Escenarios y
dinámicas políticas de la dictadura chilena, 1973-1989
El Golpe de Estado de 1973, no fue un cuartelazo, menos el
inicio de una dictadura para restablecer a la oligarquía chilena el poder
perdido bajo el gobierno de la Unidad Popular. Fue una intervención completa,
del conjunto de las Fuerzas Armadas y de Orden, para reconfigurar a la sociedad
chilena sobre nuevas concepciones sociales, políticas y económicas. Fue por
tanto, una refundación (YOCELEVSKY, 2002; GARRETON, 1981a-1981b; GOICOVIC,
2006).
Para ello, la dictadura llevó adelante una política represiva
a través del terrorismo
de Estado (Detenidos desaparecidos, ejecutados
políticos en falsos enfrentamientos, exiliados, presos políticos, relegados,
torturados), principalmente contra militantes de los partidos de izquierda con
fuerte peso en la clase trabajadora organizada, el mundo sindical campesino y
en el movimiento de pobladores. Lo anterior, a objeto de terminar con los
vínculos entre las expresiones orgánicas del movimiento popular y los
referentes políticos de izquierda (ÁLVAREZ, 2003; GUTIÉRREZ, 2003 y PINTO,
2006: 153-205). El terror fue la forma preferente para frenar todo intento de
resistencia a la dictadura (GOICOVIC, 2006; RETTIG, 1991; y GARRETON, 1989).
Según Igor Goicovic, los objetivos más golpeados por los
cuerpos de seguridad del régimen fueron las direcciones políticas en la
clandestinidad (PS y PC), y especialmente, los cuadros político-militares de la
insurgencia armada (MIR). De esta manera, las condiciones políticas para la
refundación capitalista y la construcción de la nueva sociedad estaban
absolutamente garantizadas (GOICOVIC, 2006). A nuestro juicio, este es el papel
central de la represión llevada adelante los primeros años de la dictadura.
En función de lo anterior, sostenemos que las Fuerzas
Armadas (FFAA) que llevaron adelante el golpe de Estado y dieron forma y
contenido a la dictadura, no se encontraban solas en este objetivo
refundacional, ni tampoco aisladas desde el punto de vista político interno. Su
correlación de fuerzas fue muy amplia y significativa, la conformaron, el
aparato militar del Estado, constituido por las tres ramas de las Fuerzas
Armadas y de Orden (Carabineros), además de sus cuerpos de seguridad. Se
aglutinaron con ellas, la Corte Suprema de Justicia y un importante segmento de
magistrados del Poder Judicial; los sectores tradicionales de la sociedad
chilena en torno oligarquía terrateniente; el grueso de la burguesía financiera
y comercial, también los sectores industriales. De igual forma, fueron parte
del entramado golpista, importantes sectores de las capas medias (aunque luego
se sumaron a la oposición). Sobre todo, los aglutinados en los colegios
profesionales como el de abogados, médicos, ingenieros y profesores. Así como
transportistas y comerciantes (GOICOVIC, 2006).
Desde el punto de vista político, destacan los apoyos
irrestrictos de la derecha chilena y de una parte importante de la Democracia
Cristiana, encabezados por los ex presidentes Eduardo Frei Montalva y
Patricio Aylwin Azocar.
Con estas fuerzas y apoyos, la dictadura llevo adelante la
refundación de la sociedad y la economía chilena en torno a la matriz
neoliberal. La nueva economía, reforzó el carácter dependiente y exportador de
materias primas. Fomentando la inversión extranjera (aparte del cobre) en las
áreas forestales, de pesca y agroindustrial. Se privatizaron las empresas
del Estado y se privilegió la importación de manufacturas, ahogando y
terminando con gran parte de la industria nacional.
