16/12/13

Lukács y la dialéctica de la naturaleza de Engels

Friedrich Engels
✆ Estampilla de la URSS, 1935
Joseph Ferraro  |  Como el lector ha de saber, una de las primeras personas que negó, en contra de Engels,que hubiese una dialéctica en la naturaleza, fue Georg Lukács. Su razonamiento para rechazar la existencia de esta dialéctica es bastante sencillo: “la dialéctica materialista es una dialéctica revolucionaria” y, por tanto, trata de la íntima relación que existe entre la teoría y la praxis, no sólo en el sentido de que la teoría se convierte en la ”fuerza material en cuanto que afecta a las masas“, sino que “hay que encontrar además, en la teoría y en el modo como ella afecta a las masas, los momentos, las determinaciones que hacen de la teoría, del método dialéctico, el vehículo de la revolución”. (1) Lo esencial de la dialéctica, como vimos en el párrafo anterior, según Lukács, es su aspecto revolucionario. Pero la claridad acerca de esta función de la teoría ha quedado oscurecida en el Anti-Dühring. En una palabra, la exposición de Engels queda incompleta y, tal vez, hasta inadmisible (Lukács. 1985: 3).

1. La dialéctica equivocada de Engels, según Lukács

Dándonos algunos detalles para defender su postura, Lukács nos dice que en la obra citada, Engels “describe la formación de conceptos propios del método dialéctico poniéndola en contraposición con la ‘metafísica“‘. Engels “subraya con gran energía que
en la dialéctica se disuelve la rigidez de los conceptos (y la de los objetos correspondientes)” y afirma “que la dialéctica es un constante proceso de fluyente transición de una determinación a otra, una ininterrumpida superación de las contraposiciones, su mutación recíproca; y que por lo tanto, hay que sustituir la causalidad unilateral y rígida por la interacción“. Pero en lo que se refiere a la verdadera esencia de la dialéctica, es decir, a la relación del sujeto y el objeto en el proceso histórico, ésta “no es aludida siquiera, y mucho menos, por tanto, situada en el centro de la consideración metódica, como le correspondería“. Lukács nos advierte que sin esa determinación o relación sujeto-objeto en el proceso histórico, se conserven o no los conceptos fluyentes y demás, la dialéctica “deja de ser un método revolucionario“. Desgraciadamente, Engels no busca la diferenciación de la metafísica y la dialéctica conforme la cual aquélla sea puramente contemplativa, ”dejando el objeto intacto e inmutado, y la dialéctica sea transformadora de la realidad“. Así, la tarea principal de la dialéctica se convierte en la de formar conceptos fluyentes y nos quedamos con un asunto puramente científico. Más aún, la dialéctica, tal como es concebida porEngels, puede agudizar la concepción burguesa de “la impenetrabilidad, el carácter fatalista e inmutable de la realidad, sus ‘leyes’ en el sentido del materialismo burgués, contemplativo, y de la economía clásica tan íntimamente relacionada con él” (Lukács, 1985: 4; Schmidt, 1976: 215, 219).

Una vez oscurecida la verdadera significación de la dialéctica, nos dice Lukács, el aspecto revolucionario “tiene que aparecer inevitablemente como añadido inesencial, como mero ornamento de la ‘sociología’ o ’economía marxista’“; y el aspecto revolucionario, inclusive, puede aparecer ”como un obstáculo opuesto a la investigación ‘sobria’, ‘sin prejuicios’, de los hechos“. Los resultados prácticos que se derivan de esta separación de la teoría y la praxis consisten en que es preciso “eliminar del materialismo histórico la dialéctica cuando se quiere fundar una teoría consecuente del oportunismo, del ‘desarrollo’ sin revolución, del ‘crecimiento’ sin lucha hasta el socialismo” (Lukács, 1985: 5-6).

2. Crítica de la postura de Lukács

Sin embargo, nos parece que hay varios defectos en esta crítica de Lukács. Uno radica en que no interpreta las palabras de Engels en el contexto del mismo Anti-Dühring, ni en el de otras obras del mismo Engels maduro. Expliquémonos.

