Karl Marx ✆ Victor Minca |
Pablo Heller | Marx
denominó a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia “la ley más importante de la economía política”. Dicha ley es la
que más controversias ha suscitado no sólo dentro de la economía convencional
sino dentro de la propia literatura marxista. No es para menos, porque lo que
la ley postula es la tendencia al colapso del capitalismo a partir de sus
propias leyes internas. Las mismas leyes que explican su desarrollo y apogeo
son las que lo conducen a su decadencia y disolución. La tendencia a la baja de
la tasa de ganancia se origina, contradictoriamente, en el propio impulso
capitalista a autovalorizarse e incrementar la ganancia. El método fundamental
para lograrlo es el aumento de la productividad del trabajo, que permite comprimir
el tiempo de trabajo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo y,
de ese modo, aumentar el tiempo de trabajo excedente apropiado por el
capitalista.
La mecanización es el recurso por excelencia del que se vale
el capital para promover ese proceso, y eso supone una inversión creciente en
maquinarias e insumos (capital constante) en proporción mayor que la invertida
en fuerza de trabajo. El producto final
contiene progresivamente una menor
proporción de trabajo vivo con relación al trabajo muerto, es decir, ya
objetivado en materiales y medios de producción.
La creciente composición técnica se refleja, en términos de
valor, en el aumento de la composición orgánica del capital. Lo paradójico,
entonces, es que la propia dinámica de la acumulación, gobernada por el afán de
ampliar los beneficios, socava ese proceso al estrechar la base de acumulación
cuya fuente de progreso es la utilización del trabajo vivo, es decir, la
explotación del trabajo asalariado. Al multiplicarse el número de bienes
enviados al mercado con decrecientes posibilidades de generar beneficios,
aumentan las dificultades para valorizar el capital. Se pone en evidencia que
la composición orgánica del capital, resultante de la acumulación, no hace
aumentar el beneficio lo suficiente como para proseguir la acumulación bajo las
condiciones de producción dadas; o lo que es lo mismo, que se acumuló demasiado
capital con relación a la tasa de explotación existente.
En una economía cuyos actores intervienen en forma ciega y
anárquica, el proceso que describimos emerge como un fenómeno de mercado. El
excedente de capitales aparece bajo una forma invertida, como una escasez de
demanda o sobreproducción de mercaderías (es decir, como un simple
desequilibrio entre oferta y demanda).
Marx señaló una serie de causas contrarrestantes de dicha
tendencia, que se derivan de los factores que inciden en su determinación (1).
Enumera las fuerzas contrarrestantes que elevan la tasa de plusvalía (mayor
grado de explotación; reducción del salario, incluso por debajo de su valor;
sobrepoblación) o inciden en la composición orgánica a través del abaratamiento
del capital constante. También menciona el comercio exterior que incide sobre
ambos factores, o la rotación del capital.
El conjunto de las causas enumeradas tiene límites precisos
y opera como contratendencia, es decir, su acción sólo es transitoria e
insuficiente para invertir la tendencia dominante a la baja de la tasa de
ganancia, que concluye finalmente abriéndose paso.
Es necesario no olvidar que las propias crisis son el modo
convulsivo en que el capital intenta poner freno a esta tendencia y restablecer
una rentabilidad aceptable. Depurado el capital excedente, liquidado una parte
de éste bajo la forma de mercancía que se desecha o fábricas y empresas que
quiebran o cierran, es posible reconstruir la tasa de ganancia. El proceso
recomienza, pero para dar lugar más adelante a una crisis aún más profunda, por
la mayor magnitud (en volumen y valor) del capital excedente y la sumatoria y
el alcance de las contradicciones acumuladas.
Críticas
El proceso de acumulación encierra un movimiento
contradictorio, pues el incremento de la productividad que amplía la masa total
de ganancia provoca la caída de su tasa. Disminuye el precio de los productos y
la plusvalía contenida en ellos, pero aumenta la plusvalía total como
resultante del crecimiento que se opera en el volumen de la producción.
Es en este movimiento contradictorio que se han apoyado
distintas corrientes para cuestionar la validez de la ley decreciente y afirmar
la imposibilidad de formular una ley.
Un primer grupo de objeciones plantea que el aumento de la
tasa de plusvalía compensa el aumento de la composición orgánica del capital.
Se omite en este enfoque el hecho de que el primer indicador tiene límites
precisos con los que no tropieza el segundo. A medida que aumenta la
productividad y la reproducción de la fuerza de trabajo, el costo de la
reproducción de la fuerza de trabajo queda reducido progresivamente a una
mínima expresión de la jornada de trabajo, de modo que cualquier reducción del
trabajo necesario implica subas insignificantes del trabajo excedente.(2)
Un segundo grupo de cuestionamientos se concentra alrededor
del abaratamiento del capital constante. Los sostenedores de esta interpretación,
sin embargo, “…omiten aquí que semejante abaratamiento sólo se efectiviza si
previamente la composición orgánica se eleva, a través de la inversión en
‘máquinas que producen máquinas’. La desvalorización compensatoria que se
produce por el aumento general de la productividad es un efecto posterior,
mientras que la inversión requerida para que este impacto se materialice es
siempre anterior. Por eso, el abaratamiento individual de cada máquina coexiste
con la mayor inversión total en estos instrumentos, en comparación al gasto
comprometido en la fuerza de trabajo. Por otra parte, si bien el capital
circulante (materias primas) tiende a perder relevancia a medida que avanza la
tecnificación del proceso productivo, enfrenta también un límite estructural a
su desvalorización, que deriva de su dependencia de los recursos naturales no
renovables”.(3)
Otra objeción en boga está vinculada con la idea de que los
capitalistas nunca escogerían emplear una técnica de producción que disminuya
su tasa de ganancia. Por consiguiente, automáticamente, se excluye una tasa de
ganancia decreciente. “El error fundamental en este caso reside en el supuesto
de que el progreso técnico es simplemente una cuestión de elección y no de
necesidad. La necesidad de la competencia empuja al capitalista a escoger la
técnica de menor costo unitario, aunque esto implique una tasa de ganancia
menor. Quien lo haga primero venderá más que el resto. Entonces, la única
elección de los demás capitalistas es la de tener alguna ganancia con menor
tasa o no tener absolutamente ninguna ganancia porque su producto cuesta
demasiado.”(4) Además, es preciso no olvidar que en una economía regida por la
anarquía del mercado, la intención y la acción individual de los capitalistas
no coinciden con su resultado final. Las leyes que gobiernan la economía se
imponen a espaldas y, muchas veces, en contra de sus propios actores. Los
beneficios extraordinarios que puede reportarle a un capitalista una nueva
técnica tienen un carácter transitorio y quedan neutralizados cuando ésta pasa
a ser un patrimonio de los demás capitalistas. Eso se refleja en una caída de
los precios, una vez que dicha técnica se ha difundido al conjunto de la rama o
actividad considerada. Los beneficios vuelven a su normalidad pero sobre la
base de una inversión mayor.