Los cambios económicos con mayor impacto sobre la población
se encuentran en el espacio de los servicios (GOICOVIC, 2006). Se traspasaron
las previsiones a entidades privadas (Administradoras de Fondos de Pensiones
(AFPs), misma situación para el sistema de salud y Educación. Los resultados de
estos procesos fueron la cesantía de miles de trabajadores.
Desde el punto de vista social y político, se produce una
transcendental desvinculación de este segmento importante y estratégico de
trabajadores con las sobrevivientes expresiones orgánicas del mundo sindical y
en consecuencia, con los elementos subjetivos e identitarios que caracterizaban
a la izquierda chilena. (BRUNNER, BARROS y CATALÁN, 1989; GOICOVIC, 2006).
Pero sin duda, la obra que consolidó a la dictadura y fijó
la ruta principal de la refundación capitalista fue la Constitución Política de
1980. Este ordenamiento, en lo fundamental y a modo de herencia, configuró a la
sociedad chilena en torno al mercado y estableció los criterios y marcos
formales por los que debía desenvolver y caminar el régimen político en Chile hasta
nuestros días.
No obstante, el proceso de transformación económica y de
refundación institucional llevado a cabo por la Dictadura Militar chilena a
partir de 1973, se vio obstaculizado, desde 1982, por una severa crisis
económica y, un año más tarde, por multitudinarias y radicales protestas
sociales con importantes grados de violencia (GOICOVIC, 2006; Cf. GUILLAUDAT y
MOUTERDE, 1998; SALAZAR, 1990; WEINSTEIN, 1989; DE LA MAZA y GARCÉS, 1985;
BRAVO, 2012).
En este escenario, la oposición a la Dictadura Militar
inició un lento pero sostenido proceso de reorganización y reagrupamiento
(VALDIVIA, ÁLVAREZ y PINTO, 2006). Sus fundamentos políticos fueron: El
derrocamiento de la Dictadura Militar y la democratización de la vida
económica, social y política. Dos referentes de superación de la dictadura se
constituyeron (en 1983) a ese efecto: El Movimiento Democrático Popular (MDP),
que aglutinaba a la denominada izquierda histórica: El PC y el PS. A ellos se
sumaba por primera vez, el MIR (GOICOVIC, 2006; BRAVO, 2012). Buscaba derrotar
a la Dictadura, utilizando “todas las formas de lucha”, incluida la violencia;
construir una “democracia popular”, con el objetivo de acercar nuevamente la
dirección del país en torno al camino del socialismo[3].
La otra alternativa, se articulaba en la Alianza Democrática
(AD), cuya dirección hegemónica estaba bajo la Democracia Cristiana (DC), se
sumaban a ella, los diversos sectores del socialismo renovado (MAPU, MAPU-OC y
una fracción del Partido Socialista encabezada por Ricardo Núñez) y el Partido
Radical (PR). Su apuesta era el fin de la Dictadura Militar a través de la
movilización social, rechazando eso sí, todas las expresiones violentas del
movimiento popular y de la izquierda chilena. Como objetivo, se planteaba la
recuperación de la democracia (GOICOVIC, 2006; VALDÉS, 2009; BOENINGER y
SERRANO, 2009; BRAVO, 2012 y OTTONE, 1986).
Con la reactivación del campo popular y los partidos de la
izquierda chilena a inicios de los ochenta, sumado además a los graves efectos
de la crisis económica y las nacientes muestras de descontento y rechazo al
régimen durante el ciclo de protestas populares, se abrieron importantes
debates respecto de las posibilidades de derrotar a la dictadura, logrando
además, una salida “democrática popular”. Lo anterior se manifestó a través de
complejos debates al interior de la izquierda chilena respecto de las vías para
terminar con la dictadura, particularmente la relevancia de la lucha militar en
el enfrentamiento con ella.