Como el lector recordará, a instancias de su amigo Lafargue, Engels había extraído tres capítulos del Anti-Dühring para formar un folleto cuyo título era Del socialismo utópico al socialismo científico (2). Las palabras de Engels citadas y criticadas por Lukács,referentes a la distinción entre el modo metafísico de pensar y el modo dialéctico, son tomadas de uno de estos capítulos. Si nos restringimos sólo a la consideración de estos tres capítulos del Anti-Dühring, veremos que las afirmaciones de Lukács, relativas a la dialéctica tal como es definida por Engels en esta obra, no son ciertas, es decir, queEngels no concibió la dialéctica en relación con la revolución social.

En los capítulos citados, Engels habla del socialismo moderno como ”fruto del estudio, por un lado, de los antagonismos de clase, que imperan en la moderna sociedad, entre poseedores y desposeídos, burgueses y obreros asalariados, y por otro lado de la anarquía que reina en la producción“ (Engels, 1960: 25 y passim). Pero nos dice también que en los principios de la gran industria, alrededor del año 1800, estos antagonismos todavía no se hallaban bien desarrollados. El proletariado, señala, formando ya una masa desposeída, resultaba “totalmente incapaz todavía para una acción política independiente [y] no representaba más que un sector social oprimido, sufriente, a quien en su incapacidad para valerse por sí mismo, la ayuda tenía que venirle, en el mejor de los casos, de fuera, desde arriba“. No obstante, en la medida en que los conflictos apenas empezaban a brotar, “mucho menos desarrollados estaban aún los medios que habían de conducir a su solución“. Por tanto, los fundadores del socialismo, en este casoSaint Simon, Fourier y Owen, tuvieron que extraer de sus cabezas y no de la realidad misma posibles soluciones de las tareas sociales. “A la inmadurez de la producción capitalista y del proletariado como clase“, nos dice Engels, “correspondió la inmadurez de sus teorías“ (Engels, 1960: 313). Se trata, entonces, de una una protesta moral, de un socialismo utópico en vez de un socialismo científico. Los utopistas eran tales “porque en una época en que la producción capitalista estaba tan poco desarrollada no podían ser otra cosa. Estaban obligados a sacar de su cabeza los elementos de una nueva sociedad, porque en la propia sociedad existente, esos elementos no se manifestaban todavía de un modo evidente para todos” (Engels, 1960: 323).

Sin embargo, Engels también nos presenta la significación de la concepción materialista de la historia y nos dice claramente que ésta es una idea revolucionaria referente a la realidad social. Para la concepción materialista de la historia, “las causas últimas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea cada vez más clara que se forjan de la verdad y justicia eternas, sino en los cambios operados en el régimen de producción y de cambio” (el subrayado es nuestro). Los medios para salir de la explotación capitalista, por tanto, hay que “descubrirlos en los hechos materiales que nos ofrece la producción” (Engels, 1960: 325). Se sigue que la concepción materialista de la historia contiene la ciencia de estos cambios sociales, una ciencia que no tuvieron Saint Simon y los otros utópicos y, de manera concomitante, su socialismo fue igualmente utópico.

Mucho antes que Althusser, Engels sostuvo que la protesta moral no es suficiente para liberar a los proletarios de su encadenamiento al capitalismo y a sus leyes históricas. Para él, la “apelación a la moral y al derecho no nos hace avanzar científicamente ni una pulgada” y, por ello, no nos sirve para adelantar ni una pulgada en la búsqueda de la solución del problema. La ciencia económica, nos dice, no puede encontrar en la indignación moral, por muy justificada que ella sea, razones ni argumentos, sino simplemente un síntoma (Engels, 1960: 182).

La misión de la ciencia económica consiste más bien en demostrar que los nuevos males sociales son consecuencias necesarias del modo de producción vigente, tanto como indicios de su inminente disolución, poniendo al descubierto los elementos de la nueva organización futura de la producción y del cambio que esos males habrán de sufrir, ya que se albergan en el seno del régimen económico que camina hacia su disolución (Engels, 1960: 182-1 83).