Este tipo de objeciones se enuncia matemáticamente en el
llamado teorema de Okishio, que
se apoya en una estructura analítica que omite el capital fijo y que embellece
los mecanismos de la competencia capitalista. La prueba de Okishio se basa en
un modelo de “sólo capital circulante”. Al hacer abstracción del capital fijo,
Okishio hace abstracción de la maquinaria y, por lo tanto, de los medios por
los cuales se disminuye el flujo de costos. Marx comenta que “por cuanto la
maquinaria, además, se desarrolla con la acumulación de la ciencia social, de
la fuerza productiva en general, [esta] fuerza productiva de la sociedad se
mide en capital fijo [y] existente en forma objetiva”(5). Con la ausencia del
capital fijo, “se hace abstracción de los costos del desarrollo de las fuerzas
productivas y únicamente son capturados en este marco conceptual los beneficios
(en la forma de precios de costos reducidos). Esta formulación unilateral se
manifiesta naturalmente como un alza ineluctable de la tasa de ganancia.”(6)
Por otro lado, los capitalistas individuales sacan provecho
de los menores costos unitarios generados por un nuevo método de producción
rebajando sus precios y expandiendo su participación en el mercado. Para citar
a Marx: “La batalla de la competencia es librada mediante el abaratamiento de
las mercancías”; en ella “un capitalista puede expulsar a otro del campo y
capturar su capital solamente vendiendo más barato”. Y “a fin de poder vender
más barato sin arruinarse, debe (…) aumentar la fuerza productiva del trabajo
tanto como sea posible”, lo que a su vez es logrado “sobre todo por medio de la
mayor división del trabajo, por la introducción y mejoramiento más universal y
continuo de la maquinaria”.(7)
Nótese que el comportamiento recortador de precios es un
aspecto intrínseco de la noción marxista de competencia. Tal comportamiento
está excluido por principio de la noción neoclásica de “competencia perfecta”
sobre la cual la mayoría de los escritores neo-ricardianos y neo-marxistas
basan sus representaci ones de competencia.
“En efecto, si se asume que se espera que los precios sean constantes aun en el caso de cambio técnico (comportamiento tomador de precios perfectamente competitivo), el comportamiento maximizador de tasa de ganancia lleva necesariamente a elevar la tasa general de ganancia para cualquier salario dado. Por otro lado, si se supone que se espera que los precios caigan con el cambio técnico (comportamiento recortador de precios), el mismo comportamiento maximizador de tasa de ganancia favorecerá las técnicas que tengan menores costos unitarios.”(8)
De un modo general, las críticas expuestas, particularmente
las expresadas en último término, son el punto de partida para la formulación
de otra interpretación conocida como “estrangulamiento de la ganancia por
presión salarial” (profit squeeze), que atribuye la caída de la tasa de
ganancia al comportamiento alcista de los salarios. Descartados los otros
factores, la contracción de los beneficios capitalistas residiría en los
ascensos de las remuneraciones en el marco de la disputa entre capitalistas y
asalariados por la distribución del ingreso. Por esta vía, los mecanismos
responsables de la crisis pasan de la esfera de la producción a la de la
distribución. Este enfoque fue expuesto por Dobb, parcialmente por Sweezy, y
retomado en forma más reciente, entre otros, por los teóricos de la regulación,
quienes plantean la influencia determinante del régimen salarial sobre la tasa
de ganancia. Los cambios en la distribución de ingresos pueden esclarecer las
oscilaciones en el nivel de rentabilidad en el corto plazo pero no dan cuenta
de sus tendencias de largo plazo.
“Para Marx, la lucha de clases por el salario real opera dentro de ciertos límites objetivos, los límites marcados por la acumulación de capital. Esos límites son intrínsecos al propio capitalismo y sólo pueden ser superados derribando a éste.”
“Esta es precisamente la observación que hace Marx en el Tomo I de El Capital, en la primera parte del capítulo titulado La ley general de la acumulación capitalista (C. XXIII, sección I), cuando señala que los salarios reales sólo pueden subir si no interfieren con el progreso de la acumulación (T. I, Vol. 3, pág. 768). La cuantía de acumulación es la variable independiente y la magnitud del salario la variable dependiente, y no al revés.”(9)
No es ocioso agregar que esta concepción acuñada por
sectores que se jactan de su filiación “progre” o marxista guarda una asombrosa
semejanza con los planteos neoliberales que sostienen que la actual crisis
tiene su origen en aumentos superiores de los salarios con relación a la
productividad y la extrema rigidez de los regímenes laborables vigentes y su
incapacidad para ajustarse a los requerimientos de mercado. La “corrección” de
los salarios sería el punto de arranque para darle un nuevo impulso a la
economía capitalista. El “profit squeeze” conduce a estas conclusiones
reaccionarias.
