Karl Marx ✆ A.d. |
Manuel C. Martínez | No
se explotan los recursos naturales; sí, la mano de obra. La principal
explotación de los trabajadores es la de su conciencia. No en balde Marx
formuló la identidad: Droga = religión.
Paradójicamente, Jesús de Nazaret, al parecer, fue más un
político potencialmente exitoso que un religioso usurpador de deidades
precedentes, de allí que fuera sacrificado más como revolucionario que como
Mesías. Asimismo, desde la misma aparición de El Capital (1867), los
intelectuales defensores y partidarios del burguesismo supieron de su gran
acierto en materia de Política Económica. La cuestión de la plusvalía resultó
irrefragable, aunque sí refutable. Desde entonces, ciertamente, no cesan las
críticas antimarxistas contra el Economista Marx de relativo bajo éxito
revolucionario, pero cuando esa crítica antimarxiana se la hace contra el
Marx ateo, entonces a ella se suma toda la ingente población de todos las
deidades, de todas las nacionalidades, de todos los colores étnicos, de todas
las personas independientemente de la cuantía de su
patrimonio, e indiferentemente de que estos religiosos explotados,
proletarios, profesionales, técnicos, porque estas religiones las
practican todos ellos por igual, los pobres y los ricos.
Digamos que las diferencias sociales clasista quedan al
margen cuando se critica y niega al Marx ateo, y poco se discute al Marx de El
Capital. Esta segunda crítica ha quedado para los intelectuales de izquierda,
pocos de los cuales, a su vez, han sabido interpretar una obra económica que no
es nada expedita en su exposición ni contenido, una lectura de El
Capital que poco les podría interesar si su éxito los llevara al
ateísmo.
Así, pues, paradójica y subrepticiamente, a Marx se le ha
pretendido banalizar su Crítica a la
Economía Política, y desde la misma aparición de El Capital (1867), apologistas tarifados, nobeles incluidos, han
buscado negar la explotación del asalariado, han formulado problemas
irresolubles como el de la transformación [1], y, sobre todo, se aferran
obsoletamente al mercado como fuente de ganancias y a la fábrica como fuente de
riqueza de las naciones.
Pero, cuando el asalariado se levanta para ir a la fábrica,
primero reza u ora y en estas oraciones niega a Marx, y en esta negativa niega
alienadamente que otros cristianos como sus patronos puedan explotarlo. El
asalariado concurre los mismos días a la misma iglesia, practica los mismos
ritos y ceremonias. En fin, el explotado burgués ve más valores comunes y
solidarios religiosos que valores económicos entre él su correligionario
patrono.
El mismo Marx les desbrozó el camino a sus detractores de la
Economía cuando cita como parte del costo de producción a los instrumentos de
trabajo consumidos durante el proceso productivo, a sabiendas de que
representan un capital constante que no puede arrogarse ganancia alguna, ya que
esta procedería de una parte impaga del nuevo valor agregado por el trabajo
realizado con el uso de la mano de obra, sea esta, burguesa, feudal o esclava.
Al hacerlo, Marx facilitó la partición de la ganancia en
varias fuentes: la materia prima, los instrumentos de trabajo, las diligencias
y habilidades empresariales del capitalista. En cuanto al
asalariado, este es pagado y mal podría, según la versión antimarxista y
antiatea, ser explotado, como no podría llamarse explotado al vendedor de la
maquinaria o de la materia prima.
Si a ver vamos, en aquellos años de finales del siglo XIX,
toda la literatura económica contemporánea, con Adam Smith, David Ricardo y los
numerosos socialistas utópicos predecesores a la cabeza, ya se
coadmitía que la fuente de la riqueza es el trabajo vivo, el del
campesino, el del artesano en principio, y que, luego de que estos fueron
descuartizados en parcelas laborales aplicadas como resultado de la flamante
división del trabajo, pero la desaparecida la cualidad personal como
productores, la paga salarial resultaba más que justa y en consecuencia, la
riqueza, la ganancia, debía buscarse en otras fuentes ajenas a la mano de obra
tan religiosa como la de sus patronos.[2]
Título original: “A Marx, más
lo han fustigado como ateo que como Economista”
Notas
[1] Véase, Manuel C. Martínez M. , PRAXIS de EL CAPITAL
[2] ‘In God we trust’
es epitafio relevante en la los billetes del dólar norteamericano.