¿Cuál es, pues, la solución a estos problemas según Engels? Contrario a lo establecido porLukács, Engels propone en el Anti-Dühring la revolución; pero agrega que:
… si no tuviéramos más garantía en cuanto a la revolución que se avecina y que ha de transformar el régimen actual de distribución de los productos del trabajo, con codos sus contrastes clamorosos de miseria y opulencia, hambre y disipación, que la conciencia de que ese régimen de distribución es injusto y de que, tarde o temprano la justicia acabará por triunfar, nuestra situación nada tendría de envidiable, y podríamos esperar sentados (Engels, 1960: 190).
Para realizar la revolución, sin embargo, es preciso tener una ciencia que trate de las leyes del cambio, y esta ciencia para Engels es la dialéctica. En el modo capitalista de producción se hallan graves contradicciones, por ejemplo entre la producción social y la apropiación individual por el capitalista, que se manifiesta “como el antagonismo entre el proletariado y la burguesía” (Engels, 1960: 329-330). Existe además “el antagonismo entre la organización de la producción dentro de cada fábrica y la anarquía de la producción en toda la sociedad” (Engels, 1960: 332) que se manifiestan en las crisis periódicas del capitalismo. Para que sobrevivan algunas empresas, se llega a una socialización y concentración del capital en las sociedades anónimas. Se forman diferentes tipos de trust por los que la libre concurrencia se trueca en monopolio. Bajo los trusts, “la explotación se hace tan patente, que tiene forzosamente que derrumbarse“; “el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo del mando de la producción” (Engels, 1960: 338); pero esto no resuelve el problema. Según Engels, “el modo capitalista de producción, al convertir más y más en proletarios a la inmensa mayoría de la población, crea la fuerza obligada a llevar a cabo, si no quiere perecer, esa revolución“ (el subrayado es nuestro). El proletariado toma el poder del Estado (Engels, 1960: 341). La revolución proletaria constituye la solución de las contradicciones que existen en el capitalismo, y Engels nos dice que:
… la realización de este hecho, que emancipará al mundo, es la misión histórica del proletariado moderno. Investigar sus condiciones históricas y, con ello, su propia naturaleza -y de ese modo lleva a la conciencia de la clase llamada a la acción, la clase hoy oprimida, las condiciones y la naturalera de su propia acción-, es la tarea del socialismo científico, expresión del movimiento proletario (Engels, 1960: 347).
La ciencia, pues, y con ello la dialéctica en el sentido de Engels, se orienta a la praxis revolucionaria. Luego, las afirmaciones de Lukács de que la distinción entre el modo dialéctico de pensar y el modo metafísico hace de la dialéctica una pura ciencia, un elemento puramente contemplativo, simplemente no son cierras cuando se interpretan las palabras de Engels en el contexto completo del Anti-Dühring. Empleando el modo de explicación de Lukács, se podría ver con facilidad un fatalismo y determinismo en El capital de Marx.) (3)