Otros autores han puesto el acento, como rasgo saliente para
explicar la ley, en el peso creciente de las actividades “improductivas”, que
no producen plusvalía.(10) La declinación tendencial de la tasa de beneficio ya
no sería patrimonio del proceso global de trabajo organizado bajo su forma
capitalista sino tan sólo de su fracción improductiva. Esta oposición entre
trabajo productivo e improductivo es totalmente artificial, puesto que la
extensión de las actividades improductivas es una expresión de la impasse del
propio capital productivo, que socava las bases de su propia valorización. Es
decir, la extensión del trabajo improductivo es una consecuencia y no la causa
de la caída de la tasa de ganancia. Más aún, la función del trabajo
improductivo, al igual que la economía especulativa en expansión, es atenuar la
declinación de la tasa de ganancia hasta que, dialécticamente, su acción
concluye provocando un efecto contrario.
El énfasis puesto unilateralmente en el trabajo improductivo
conduce a embellecer el rol del capital productivo y atribuirle a éste la
capacidad de revertir esta tendencia y restablecer una nueva fase expansiva de
los negocios. Este es el punto de vista de aquellos que sostienen que hay que
pasar de una “economía de especulación” a otra de “producción”, cuyos adeptos
van desde sectores de la burguesía imperialista hasta izquierdistas en el Foro
de San Pablo y Attac.
Mandel y las ondas
largas
Mandel ha procurado conciliar la declinación de la tasa de
ganancia con su teoría de las ondas largas. Reintrodujo en la literatura
marxista la noción sobre la existencia de un comportamiento oscilante en el
largo plazo de la economía capitalista donde fases de ascenso son seguidas por
fases de contracción capitalista. Mandel llegó a periodizar ese fenómeno,
identificando en la historia del capitalismo fases de esa naturaleza con una
duración de 25 años, de modo que un ciclo completo abarcaría aproximadamente 50
años. El último ciclo de esa naturaleza habría sido el iniciado en la
posguerra, con una etapa de prosperidad que se agotó en el ‘70 y que desembocó
en la actual etapa depresiva que aún estamos atravesando.
Este comportamiento cíclico estaría gobernado por la
evolución de la tasa de ganancia a largo plazo, lo cual tendría el mérito,
según el autor, de proporcionar una explicación global de la dinámica
capitalista a partir de una categoría económica determinante, que resume todas
las tendencias del capitalismo. El lugar que le atribuye a la tasa de ganancia
parte, entre otras, del reconocimiento de que bajo el capitalismo no es
concebible un largo período de acumulación sin beneficios ascendentes, y lo
mismo vale, en sentido inverso, para los períodos de depresión.
Lo que distingue, según Mandel, la tasa de corto y largo
plazo es la incidencia de los factores extraeconómicos en su evolución. En el
primer caso, las fluctuaciones son centralmente dictadas por causas económicas
propias de la dinámica capitalista, responsables de los procesos de
valorización y desvalorización del capital; en el segundo caso, pasan a tener
un peso gravitante los acontecimientos políticos y sociales, que Mandel
identifica como factores “endógenos” y “exógenos”, respectivamente.
Para Mandel, los ascensos de las llamadas ondas largas
serían “exógenos”, provocados por factores extraeconómicos, en contraste con
los descensos, que tendrían su origen en las llamadas causas “endógenas”.
No son pocos los que han señalado las contradicciones de
esta interpretación, su base empírica endeble (no hay ninguna expresión
estadística, que al menos otros sostenedores de ese enfoque, en el pasado, sí
habían intentado), su eclecticismo y confusión teóricos, y por sobre todo su
impresionismo con relación a la prosperidad económica de la posguerra (que
condujo a Mandel a sostener que se abría una nueva etapa histórica que
identificó como “neocapitalismo”). (11)
En lo que respecta al objeto específico del presente
análisis, todos los vicios apuntados también están presentes y amplificados.
Una interpretación como la señalada, que gira en torno a una
sucesión cíclica que se extiende por largos períodos históricos, está hablando
de una “regularidad”, y tal regularidad supone un regulador interno, que no
puede sino provenir de fuerzas internas inherentes a la dinámica capitalista.
Si los factores “exógenos”, como Mandel gusta llamarlos, tienen un peso determinante,
sería inútil hablar de ondas, ya que habría que remitirse a la peculiar
combinatoria de estos factores, determinados por los avatares de la lucha de
clases (salvo que a alguien se le ocurriera considerar la existencia de “ondas
largas” pero… en la lucha de clases; Mandel, al menos, no se atrevió a ir tan
lejos).
La distinción, por lo tanto, que se pretende hacer entre
ciclos cortos y largos es caprichosa. A lo sumo, asistiríamos a una diferencia
de grado pero no de calidad, originada en la influencia que ejercen los
acontecimientos políticos y sociales.
Mandel no logra superar estas contradicciones, pero, de
todos modos, importa señalar que si el comportamiento de la tasa de ganancia en
el largo plazo fuera cíclico, ya no sería pertinente hablar de una declinación
de la tasa de ganancia. Las crisis capitalistas no serían una manifestación de
la tendencia histórica del capitalismo en dirección a su agotamiento y colapso
en cuanto modo de producción, sino una señal de su vitalidad, pues serían solamente
la antesala y el puntapié inicial de una nueva etapa expansiva.