De esta manera, el periodo abierto por las jornadas de
protestas populares, así como el desarrollo de la lucha miliciana y militar,
además del nacimiento y accionar armado de organizaciones político-militares
como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y otras, generarán, a nuestro
juicio, y esto a modo de hipótesis, un nuevo ciclo de violencia política en
Chile. Caracterizado en esta oportunidad, por el surgimiento y protagonismo
político-militar de nuevos actores, como los partidos políticos de izquierda y
la juventud popular (a diferencia del ciclo pasado 1973-1983, marcado por la
violencia hegemónica de las Fuerzas Armadas). Así, el contexto social y
político de las protestas, permitirá el desarrollo, masificación y legitimación
de diversas formas de luchas, incluida la lucha armada y las expresiones de
violencia política popular, incorporando de esta forma, nuevas prácticas y
concepciones de lucha a los tradicionales repertorios del movimiento popular.
En este escenario, las acciones armadas en contra de la dictadura
como ataques a cuarteles militares y policiales, los sabotajes, voladuras de
torres y líneas férreas, ajusticiamientos a miembros de los cuerpos de
seguridad, secuestros, recuperaciones de dinero, armas y comida; los
copamientos territoriales, las emboscadas y las propagandas armadas, así como
las actividades milicianas relacionadas con la autodefensa de masas, se
incrementaron e intensificaron notablemente, por lo menos hasta fines de la
dictadura.
Estas expresiones de lucha, así como el protagonismo del
movimiento popular y la retoma de la iniciativa política por parte de la
izquierda en la dinámica y en el escenario de conflictividad, como es de
esperar, no sólo tuvieron una violenta respuesta por parte de la dictadura,
también preocupó y llamó la atención de los sectores opositores articulados en
torno a la AD y principalmente, de Estados Unidos. Lo cual provocó una
importante arremetida diplomática orientada a posibilitar una salida política
negociada con la dictadura.
A partir de 1985, bajo las riendas del Departamento de
Estado Norteamericano y la cúpula de la Iglesia Católica Chilena, se articuló
un bloque de agrupaciones políticas de la oposición, principalmente las que
eran parte de la AD, más algunos representantes político-civiles de la Dictadura
Militar, a objeto de lograr un gran Acuerdo Nacional. Lo fundamental fue
establecer los límites temporales y formales de la dictadura al igual que las
dinámicas y sentidos de la democracia a reconstruir (GOICOVIC, 2006).
No obstante, se buscaba de igual manera, frenar el desborde
del movimiento popular y una posible salida revolucionaria. En paralelo al
proceso negociador, se aisló a los sectores de la izquierda chilena que
planteaban una salida rupturista y continuaban postulando la centralidad de la
clase obrera y el pueblo en el desarrollo del proceso de transformación social,
además del socialismo como horizonte societal.
El resultado del proceso de negociación fue la aceptación
por parte de los partidos de la AD del itinerario político, las concepciones,
dinámicas y marcos formales institucionales fijados por la dictadura en función
de terminar con el régimen autoritario. La dictadura a cambio, debía aceptar
los resultados de los procesos electorales que contemplaba el calendario
político para la recuperación de la democracia (RAMMSY, 1990 y CORREA y VIERA
GALLO, 1986; Cf. MOYANO, 2010; GOICOVIC, 2010: 59-86; JOIGNANT, 1999 y
BOENINGER, 1997: 340-346).
Transformaciones de
la izquierda chilena bajo dictadura
El proceso de revisión política-teórico, de crítica y
autocrítica desarrollado por los principales cuadros dirigentes de los partidos
de izquierda, fundamentalmente respecto de las causas que llevaron a la derrota
de la Unidad Popular y las discusiones relacionadas con la caracterización de
la dictadura y las formas para terminar con ella, generaron una serie de
interpretaciones y respuestas por parte de las distintas colectividades
políticas.
Consecuentemente, estas discusiones, interpretaciones y
revisiones políticas orgánicas y personales, trajeron como resultado profundos
cambios políticos que se graficaron posteriormente en el replanteamiento de los
objetivos tácticos, en el rediseño orgánico y político de estas colectividades,
en la política de alianzas y más particularmente en las características y
sentido de la militancia política.