Tal como habíamos apuntado anteriormente, la crítica de Lukács contra Engels no sólo adolece de no haber entendido las palabras de este último en un sentido más completo delAnti-Dühring sino también de no haberlas tomado en cuenta dentro del contexto de otras obras de madurez de Engels en las que trata el mismo tema. Si analizamos la obraLudwig Feuerbach, publicada en 1888, vemos que Engels claramente habla de la dialéctica como un método revolucionario. Para él, el lado revolucionario de la filosofía deHegel consistía en el método dialéctico (Engels, s/f(b): 408-409, 380-382). Según el pensamiento y la dialéctica de Hegel:
… en el curso del desarrollo, todo lo que un día fue real se torna irreal, pierde su necesidad [de existencia], su razón de ser, su carácter racional, y el puesto de lo real que agoniza es ocupado por una realidad nueva y vital; pacíficamente, si lo caduco es lo bastante para resignarse a desaparecer sin lucha por la fuerza, si se rebela contra esta necesidad (…) Todo lo que existe [pues] merece perecer [y, en este pensamiento,] estribaba la verdadera significación y el carácter revolucionario de la filosofía hegeliana (.. .) en que daba al traste para siempre con el carácter definitivo de codos los resultados del pensamiento y de la acción del hombre (Engels, s/f(b): 381-382).
Contrario al modo metafísico de pensar (Engels, slf(b): 410):
… esta filosofía dialéctica acaba con todas las ideas de una verdad absoluta y definitiva y de un estado absoluto de la humanidad, congruente con aquella. Ante esta filosofía, no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de pe recedero, y no dejaen pie m$ que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero reflejo en el cerebro pensante es esta misma filosofia (Engels, s/f(b): 382).
Sin embargo, en Hegel la dialéctica era mistificada debido a su idealismo, y esto la hacía inservible para el cambio social. Era preciso entonces eliminar esta inversión de la dialéctica. Para lograrlo, Marx y Engels regresaron a las posiciones materialistas, purgando la dialéctica de todos los resabios idealistas (Engels, slf(b): 408), así, nos diceEngels, la dialéctica quedaba reducida a la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano: dos series de leyes idénticas en cuanto a la cosa, pero distintas en cuanto a la expresión, en el sentido de que el cerebro humano puede aplicarlas conscientemente, mientras que en la naturaleza, y hasta hoy también en gran parte de la historia humana, estas leyes se abren paso de un modo inconsciente: “bajo la forma de una necesidad exterior, en medio de una serie infinita de aparentes casualidades”. Pero la dialéctica no es una ciencia pura, sino que está orientada a la praxis. Consecuentemente, Engels estableció que con el regreso a las posiciones materialistas y la depuración de la dialéctica de sus elementos idealistas, “volvía a ponerse en pie el lado revolucionario de la filosofía hegeliana” (Engels, s/f(b): 409; el subrayado es nuestro). Pero si tomamos en cuenta el pensamiento de Feuerbach, un pensamiento materialista pero no dialéctico, una filosofía que busca la solución de los problemas mediante el amor y el sueño de la reconciliación universal (Engels, s/f(b): 405 y 406), “desaparece de su filosofía hasta el último residuo de su carácter revolucionario” (Engels, s/f(b): 406). No es por el amor que hay que resolver las contradicciones del capitalismo, según Engels, sino en la lucha política (Engels, s/f(b): 419).

Lukács, por no interpretar las palabras de Engels ni en el contexto del Anti-Dühring ni en el del Ludwig Feuerbach, no capta la verdadera significación de las afirmaciones deEngels. La distinción entre el modo metafísico y el dialéctico de pensar no es un problema meramente teórico, sino práctico. Si las cosas son inmutables o eternas, no hay que pensar siquiera en la posibilidad de una revolución o del cambio. Pero si las cosas contienen sus contradicciones, si empiezan a existir y luego caducan, la realidad es tal que permite y exige el cambio. Si históricamente el concepto de la dialéctica de Engels ha conducido al reformismo, al revisionismo y a la pérdida del humanismo entre marxistas, esta tergiversación no es culpa suya. En vez de criticar a Engels, Lukács debiera haber puesto en entredicho las interpretaciones equívocas y unilaterales de su doctrina.

Sin embargo, todavía encontramos otros defectos en la manera en que Lukács leyó aEngels. Por una parte, se queja de que debido a la distinción entre el modo metafísico y el modo dialéctico, de pensar, Engels hace de la dialéctica una ciencia pura, una cosa de contemplación. Pero a la vez cita casi inmediatamente las líneas del Ludwig Feuerbarh que hemos visto arriba, es decir, que “la dialéctica se reduce a la ciencia de las proposiciones generales del movimiento”. En vez de emplear esta referencia como una comprobación de lo que él había afirmado anteriormente, la usa para probar el acuerdo entre Engels y Marx referente a lo que el llama ”la más íntima naturaleza del método dialéctico” (Lukács, 1985: 5).