“El método de Mandel culmina en una exacta inversión del método marxista. Si éste demostraba que todos los factores del desenvolvimiento del capitalismo se transformaban por su propia dialéctica interna en factores de crisis, Mandel va a procurar demostrar cómo todos los factores de crisis se transforman en factores de desenvolvimiento.”(12-13)
La ley de la tasa decreciente no es una ley paralela que se
desenvuelve al margen de la teoría del valor sino una expresión – y, a la vez,
un corolario – de ésta. Marx deriva todos los fenómenos capitalistas de la ley
del valor. Mandel, en cambio, introduce como “novedad” teórica “seis
particulares leyes de desarrollo” o variables fundamentales del sistema
capitalista. Pone énfasis en que “hasta cierto punto, naturalmente, no de un
modo totalmente autónomo y con total independencia unas de otras, sino en un
juego continuamente articulado por las leyes del desarrollo del modo de
producción capitalista – todas las variables fundamentales de este modo de
producción pueden jugar parcial y periódicamente el papel de variables
independientes”. (14) Por variables fundamentales entiende Mandel la
composición orgánica del capital en general y en los dos sectores (medios de
producción y bienes de consumo); la distribución del capital constante entre el
capital fijo y el circulante, de nuevo en general y en particular para ambos
sectores; la evolución de la tasa de plusvalía; la evolución del tiempo de
rotación del capital, y las relaciones de intercambio de ambos sectores de la
producción. La historia y la ley del capital sólo pueden ser entendidos y
captados … a partir de esas seis variables.
El amontonamiento y superposición de variables, lejos de
ayudar a desentrañar la dirección del desarrollo capitalista, concluyen por
oscurecerlo. Así como sería imposible entender los precios a partir de
sus múltiples oscilaciones (lo que obliga a identificar su regulador interno,
abstrayéndose del juego de la oferta y la demanda), del mismo modo hay que
obrar cuando se aborda el desenvolvimiento general capitalista.
“Mientras que haciendo uso del análisis del valor es posible extraer conclusiones acerca de la tendencia general del desarrollo del capital, a partir de los movimientos correspondientes de las variables de Mandel la consideración particular de tales variables impide concluir nada en relación con la tendencia del desarrollo, quedándose en una mera descripción de situaciones de hecho.”(15)
Mandel da algunos ejemplos para demostrar la justeza de su
tesis. Aduce que en todo momento la tasa de plusvalía es una función de la
lucha de clases. “Si se la considera como una función mecánica de la tasa de
acumulación, se confunde las condiciones objetivas que pueden conducir a un
determinado resultado (…) con este mismo resultado. El hecho de que una tasa de
plusvalía aumenta efectivamente depende, entre otras cosas, del grado de
resistencia que la clase obrera oponga a las pretensiones del capital.”(16) Así
se dan para Mandel “muchas variaciones” en la determinación de la tasa de
plusvalía, tal como lo ilustra también “la historia de la clase obrera de los
últimos 150 años”. Pero esta historia muestra también que la acumulación, a
pesar de las interrupciones de las crisis, ha sido un proceso continuo que ha
tenido como premisa una tasa de plusvalía adecuada…
En realidad, el salario puede situarse por encima o por
debajo del valor de la fuerza de trabajo, pero jamás puede desplazar – sin
poner en cuestión a la misma sociedad capitalista – la plusvalía por debajo de
las condiciones de acumulación del capital. Esta frontera de la evolución de
los salarios no viene dada sólo por la relación de oferta y demanda de la
fuerza de trabajo y por tanto determinada por la acumulación, sino ya por el
control capitalista sobre los medios de producción. De esta manera, es posible
prescindir de las “muchas variaciones” de la evolución de la plusvalía a través
de las luchas de clases en la exposición del proceso de acumulación sin que por
ello esa exposición pierda su vinculación con la realidad. (17)
Vamos a referirnos ahora a otro de los ejemplos propuestos
por Mandel: “La tasa de crecimiento de la composición orgánica del capital –
según este autor – no puede ser definida simplemente como una función del
progreso técnico condicionado por la concurrencia. El progreso técnico impulsa
ciertamente a la sustitución de trabajo vivo por trabajo muerto con la
finalidad de rebajar los costes (…). Pero el capital constante se compone de
dos partes (…), una fija y una circulante. El crecimiento rápido del capital
fijo y el rápido aumento, determinado por este crecimiento, de la productividad
del trabajo social, no tiene, por tanto, ninguna implicación definitiva sobre
las tendencias del desarrollo de la composición orgánica del capital”. La
conclusión, entonces, es que no se puede sacar ninguna conclusión; estamos… en
el reino de la incertidumbre.
Lo más notable de la teoría económica mandeliana es que está
constituida de tal modo que de ella se puede concluir todo y no se puede
concluir nada, lo que le sirve a Mandel para salir de cualquier apuro.
La reivindicación que hace Mandel de la ley decreciente de
la tasa de ganancia, y que puede encontrarse en diferentes pasajes de sus
obras, no es un obstáculo para que, a renglón seguido, dicha aseveración sea
desmentida, aunque, por supuesto, envuelta bajo un ropaje “dialéctico”.
En este contexto, la declinación de la tasa de ganancia pasa
a ser una fórmula vacía de contenido y hasta su contraria. “De aquí se desprende
que la ley de la baja tendencia de la tasa media de ganancia es menos una
explicación directa de las crisis de sobreproducción propiamente dichas, que
una revelación del mecanismo básico del ciclo industrial como tal; dicho de
otro modo, la revelación del modo de crecimiento económico específicamente
capitalista, es decir desparejo, inarmónico, que lleva inevitablemente a
sucesivas fases de declinación de las tasas de ganancia, y recuperación de la
tasa de ganancia como resultado, precisamente, de las consecuencias de la
declinación anterior.”(18)
Esta caracterización de los ciclos industriales (cortos),
Mandel la hace, por supuesto, extensiva a los “largos”.