En cuanto al Partido Comunista de Chile, la gran mayoría de
los estudios relativos a su historia reciente, centran su mirada en el impacto
que tuvo el golpe militar sobre la trayectoria de éste y en la reflexión
política-teórica desarrollada al calor de la lucha en contra de la dictadura,
más particularmente, en los debates, las características, significados y
desarrollo del viraje insurreccional de su estrategia bajo dictadura, es decir,
en el surgimiento de la llamada Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM).
En estos estudios se relevan elementos de análisis como las causas y
significados de la derrota política y militar de la Unidad Popular; la crítica
externa surgida desde los países de la órbita socialista; el reencuentro con la
ortodoxia teórica comunista, la autocrítica y las propuestas políticas pos
golpe militar desarrollada por la militancia comunista (en el exilio y en
nuestro país); los efectos del alargue y la institucionalización de la dictadura;
los significados o impacto de los procesos políticos de Portugal e Irán,
igualmente los procesos revolucionarios en Centro América; la experiencia de
clandestinidad y su efecto en los militantes comunistas que vivieron en Chile
los primeros años de la dictadura y el fracaso o imposibilidad de materializar
un Frente Antifascista con la inclusión de la Democracia Cristiana.[5]
En cuanto al Partido Socialista, los pocos estudios
existentes sobre esta colectividad dan cuenta del acelerado, intenso y
productivo proceso de discusión y renovación política, sus efectos en la
configuración política, ideológica y programática. También podemos
destacar los estudios que relevan la radical autocrítica desarrollada al
interior de este partido en torno al papel del PS y la izquierda en el
desarrollo y colapso de la Unidad Popular; la articulación de un nuevo discurso
sobre el sujeto político, lo político-social, el valor de la democracia y las
alianzas históricas de la izquierda chilena hasta la década del 70. En ellos se
da cuenta de los distintos debates y de la renovación política y teórica vivido
por la militancia en el exilio, el proceso de circulación de ideas, su impacto
en la militancia afincada en Chile y su traducción posterior en una variada
gama de instancias, expresiones orgánicas y corrientes políticas que se
levantaron desde el socialismo para enfrentar a la dictadura (GUTIERREZ, 2003;
ARRATE, 2003; ORTIZ 2007; AZOCAR, 2007; MOYANO, 2007 y 2011).
Respecto del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR),
los estudios caracterizan y analizan las principales etapas y lineamientos
políticos por los cuales atravesó esta organización en dictadura. Dando cuenta
de una etapa de resistencia-exterminio y reorganización. Relevándose los
principales debates internos respecto del carácter de la dictadura, la
rearticulación del movimiento popular y los planes políticos del MIR para
enfrentar a la dictadura, particularmente la denominada operación retorno como
punto de quiebre en la historia de esta organización. Por otra parte,
encontramos trabajos monográficos que dan cuenta del proceso de politización de
jóvenes pobladores al calor de los efectos de la crisis económica, las primeras
protestas nacionales y la rearticulación de la izquierda. Relevándose el papel
de las milicias de la resistencia popular y la nueva política de los
levantamientos territoriales del MIR a partir del fracaso de la operación
retorno y las distintas fracturas políticas que comienza a vivir esta
organización a partir de 1986 (GOICOVIC, 2003-2010 y 2011; PINTO, 2006 y 2008;
ARANCIABIA y RAMOS, 2009; PEÑAFIEL 2010; LEIVA, 2010; SANDOVAL 2011).
Los elementos señalados más arriba, son a nuestro parecer
los puntos centrales que explican las principales tensiones o discusiones que se
desarrollaron en los diversos partidos de la izquierda chilena durante la
dictadura y que permitieron a la postre importantes cambios políticos en su
táctica para el periodo, como en sus realineamientos en las alianzas
políticas. Lo anterior, se vio reflejado en 1983 con el surgimiento del
Movimiento Democrático Popular, iniciativa política que no solo trastocó la
historia del PCCH y el MIR en cuanto a alianzas políticas, sino también
la historia política de nuestro país al convertirse este referente, en un
importante conductor y articulador de las luchas en contra de la dictadura.