Otra falla en el planteamiento de Lukács es la siguiente. En las líneas del Anti-Dühring a las que él alude, Engels habla no del método dialéctico y la metafisica, sino del “modo dialéctico de pensar” en contra del “modo metafísico de pensar“, es decir, no opone la dialéctica a la metafísica sino a dos diferentes modos de abordar la investigación del mundo real. Para Engels, Hegel es metafísico pero no sufría del modo metafísico de pensar. Al contrario, es obvio que para Engels el modo de pensar de Hegel era dialéctico.

Lukács mismo empleó implícitamente el mismo criterio de Engels para describir la ciencia burguesa. La criticó por crear “hechos ‘aislados’, complejos fácticos aislados, campos parciales con leyes propias (economía, derecho, etc.)”.En una palabra, para él “la falta de cientificidad de ese método aparentemente tan científico, consiste, pues, en que ignora y descuida el carácter histórico de los hechos que le subyacen” (Lukács, 1985: 7).Lukács cuestiona a la ciencia burguesa por situarse “simple y dogmáticamente en el terreno de la sociedad capitalista, y acepta[r] la esencia, la estructura objetiva y las leyes de ésta, de un modo acrítico, como fundamento inmutable de la ‘ciencia’” (Lukács, 1985: 8). Es claro que todo esto corresponde a lo que Engels había llamado el modo metafísico de pensar. Por otra parte, asentó que los hechos sociales son históricos, es decir, se encuentran “en un ininterrumpido proceso de transformación” (Lukacs, 1985: 8). En esta última afirmación, es evidente que se trata del modo dialéctico de pensar.

Lukács ha definido la dialéctica de un modo muy estrecho y limitado, como la unidad de la teoría y la práctica en la transformación revolucionaria de la sociedad. La definición misma excluye que haya una dialéctica en la naturaleza. En este sentido, nos surgen varias interrogantes en relación con este punto de vista. ¿Quiere decir Lukács, en contra de Engels, que no hay contradicciones en la naturaleza, que la naturaleza no es histórica, y que el hombre de ningún modo interviene en la naturaleza para transformarla? Si alguna de estas posibilidades se ve implicada en su concepción, entonces Lukács, quien ha criticado  el método de las ciencias naturales por considerar las cosas de un modo aislado sin tomar en cuenta su mutua relación y su condicionamiento histórico (Lukács, 1985: parsim), resulta ser dialéctico arriba pero antidialéctico abajo, en  sentido engelsiano, dogmático (ya que negaría la evidencia empírica proporcionada por las ciencias naturales) y por su propio criterio, burgués en su concepto de la naturaleza (4) y corre el riesgo de negar que el hombre sea un ser natural. Por otro lado, si admitiese que existe una dialéctica en la naturaleza, entonces sus afirmaciones sobre la inmediata del método de las ciencias naturales, su modo no histórico de abordar los problemas, quedan seriamente debilitadas(5) puesto que es ésta la ciencia que empleó Engels para demostrar que existe una dialéctica en la naturaleza, es decir, que una cosa se transforma en otra y, por ello, que la naturaleza posee su propia historia.