“Hay abrumadora evidencia de que por lo menos en tres ocasiones – después de las revoluciones de 1848; alrededor de 1893, y al comienzo de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, a fines de los cuarenta en Europa occidental y Japón – hubo un aumento significativo en la tasa media de crecimiento de la producción capitalista (…). Y un aumento a largo plazo de la tasa de acumulación de capital es inconcebible, en el marco de la teoría económica marxista, sin un brusco y sostenido ascenso, en lugar de declinación, de la tasa media de ganancia”. “…Debemos examinar las condiciones imperantes inmediatamente antes de esos tres puntos de inflexión y al comienzo de las tres ‘ondas largas expansionistas’. De ese modo podremos comprobar en qué medida las ‘Causas contrarrestantes’ enumeradas por Marx se combinaron en una forma particular para neutralizar, o incluso invertir, por un período más largo de lo que normalmente ocurre a cierta altura del ciclo industrial, la baja tendencial de la tasa de ganancia.”(19)
La afirmación de que la ley se impone en “última instancia”,
sirve como escudo, en nombre de la “autonomía” de las variables que enunciamos,
para que la dirección general del proceso pase a ser un enigma y se vuelva
totalmente incierta e indeterminada.
Robert Brenner y la
competencia
La concepción de Robert Brenner(20) es presentada por The
New Left Review como
“…un marxismo original que tiene poco en común con lo que frecuentemente se ha hecho pasar como deducciones ortodoxas de El Capital. Ningún axioma de la crisis basada en el aumento de la composición orgánica, en la subsecuente caída de la rentabilidad de la inversión capitalista, se va a hallar aquí”.(21)
Brenner plantea una contradicción en la formulación
marxista:
“Marx era, por supuesto, ferozmente antimalthusiano. El carácter malthusiano de su teoría de la tasa de ganancia es en consecuencia altamente incongruente, si bien lógicamente inevitable, dado que contempla la caída de la rentabilidad como resultado de una caída en la productividad, tomando en cuenta tanto los insumos de capital como la mano de obra (…) Esto exige suponer – lo cual es otra vez paradojal en términos de las propias premisas de Marx – que los capitalistas adoptan nuevas técnicas que hacen bajar su propia tasa de ganancia – y terminan reduciendo la productividad de conjunto”.(22)
Importa destacar, antes que nada, que Marx partió del criterio
inverso al de Malthus. (23) “La tasa de ganancia cae, aunque la tasa de
plusvalía siga siendo la misma o aumente, porque la proporción de capital
constante asciende con el desarrollo de la potencia productiva del trabajo. La
tasa de ganancia de este modo cae, no porque el trabajo se vuelve menos
productivo, sino porque se vuelve más productivo.”(24)
La contradicción no es de Marx sino del propio Brenner,
quien confunde productividad con rentabilidad. Esta confusión es la que tienen
los teóricos neo-ricardianos – de los cuales Brenner se nutre – , los cuales
colocan un signo igual entre las variables económicas en términos físicos y de
valor, y consecuentemente con ello, identifican la ganancia con su excedente
material. Obviamente, queda a un lado la ley del valor, pero en dicha ley está
la clave de la resolución del problema. La dicotomía entre productividad y
rentabilidad proviene – y no es más que su corolario – de la dicotomía propia
de la producción mercantil, donde las mercancías son una unidad contradictoria
de valor de uso y de valor de cambio. El aumento de la productividad
desenvuelve esa contradicción, que se expresa en el hecho de que la disminución
operada en el valor de cambio de las mercancías tiene como contrapartida un
incremento del volumen de los valores de uso. La productividad, cualquiera sea
la forma de medirla (ya sea con relación a la fuerza de trabajo, al capital o
ambas variables en forma conjunta), aumenta. No ocurre lo mismo cuando pasamos
de las unidades físicas al valor. Dicho valor desciende con el aumento de la
productividad, pero aun esto es insuficiente para indicarnos su rentabilidad,
que no está asociada al total del trabajo incorporado en un bien sino sólo al
trabajo vivo generado por los obreros. Esta fracción es la que progresivamente
desciende empujando hacia abajo los márgenes de beneficio. El único medio que
tiene el capital para compensar esa caída de la ganancia unitaria y aumentar la
masa total de beneficios es ampliando todavía más, en una proporción mayor, los
volúmenes de producción; en otros términos, redoblando los ritmos de
acumulación, lo que conduce a reproducir la misma contradicción en forma
agravada hasta que ésta se torna insostenible y estalla una crisis.
¿Qué plantea Brenner
como alternativa?
“(Yo) ofrezco un acercamiento alternativo, el cual toma como punto de partida la improvisada, descoordinada y competitiva naturaleza de la producción capitalista, y la particular incapacidad de los inversores individuales de reparar sobre los efectos de su propia búsqueda de ganancias en las ganancias de otros productores y de la economía en su conjunto.”(25)
“Aquí no es la relación vertical existente entre capital y trabajo la que decide el destino de las economías modernas, sino la relación horizontal entre capital y capital. Es la lógica de la competitividad, no la de la lucha de clases, la que rige los más profundos ritmos de crecimiento o recesión.”(26)
Brenner prescinde de la teoría del valor y se desplaza a la
economía burguesa, donde las categorías de trabajo incorporado, valor y
plusvalía son sustituidas por costos de producción, precios y ganancias,
perdiendo estas últimas toda conexión dialéctica con las primeras. En el marco
de este esquema teórico, el capital aparece en su versión fetichizada (cosificada)
como mera función y combinación técnica, en la que todos los factores
contribuyen a la generación del beneficio. La explotación del trabajo
asalariado desaparece como fundamento de la creación de la riqueza. No por
casualidad el autor le resta importancia a la relación capital-trabajo
(relación “vertical”, en las palabras de Brenner) como motor de la acumulación
capitalista.