Consideramos que los estudios desarrollados hasta ahora
sobre la izquierda chilena durante la dictadura consiguen describir,
caracterizar y comprender históricamente el proceso de cambios políticos y
orgánicos sufridos por estas organizaciones durante los primeros años de la
dictadura. Sin embargo, no logran identificar, caracterizar e integrar un
elemento clave dentro de la nueva configuración política que se abre a partir del
ciclo de protestas (1983-1988). Nos referimos al amplio margen político
desarrollado a partir de los bloques o alianzas que caracterizaron a la
oposición a la dictadura, en nuestro caso el MDP.
Creemos que la comprensión de este proceso es fundamental para
entender la evolución de estos partidos durante la década del setenta y ochenta
y más importante todavía, dar cuenta de los ritmos, características, intensidad
y evolución del conflicto social, político y armado, desencadenado en contra de
la dictadura. Aspectos que a nuestro juicio permiten explicar la trama política
que da pie al acuerdo nacional para la salida de la dictadura y la transición
democrática.
El Golpe de Estado y
el Partido Comunista de Chile. Del Frente Antifascista al Movimiento
Democrático Popular
En Chile, las apuestas del PCCh desarrolladas inmediatamente
después del Golpe de Estado, tendieron principalmente a reanimar a la
militancia comunista y las distintas expresiones del movimiento popular donde
este partido tenía gran incidencia. Por otra parte, desde el punto de vista de
su accionar, la apuesta se centró en las denuncias sobre las violaciones
a los derechos humanos y el carácter fascista de la dictadura.
Los balances políticos relacionados con las causas de la derrota
de la Unidad Popular tardaron en aparecer. Más bien, las orientaciones
partidarias tendieron a obviar esta problemática, optando por concentrar todos
los esfuerzos en el fin de la dictadura (ÁLVAREZ, 2003).
A nuestro juicio, lo anterior implicó desde el punto de
vista político y táctico, una continuidad importante e irrestricta de las
líneas políticas partidarias, al carácter de la revolución y sus concepciones
políticas. De igual forma, se mantuvo la visión y el papel asignado a los
distintos sectores y actores sociales con las cuales el PCCh construyó su
proyecto político hasta el Golpe de Estado. Las alusiones o referencias
parciales respecto de la experiencia de la UP, tendieron a resaltar lo acertado
y correcto de la línea política del Partido. Lo cual significó, entre otras
cosas, que los elementos de análisis y las políticas planteados hasta ese
momento para enfrentar la dictadura, tendieran a complementar y dar
continuidad a las concepciones y apuestas políticas desarrolladas históricamente
por el PCCh, más que a tensionarlas o ponerlas en cuestión.
Según Rolando Álvarez, es recién en 1975 donde se pueden
encontrar en Chile, los primeros análisis profundos y críticos realizados por
la dirección del partido respecto de la experiencia de la Unidad Popular. En
ellos, se establece que es fundamentalmente la denominada
“ultraizquierda”, caracterizada como “el caballo de Troya del imperialismo”,
con su labor de zapa, quien “junto a la de la derecha y el Imperialismo, había
provocado el aislamiento de la clase obrera, impidiendo ensanchar sus alianzas,
factor considerado determinante para la continuidad de la “experiencia
chilena”.[6]
Para la dirigencia comunista del interior, entre los
factores que incidieron en la derrota del proyecto de la Unidad Popular, es
más, “el factor principal”, se encuentra “sin duda el éxito alcanzado por los
enemigos en aislar a la clase obrera y otros sectores revolucionarios en el
periodo anterior al golpe”.[7] Generando de esta forma, una correlación de fuerzas
sociales y políticas desfavorable a los sectores proclive a los cambios,
situación que fue aprovechada políticamente por la oposición al Gobierno
Popular para derribarlo.