3. La importancia de la dialéctica de la naturaleza

Tanto el Marx joven como el maduro compartieron con Engels una inquietud respecto a las ciencias naturales. Su interés en las mismas estaba orientada por la relación que tienen con los progresos de la industria. Marx y Engels, por tanto, recalcaron la importancia de los descubrimientos dialécticos de Grove, es decir, que la “fuerza mecánica, el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo y la chemical afinnity”, bajo las condiciones adecuadas, se engendran mutuamente y se transforman la una en la otra (Marx, 1975a: 33). Pero los hombres habían descubierto mucho antes de Grove que el movimiento mecánico puede convertirse en calor, es decir, que el frotamiento puede producir el fuego, y este descubrimiento desempeñó un papel importantísimo en toda la historia humana (Engels, 1961: 140). Sin esta dialéctica de la naturaleza, sin la producción del fuego que resulta de ella, sin esta fuerza productiva, no hubieran existido las edades de los metales-del cobre, del bronce, del hierro, etcétera- tampoco hubiera existido historia humana consciente alguna. Esta fuerza productiva condicionó y sigue condicionando el desarrollo de la historia hasta nuestros días. Más aún, sin el control humano sobre otra dialéctica natural, esta vez la de la transformación del calor en movimiento mecánico en la máquina de vapor, la gran industria de los días de Marx, junto con el crecimiento más pronunciado de los antagonismos de clase, hubieran sido imposibles junto con toda la historia que gira alrededor de este invento. ¿Y qué sería de nuestra propia industria moderna y de nuestra propia historia contemporánea sin la transformación del calor, de la energía química y de la energía mecánica en energía eléctrica, y ésta a su vez en energía mecánica en maquinaria. Para Marx y Engels, sin estas dialécticas, con sus correspondientes progresos en la industria, ni siquiera se podría hablar de la posibilidad de llegar a una sociedad comunista, donde todos los hombres tendrían la posibilidad de desarrollarse según todas sus capacidades. Como Marx y Engels observan en la Ideología alemana, la sublevación contra el capitalismo no puede triunfar sin que haya “un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de su desarrollo“. Este desarrollo de las fuerzas productivas constituye, a su vez, “una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizada la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo la lucha por lo indispensable y se caería necesariamente en toda la inmundicia anterior” (Marx y Engels, 1974: 36). De acuerdo con el prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política, alrededor del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad y, por tanto, de la dialéctica de la naturaleza, gira la historia humana.
Lukács había afirmado que la dialéctica, tal como es concebida por Engels, puede agudizar la concepción burguesa de “la impenetrabilidad, el carácter fatalista e inmutable de la realidad, sus ‘leyes’ en el sentido del materialismo burgués, contemplativo, y de la economía clásica tan íntimamente relacionada con él” (Marx y Engels, 1974: 4; Schmidt, 1976: 215, 219).

Sin embargo, un objetivo de la dialéctica de la naturaleza de Engels fue demostrar la historicidad de las leyes de la naturaleza y probar que tales leyes no son universales y tampoco inmutables. La ley que expresa que el agua se congela a 0 grados no puede aplicarse en un planeta donde no existe agua, ni tampoco encima de una montaña donde las condiciones son distintas (Engels, 1961: 202-204). Si se cambian las condiciones, se transforma la ley. Si esto es en el caso en la naturaleza, entonces a fortiori tiene que existir en la historia. Por ello Engels, y Marx con él, vieron la posibilidad de tomar el poder por medios democráticos (Engels, s/f(a) y Marx, 1978. 1985 y 1986).

De lo que hemos desarrollado en párrafos anteriores se aprecia que hay un sentido completamente legítimo en el cual el materialismo histórico depende del materialismo dialéctico, pero ciertamente no en el sentido de Plejanov (1981 y s/f: passim) o Bujarin(1985: passim), quienes redujeron las leyes dialéctica de Engels (y de Marx) a leyes inexorables y necesarias, mecánicas, es decir, a leyes que no implican de modo alguno la operación de la casualidad, ni la intervención humana libre y consciente tan recalcada porEngels y Marx. Tampoco consiste el materialismo histórico en la aplicación del materialismo dialéctico tal como lo afirmó Stalin, (7) sino que el materialismo histórico depende de la dialéctica en el sentido de que sin una dialéctica en la naturaleza no puede existir la vida productiva humana y, por tanto, tampoco la historia consciente humana.

O, como diría Sartre de otro modo: la naturaleza con la dialéctica de la naturaleza es la naturaleza sin el hombre (Sartre, 1963: 173), cuando la verdad es que el hombre sin la dialéctica de la naturaleza es el hombre sin historia y sin desarrollo humano. Inclusive podemos asegurar que sin la dialéctica de la naturaleza, que se ve implicada en la transfomación de dióxido de carbono y agua en sustancia vegetal y ésta en sustancia animal, no podría existir vida alguna en nuestra planeta, y en consecuencia tampoco vida humana. En pocas palabras, interpretar la doctrina de Marx de un modo en el que no existiera una dialéctica de la naturaleza sino sólo una dialéctica en la historia, caería lógicamente en el absurdo de destruir la dialéctica de la historia.

Bibliografía

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