Brenner toma distancia de los teóricos del “profit squeeze”
pero comparte su matriz teórica. Como rechaza sus conclusiones, procura
fabricar una nueva interpretación fundada en el “desarrollo desigual” y la
“competencia”. Lo primero que debe decirse es que dicha interpretación no es
nueva sino que ya tiene suficientes antecedentes, empezando por Adam Smith,
quien pretendió deducir la caída de la tasa de ganancia precisamente de la
competencia. Marx refutó esta concepción explicando que las mismas causas que
producen el descenso de la rentabilidad son las que terminan por restablecerla.
La movilidad del capital conduce a una nivelación de la tasa de ganancia dentro
de una esfera de actividad y de la economía en su conjunto. Brenner pretende
ver en los obstáculos que se presentan a esa nivelación, que atribuye a las
particularidades del capital fijo (y las dificultades que eso plantea para su
movilidad), el origen de la declinación de la tasa de ganancia. Pero dicho
fenómeno, por más relevancia que revista, sólo puede tener un carácter
transitorio y no puede alterar la dirección general del proceso. Los
capitalistas con costos mayores no tienen más remedio que restablecer sus
niveles de rentabilidad o están condenados a desaparecer. Nuevamente, está
ausente en el razonamiento la ley del valor, pues este esquema presupone que
los precios se sitúan en forma perpetua por debajo de su valor.
La anarquía derivada de la competencia es un presupuesto
para el análisis y no el análisis mismo. Es un dato del problema y no la
resolución del mismo. No por capricho Marx prescindió de la concurrencia (tanto
de mercancías como de capitales) para dilucidar las leyes fundamentales del
modo de producción capitalista; Marx funda su análisis en el capital en
general, es decir, en una categoría abstracta, sin tomar en consideración si
estamos frente a un “capital individual” o frente a una “multiplicidad” de
ellos.
Tasa de ganancia y
etapa histórica
La tendencia decreciente de la tasa de ganancia expresa la
tendencia al colapso del capitalismo por obra de sus propias fuerzas internas.
“El límite del capital es el capital mismo”. Como tal, esta ley tiene una
incidencia decisiva para caracterizar las diferentes etapas históricas del
capitalismo.
No se trata de limitarse a un mero registro estadístico
(sobre el grado de caída de la tasa de ganancia) sino de sacar todas las
conclusiones sobre las condiciones históricas en que se desenvuelve la
acumulación del capital. La caida de la rentabilidad es, por sobre todas las
cosas, un indicador cualitativo, es decir, si estamos en presencia de un
régimen en maduración y desarrollo o en plena declinación y en descomposición.
(27)
Si la ley opera, la declinación de la tasa de ganancia debe
traducirse en crecientes obstáculos, cada vez más insalvables para la
valorización del capital. Y esto es lo que presenciamos en la economía actual.
El peso de los factores extraeconómicos, empezando por el creciente
intervencionismo del Estado, el endeudamiento sin precedentes en la historia,
la hipertrofia financiera, el crecimiento del capital ficticio (28), pero por
sobre todas las cosas la amplitud de la confiscación de las masas (que ha
provocado un retroceso de sus condiciones de vida y del nivel de civilización –
incluyendo los propios países industrializados – ), todo esto es un síntoma de
que el capital no puede sostenerse por sí mismo y que necesita de las muletas
de una contrarrevolución y de la guerra.
Pero los formidables recursos de Estado que han sido puestos
en movimiento, apenas han permitido que la economía mundial crezca a un magro
dos por ciento, se revelan cada vez más ineficaces para dinamizar el
capitalismo y, lo que es más grave, se han terminado convirtiendo en factores
del agravamiento de su crisis. “El desarrollo financiero facilita el pasaje del
capital de una rama de producción sobreexpandida o no rentable a otra en
desarrollo o que ofrece mayores beneficios; moviliza con mayor rapidez esos
capitales; ayuda a superar dentro de sus propios límites (conciliar) la
contradicción entre la creación y la destrucción de capitales (absorciones);
extiende los límites del consumo más allá de los salarios que paga a la
población trabajadora; desenvuelve una acumulación de capital propia (ficticia)
que actúa como un crédito sui géneris tanto para la producción como para el
consumo. Este desarrollo (parasitario porque no crea valor) actúa como factor
contrarrestante de la crisis capitalista hasta que se transforma en el
principal factor de su estallido. Esto ocurre cuando la sobreacumulación de
capital que no asume una forma productiva directa, y que se ha sobreacumulado
para contrarrestar los límites impuestos por la sobreacumulación de capital
productivo, alcanza proporciones incompatibles con la plusvalía total que este
último puede arrancar a la fuerza de trabajo. Se percibe entonces que el
capital financiero, en sus diversas formas, se ha transformado en una gigantesca
hipoteca que traba más allá de toda posibilidad la reproducción del capital en
general. Su derrumbe constituye, por eso mismo, la etapa final de una crisis
que ha tenido ya un largo proceso de incubamiento, así como la condición
destructiva para iniciar una nueva etapa.”(29)
La misma mecánica puede constatarse en el gasto público.
Porque si, por un lado, permite aumentar la demanda y ampliar las fronteras de
la producción, sustrae, por el otro, ya sea a través de impuestos o de la deuda
pública, recursos que dejan de funcionar como capital. Al hombre de negocios,
considerado individualmente, le es indiferente que la demanda efectiva esté
financiada por sectores privados o estatales. De la misma forma, para el
banquero es absolutamente igual que los créditos le sean concedidos a
empresarios privados o del Estado, mientras sean “seguros” y le permita
cosechar el tipo de beneficio apetecido. No es lo mismo si se considera a la
economía en su conjunto, pues el beneficio sólo lo produce el sector privado.
