivas de De Giovanni).
[93] Antonio Labriola, «I problemi della filosofia della storia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., pp. 30-31
[94] Cfr., Antonio Labriola, «Della Scuola popolare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, pp. 40-68
[95] Cfr., Antonio Labriola, «Per una commemorazione di Giordano Bruno», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., pp. 69-74.
[96] Cfr., Antonio Labriola, «La presa della Bastiglia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, pp. 97-102.
[97] Cfr., Antonio Labriola, «Dieci correspondenze alla Leipziger Volkszeitung», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, vol i, cit., pp. 208-252.
[98] Antonio A. Santucci, «Il carteggio con Engels», in Senza comunismo. Labriola, Gramsci, Marx, cit., p. 26.
[99] Cfr., Antonio Labriola, Lettere a Engels, cit.
[100] Cfr., Antonio Labriola, Lettere del 3 aprile 1890 a F. Engels, in Lettere a Engels, Roma, Rinascita, 1949, pp. 1-4.
[101] Cfr., Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (Ludwig Feuerbach und der Ausgang der klassischen deutschen Philosophie, Stuttgart, J. H. Dietz, 1888), in Marx Engels, Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1976, vol iii, pp. 353-395.
[102] Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach, in Obras escogidas de Marx y Engels, cit., vol i, pp. 7-10.
[103] Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana in Marx Engels, Obras escogidas, cit., p. 354.
[104] Ibídem.
[105] Ibídem.
[106]   Cfr., Georges Labica, Karl Marx. Les thèses sur Feuerbach , Paris, Presses universitaires de France, 1987.
[107] Cfr., Huges Portelli, «Antonio Labriola y el movimiento obrero italiano», in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., pp. 199-203.
[108] Cfr., Antonio Labriola, «Per una democracia militante», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, pp. 75-80.
[109] Antonio Labriola, «Del socialismo», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici,  cit., vol i, p. 95.
[110] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, p. 493.
[111] Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filosofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, p. 683.
[112] Antonio Labriola, «Per il comizio internationale di Milano», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, p. 158 (cursivas de Labriola).
[113] «Sulla funzione esercitata da Labriola prima et dopo il congresso di Genova -nos dice Franco Sbarberi-, per promuovere e sviluppare una conscienza marxista nel socialismo italiano, molto è stato scritto e unanime oggi è il riconoscimento dell’influenza decisiva che egli ha esercitato su Turati nei mesi cruciali della constituzione del partito», F. Sbarberi, «Il marxismo di Antonio Labriola», Introduzione a Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., p. xlvi.
[114] Cfr., Antonio Labriola, «Aigües-Mortes e l’Internazionale», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, pp. 189-191.
[115] Robert Paris, Histoire du fascisme in Italie, Paris, Maspero, 1962, p 35.
[116] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, p. 513.
[117] Antonio Labriola, Lettere a Benedetto Croce (1885-1904), Napoli, Istituto italiano per gli studi storici, 1975, p. 85. Citado por Alain Pons, «Vico y Marx, utopía e historia», in Vico y Marx, afinidades y contrastes, ed. cit., pp. 36-37.
[118] Cfr., Antonio Labriola, «Saggi sulla concezione materialistica della storia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, ed. cit. pp. 467-857.
[119] Benedetto Croce, «Vie et morte du marxisme théorique en Italie (1895-1900)», in La philosophie comme histoire de la liberté. Contre le positivisme , cit., p. 88.
[120] Cfr., Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, pp. 469-530.
[121] Cfr., Antonio Labriola, «Del materialismo storico, dilucidazione preliminare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, pp. 531-657.
[122] Benedetto Croce, «Vie et morte del marxismo théorique en Italie (1895-1900)», in La philosophie comme histoire de la liberté. Contre le positivisme , cit., p. 90.
[123] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, p. 519.
[124] Antonio Labriola, Lettere a Benedetto Croce (1885-1904), cit., 1975, p. 85. Citado por Alain Pons, «Vico y Marx, utopía e historia», in Vico y Marx, afinidades y contrastes, cit., p. 38.
[125] Cfr., Antonio Labriola, «Saggi sulla concezione materialistica della storia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit. pp. 467-857.
[126] André Tosel, «Labriola devant Spinoza, une lecture non-spéculative», in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., p. 20.
[127] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, p. 520.
[128] Giambattista Vico, Principi di scienza nuova, d’intorno alla comune natura delle nación, cit., parágrafo 331.
[129] Antonio Labriola, «Del materialismo storico. Dilucidazione preliminare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici , cit.,vol ii, p. 606.
[130] Ibidem , p. 649.
[131] Ibidem , p. 534.
[132] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, p. 475.
[133] Antonio Labriola, «Del materialismo storico. Dilucidazione preliminare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 575.
[134] Ibidem.
[135] Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filisofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., p. 701.
[136] Antonio Labriola, Del materialismo storico, Dilucidazione preliminare, in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, pp. 544 (cursivas nuestras).
[137] Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filisofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 689.
[138] Antonio Labriola, «Del materialismo storico, Dilucidazione preliminare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 612.
[139] Ibidem , p. 649 (cursivas nuestras).
[140] F. Meinecke, El historicismo y su génesis, (Die Entstehung des Historismus, Munich, 1936), Fondo de cultura económica, México, 1943, p. 53.
[141] Giambattista Vico, Principj di scienza nuova, d’intorno alla comune natura delle nación, cit., lxiv, parágrafo 238.
[142] Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, in Marx. Escritos de juventud, México, Fondo de cultura económica, 1982, p. 655.
[143] Karl Marx, El Capital, México, Siglo veintiuno editores, 1975, tomo. i, p. 453.
[144] Citado por Alain Pons, «Vico y Marx, utopía e historia», in Vico y Marx, afinidades y contrastes, cit., p. 36.
[145] Ibidem , p. 3
[146] Cfr., Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filosofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 702.
[147] Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach, in Obras escogidas de Marx y Engels, cit., p. 24.
 



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