Este elemento de análisis es central para comprender la continuidad
de la política de alianzas del PCCh durante los primeros años de la dictadura,
particularmente la apuesta por la construcción del Frente Antifascista. Según
la dirigencia comunista, el carácter del golpe y las políticas de la dictadura,
crean las condiciones propicias para lograr la más amplia unidad social y
política en contra de la tiranía, ya que los “enemigos fundamentales del pueblo
de Chile, los que han desencadenado el golpe y profitan de la situación actual
son los mismos del pasado: el imperialismo y la oligarquía monopolista y
terrateniente”.[8]
En base a la lectura anterior, el PCCh, plantea que se “han
creado así, objetivamente, condiciones para un frente unitario muy amplio. En
el terreno político esta situación reafirma la vigencia de la Unidad Popular
como expresión unitaria del pueblo, pero, al mismo tiempo, impone ir más allá,
a la acción común y la unidad con sectores del pueblo que no estuvieron con el
Gobierno Popular.”[9]
Así, gran parte del análisis y la trama histórica construida
por el PCCh después del golpe, independientemente de la autocrítica realizada
posteriormente, se aferró a la defensa y relevamiento del proceso político que
permitió la experiencia de la Unidad Popular. Por tanto, sosteniendo la
posibilidad de conquistar el poder por la vía no armada.
En cuanto a las dinámicas y factores inherentes del
movimiento popular que se conjugaron con la derrota de la Unidad Popular, se
encuentran las importantes divergencias de apreciación entre los partidos de la
izquierda chilena. Lo que imposibilitó, a juicio del PCCh, la materialización
de los lineamientos programáticos del movimiento popular. Así, para los
comunistas, uno de los factores claves de la derrota fue la inexistencia “de
una dirección única del proceso revolucionario capaz de llevar adelante una
política de principios que sorteara los riesgos de las deformaciones
oportunistas de <izquierda> y derecha.”
Por otra parte, pero siguiendo la misma línea de análisis,
uno de los elementos que a juicio del PCCh, permeó, debilitó y profundizó las
diferencias en la U.P. y la dirección única del movimiento popular, “fue la
permanente labor de zapa contra la unidad socialista-comunista y de la Unidad
Popular realizada por la ultraizquierda, interesada sobre todo en la creación
de un <polo revolucionario> con clara definición anticomunista, que se
proponía desarrollar como centro de dirección que reemplazara a la
<dirección reformista> supuestamente impuesta por nuestro Partido”.[11]
Según el PCCh, la retórica de la ultraizquierda, no se
quedaba en el aire, allanó importantes espacios y retumbó en la propia
dirección de uno de los partidos claves de la Unidad Popular, el Partido
Socialista de Chile. Este elemento de análisis esgrimido por el PCCh, se
convertirá en uno de los pilares centrales y rectores para explicar las
dinámicas internas de la Unidad Popular. Será relevado además, recurrentemente
por los dirigentes comunistas, tanto del interior como del exterior, como uno
de los factores principales causantes de la derrota del Gobierno Popular.