De allí la tendencia a las privatizaciones, que tiende a transformar
actividades no lucrativas en actividades rentables. Del mismo modo se explica
la negativa del capital ya no sólo a ampliar el pago de impuestos sino a pagar
los ya existentes. El capital procura no sólo no aportar al Estado, sino que
exige que sea éste, el Estado, el que aporte a su sostenimiento (subsidios,
exenciones impositivas, etc.). Este proceso mina las bases de sustentación del
Estado y no sólo lo inhabilita para cumplir su rol de salvataje del régimen de
explotación sino que termina contribuyendo a su hundimiento, acumulando un
endeudamiento cada vez mayor que se convierte en una carga insostenible para la
economía tomada en su conjunto, incluyendo a la propia clase capitalista.(30)
Todas estas contradicciones, que han adquirido
características explosivas, son una medida de la impasse capitalista. El exceso
de productos invendibles que inundan los mercados, cualquiera sea la rama o
actividad considerada, y de capitales sobrantes que no encuentran una
colocación redituable, es un indicador de la actualidad y vigencia de la ley
formulada por Marx, que hace su trabajo de topo, a pesar de lo que digan sus
detractores.
“La perspectiva de esta etapa no es que el sistema pueda colapsar o no colapsar (si es que se puede hablar en estos términos) sino la forma que tomará ese colapso (revolucionaria o contrarrevolucionaria) con guerras internacionales o con revoluciones en los países más importantes.”(31)El problema que resume todos los problemas es de carácter subjetivo y se sintetiza en la construcción de una dirección internacional de la clase obrera, la refundación de la IV Internacional, tarea cuyo escenario de desarrollo es la mayor crisis mundial del capitalismo, preñado de alternativas revolucionarias.
Notas
1. Es útil, a los fines de entender la naturaleza y acción
de esos factores, descomponer la fórmula de la tasa de ganancia. Partiendo de
la expresión inicial G= p/(C+V)
- que relaciona la plusvalía con el total del capital
invertido – y dividiendo ambos miembros por el capital variable, la tasa de
ganancia se convierte en: G= (P/V)/(C/V+1)
En esta segunda expresión se constata que la tas a de ganancia guarda una relación directa con la tasa de plusvalía e inversa con la composición orgánica del capital.
En esta segunda expresión se constata que la tas a de ganancia guarda una relación directa con la tasa de plusvalía e inversa con la composición orgánica del capital.
2. Rosdolsky desenvuelve extensamente este tema en su
conocido trabajo sobre el Capital.
“El plustrabajo que un obrero puede realizar tiene
determinados límites; por una parte la duración de la jornada laboral, por la
otra la porción de la misma necesaria para la reproducción de la propia fuerza
de trabajo. Si la jornada normal de trabajo comprende, por ejemplo, 8 horas,
ningún aumento de la productividad puede exprimirle al obrero mayor plustrabajo
que 8 menos tantas horas como correspondan a la producción del salario. Si la
técnica de producción lograse reducir el tiempo de trabajo necesario de, por
ejemplo, 4 horas a media hora, el plustrabajo (en el caso de una jornada
laboral de 8 horas) aún seguiría constituyendo no más de 15/16 de la jornada
laboral. Ascendería de las 4 horas originarias a 71/2, vale decir que ni
siquiera se duplicaría. Pero al mismo tiempo, la productividad del trabajo
debería crecer monstruosamente (como ya lo destaca Marx en los Grundisse).
‘Cuanto mayor sea el plusvalor del capital antes del aumento de la fuerza
productiva – escribía allí – (…) o cuanto menor desde ya la fracción de la
jornada de trabajo que constituye el equivalente del obrero (…) tanto menor es
el crecimiento del plusvalor recibido por el capital gracias al aumento de la
fuerza productiva. Su plusvalor se eleva, pero en una proporción cada vez menor
respecto al desarrollo de la fuerza productiva. Por consiguiente, cuanto más
desarrollado sea ya el capital (…), tanto más formidablemente tendrá que desarrollar
la fuerza productiva para valorizarse a sí mismo en ínfima proporción, vale
decir, para agregar plusvalor, porque su barrera es siempre la proporción entre
la fracción del día – que expresa el trabajo necesario – y la jornada entera de
trabajo. Unicamente puede moverse dentro de este límite.”
(Roman Rosdolsky, Génesis y estructura de El Capital de
Marx, Ed. Siglo veintiuno, pág. 450-451.
3. Claudio Katz, Herramientas N° X, “Una interpretación
contemporánea de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia”,
pág. 148.
4. Anwar Shaikh, Valor, Acumulación y Crisis. Ensayos sobre
economía política, Ed. Tercer Mundo, págs. 285-286.
5. K. Marx, Grundisse. Vol. 2, pág. 22.
6. Anwar Shaikh, Valor, Acumulación y Crisis. Ensayos sobre
economía política, Ed. Tercer Mundo, pág. 315.
7. K. Marx, Trabajo Asalariado y Capital.
8. Anwar Shaikh, Op. Cit., pág. 346.
9. Anwar Shaikh, Op. Cit., Ed. Tercer Mundo, pág. 284.
10. Mosley, “The decline of the rate of profit in the
postwar economy”, Capital and Class N° 48.
11. Para una visión crítica más integral del planteo de
Mandel se puede consultar los trabajos de Richard Day, Teoría de los grandes
ciclos, Ed. Akala, y Paul Mattick, Crítica de los neomarxistas, Ed. Península;
o el trabajo más reciente de O. Coggiola en torno a las “ondas largas” en
Neoliberalismo o crisis de capital, Ed. Xama. Al respecto Coggiola señala: “Lo
principal es que para justificar su esquema teórico preconcebido Mandel se vio
obligado a considerar unilateralmente los factores de expansión capitalista de
post-guerra (corrida armamentista, inflación mundial) como factores de
desenvolvimiento de las fuerzas productivas y no como factores que evidencian
un profundo anacronismo y parasitismo del modo de producción capitalista que
preparaban, en el marco de los negocios, las bases para una crisis sin
precedentes en la historia del capitalismo por su extensión y profundidad”.
12. Osvaldo Coggiola, Neoliberalismo o crisis del capital,
Ed. Xama, pág. 157.
13. Un ejemplo de este método se puede constatar en un
reciente trabajo de Claudio Katz, quien reivindica el enfoque mandeliano:
“Mientras la tendencia depuratoria contribuye a recomponer efectivamente la
tasa de ganancia, la política opuesta de socorro bloquea este proceso. Pero
ambas orientaciones coexisten, porque expresan los intereses de grupos
empresarios que atraviesan situaciones muy dispares. Hasta tanto la primera
tendencia no prevalezca categóricamente sobre la segunda, los componentes de
crisis y reorganización coexistirán en la determinación del signo de la etapa.
(!!)
La tasa de ganancia es un indicador central para
diagnosticar si una nueva fase del capitalismo ha comenzado. Los índices de
recuperación en el corto plazo son numerosos (!!), pero un juicio sobre la
tendencia en el largo plazo requiere incorporar otros elementos de análisis,
ligados a la mundialización y a la lucha de clases. En el marco teórico de la
ley de Marx y su interpretación contemporánea en un sentido débil, fluctuante y
en períodos históricos es una pieza central de esta caracterización.” (Claudio
Katz, Op. Cit., pág. 165-166). Los destacados y signos de admiración son
nuestros
14. Ernest Mandel, 100 años de controversia en el marxismo.
15. Paul Mattick, Crítica de los neomarxistas, Ed. Península,
página 183.
16. Ernest Mandel, Op. Cit., pág. 38.
17. Paul Mattick, Po. Cit, págs. 184-185.
18. Ernest Mandel, “El Capital: Cien años de controversias
en torno a la obra de Karl Marx”, Ed. Siglo Veintiuno, pág. 204.
19. Ernest Mandel, “El Capital: Cien años de controversias
en torno a la obra de Karl Marx”, Op. Cit., pág. 187.
20. Su libro The Economic of the global Turbulence (la
economía de la turbulencia global) dedicado al estudio de la economía
capitalista desde 1945 hasta el presente, mereció un número especial de la
publicación The New Left Review, la cual presentó su obra diciendo que “la
empresa de Marx había encontrado ciertamente su sucesora”. El libro despertó
grandes elogios hasta tal punto que en Nueva York, revistas de renombre postularon
a Brenner como candidato al Premio Nobel, presentándolo como el primer pensador
capaz de explicar las leyes del movimiento de la economía actual.
21. Robert Brenner, La economía de la turbulencia global,
Ed. New Left Review, pág. II.
22. Robert Brenner, op. Cit., pág. 11.
23. “Malthus (fines del siglo XVIII) veía una inevitable
tendencia al estancamiento o la crisis como resultado de una tendencia
aparentemente inexorable a la caída de la productividad del trabajo en la
agricultura. A medida que los terrenos menos fértiles eran incorporados al
cultivo en respuesta al crecimiento de la población, las ganancias estaban
destinadas a reducirse atenazadas entre las rentas crecientes y el aumento de
los salarios de subsistencia que aumentarían a medida que los alimentos se
volvían más caros de producir.”
24. Karl Marx, Teorías de la plusvalía, Vol. II, pág. 439.
Moscú, 1914.
25. Robert Brenner, La economía de la turbulencia global”,
Ed. New Left Review, pág. 8.
26. Robert Brenner, Op. Cit., pág. III.
27. Algunos autores ha procurado apoyar sus conclusiones con
la evidencia empírica. Uno de los inconvenientes mayores con que ha tropezado
esa línea de investigación reside en la dificultad de traducir las cuentas
nacionales y los indicadores económicos disponibles (elaborados según los
criterios de la economía convencional) a las categorías económicas marxistas
(cálculo del capital y su discriminación entre constante y variable,
determinación de la plusvalía, etc.).
Uno de los estudios más ambiciosos y exhaustivos en la
materia fue hecho por Shaik (se puede ver una síntesis de su investigación en
“Las crisis en las economías capitalistas” (Realidad Económica N° 140,
mayo/junio de 1996), en donde dicho autor estima en el período que va desde la
década del ‘40 a fines del ‘80 un aumento en la composición orgánica de 40 por
ciento y un descenso de la tasa de ganancia promedio que cae del 13 al 4 por
ciento.
28. Si tomamos como punto de referencia la crisis de la
Bolsa de octubre del ‘87, el crecimiento de capital ficticio ha sido
espectacular. El mercado de contratos a futuro, conocido como “derivados”, por
ejemplo – y sólo para tomar un indicador – , pasó de menos de 2 billones de
dólares a 50 billones, es decir, ha superado holgadamente el producto bruto del
planeta. En este tipo de operaciones, tienen una intervención protagónica los
bancos, de modo que un resultado negativo de esta operatoria amenaza la
integridad del sistema financiero mundial. Por tratarse de resultados
“contingentes”, la contabilidad de los bancos no da cuenta de estas
operaciones, pero esto no le resta explosividad a la cuestión. Una de las
versiones señala que la súbita y acelerada decisión de Greenspan de bajar de
tasa de interés, estuvo originada en la comprometida situación del Bank of
America, que habría tenido pérdidas importantes en dichas operaciones.
29. Jorge Altamira, “El alcance de la crisis mundial”, En
defensa del marxismo N° 23, pág. 9.
30. Para un mayor desarrollo sobre el rol del Estado y los
límites de la economía mixta, se puede consultar el libro de P. Mattik Marx y
Keynes.
31. J. Altamira, Op. Cit., pág. 10.
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