Incluso, es posible observar, que en la gran mayoría de las evaluaciones
realizadas posteriormente a estos análisis sobre la experiencia de la Unidad
popular, si bien se profundiza y agregan otros elementos explicativos, de
ningún modo le quitan centralidad al papel jugado por la “ultraizquierda”.[12]
Entre las políticas y concepciones ultraizquierdistas que
influyeron y operaron negativamente sobre el movimiento popular, se encuentran
las críticas realizadas a la política de alianza de la Unidad Popular,
particularmente las desarrolladas con el Partido Demócrata Cristiano y el
sector constitucionalista de las Fuerzas Armadas. Según el PCCh, dichas
críticas e incidencias, habrían provocado que el sector encabezado por el ex
presidente Frei, aglutinara en torno suyo, al sector burgués reaccionario de la
Democracia Cristiana, alineándolo en función de una política y una “actitud de
oposición ciega al Gobierno Popular; lo que facilitó la labor de los golpistas
a los que el Sr. Frei y su grupo prestaron abierta colaboración en la esperanza
de volver a ejercer una parte del poder.”[13]
En cuanto a las críticas lanzadas respecto de la alianza
política llevada adelante con el sector “constitucionalista y patriota de las
Fuerzas Armadas”, para el PCCh, esto habría provocado el aislamiento y
debilitamiento de las concepciones y posiciones de este sector en el grueso de
las Fuerzas Armadas, abriendo el camino a “la labor del fascismo para agrupar a
la mayoría de la oficialidad en sus rangos, y a la postre, bloquear toda
resistencia interna al golpe.”[14]
Todos estos aspectos, terminaron minando las posiciones de
la Unidad Popular y su correlación de fuerza. Las concepciones y las actitudes
del ultraizquierdismo, generaron las condiciones propicias, según los
comunistas, “para la fascistización relativa de la pequeña burguesía y otras
capas medias, para la exacerbación de sus ánimos oposicionistas”. Concluyendo
en base a la experiencia chilena, “que el imperialismo y la reacción
sacan inmenso provecho del ultraizquierdismo que lo promueven y lo
alientan sistemáticamente y de diversos modos para derrotar a los pueblos”.[15]
Lo importante de estas reflexiones es que fijan en gran
medida los márgenes, criterios y contenidos con los cuales se articulará y
desarrollará la política de alianzas del PCCh durante los años setenta. Las
alusiones y críticas permanentes al papel de la ultraizquierda (principalmente
al MIR) en las causas de la derrota de la Unidad Popular, también tuvieron
continuidad en las políticas levantadas por los comunistas chilenos para
enfrentar a la dictadura.
Según el PCCh, el papel principal en la lucha contra la
dictadura lo tienen las masas, su movilización y amplitud con todos los
sectores democráticos, progresistas y antifascistas. Toda actividad ajena o
desvinculada de las masas, no solamente eran un error, sino además, llamaba y
daba justificación a la represión del fascismo sobre los sectores democráticos.
De ahí que rechazará cualquier intento de enfrentarse armadamente a la
dictadura.
Frente a este tipo de iniciativas, señalaba que las masas y
el movimiento popular debían expulsar de sus prácticas y concepciones,
aquellas ideas y apuestas “pequeño burguesas” de las ayudas o los “impulsos
externos” para que el pueblo pueda ponerse en marcha y desarrollar sus
luchas. Por ello, señala que “el verdadero movimiento de masas, capaz de
generar una situación revolucionaria es el que se construye a partir de los
problemas concretos que enfrenta el pueblo”[16].
En base a lo anterior, criticó y rechazó cualquier intento
por desarrollar acciones armadas y aisladas de las masas, procurando realizar
principalmente actividades tendientes a ocupación y recuperación de espacios y
dinámicas políticas democráticas, que aislarán, anularan y frenaran la
violencia reaccionaria (represiva).
A partir de estas consideraciones, orientó sus esfuerzos por
construir una amplia alianza política con la Democracia Cristiana, rechazando
de plano, cualquier intento de articulación político con el MIR. No solamente
por el análisis realizado respecto de las responsabilidades que le cabrían al
MIR en el Golpe de Estado y la derrota de la Unidad Popular, sino
fundamentalmente por su crítica al aventurerismo y el actuar aislado y
desvinculado de las masas.
Desde 1974, el PCCh se lanzó con todo a la creación del
Frente Antifascista. Señalaba la necesidad de aprovechar los supuestos resquebrajamientos
que se presentaban al interior de las Fuerzas Armadas producto de las tensiones
de algunos generales con Pinochet. De igual modo miraba con buenos ojos, las
críticas y alejamiento entre las cúpulas de la Democracia Cristiana que
apoyaron el Golpe de Estado (sectores liderados por Eduardo Frei) y los
militares.[17]
De esta manera, y partiendo de la lectura del amplio margen
de rechazo y aislamiento nacional e internacional en el cual se encontraba la
Junta Militar, el PCCh presentaba su propuesta de creación del Frente
Antifascista. A través de una declaración señalaba que el fin de este frente
era “la derrota de la dictadura, la destrucción del Estado totalitario y
policial…, la construcción de un nuevo estado democrático, nacional, pluralista
y popular que desarrolle todas las conquistas que nuestro país y su pueblo han
alcanzado, que liquide el poder del imperialismo y de la gran burguesía
monopólica y agraria y resguarde los intereses de las grandes mayorías
nacionales, construyendo una nueva economía que garantice el desarrollo
independiente del país.”[18].
Agregaba además, que las luchas del Frente Antifascista, por
sus características y amplitud generarían el gobierno más democrático que
Chile haya tenido y “que la lucha por una democracia renovada es el único
camino que conducirá más temprano que tarde, al proletariado y sus aliados a
constituir una sociedad superior más justa, la sociedad socialista, sobre la
base de un proceso que cuente con el apoyo de la mayoría inmensa del país”[19]
Los análisis y reflexiones sobre la derrota de la Unidad
Popular estuvieron presentes claramente en las formulaciones políticas que
levantó el PCCh para enfrentar a la Junta Militar y proyectar la construcción
del nuevo orden político post-dictadura. En función de lo anterior, es posible
sostener, que durante todos los años setenta, independientemente
que agregaran o precisaran algunas temáticas y factores precipitantes
respecto de la derrota de la Unidad Popular, en las que se fueron incluyendo
las propias responsabilidades políticas de la dirigencia comunista, en lo
sustancial, no cambió su política del Frente Antifascista y la centralidad de
la Democracia Cristiana en el proceso político de unidad para enfrentar a la
dictadura. Lo fundamental era evitar el aislamiento de la clase obrera, acercar
a los sectores medios y el centro político, principalmente el PDC, hacia el
proyecto de transformación social llevado adelante por la izquierda. Por otra
parte, las diferencias tácticas con el MIR y su crítica al actuar aislado de
las masas, al aventurerismo y el terrorismo, se mantuvieron con fuerza
por lo menos hasta el fin de la política del Frente Antifascista.
No obstante, a inicios de la década del ochenta, importantes
cambios en el escenario político nacional y en las dinámicas internas del PCCh
y los partidos de la izquierda chilena en función de las apuestas para derrotar
a la dictadura, generarán condiciones propicias para nuevos reagrupamientos
políticos.
De esta forma, la imposibilidad y fracaso de la política de
alianzas en torno a la construcción de un Frente Antifascista, con inclusión y
centralidad de la Democracia Cristiana, así como el alargue e
institucionalización de la dictadura y la emergencia de la Política de Rebelión
Popular de Masas levantada por el PCCh a principios de los ochenta, se
convertirán en el escenario y en la base fundamental para la configuración de
los nuevos agrupamientos políticos desarrollados por el PCCh a comienzo
de los años ochenta.
Al respecto, estimamos que el fracaso de la política del
Frente Antifascista y las negaciones tajantes de la DC para el establecer
acuerdos y unidad con el PC, significó un vuelco a la izquierda por parte del
PC en cuanto a alianzas, evitando de esta manera el aislamiento político.
El rechazo y las críticas de la DC frente a los llamados del
PCCh a desarrollar todas las formas de lucha, incluida la violencia contra la
dictadura, son una de las tantas diferencias que la Democracia Cristiana lanzó
a los comunistas chilenos. A ella, habría que agregar las profundas diferencias
ideológicas y políticas que desde antes de la dictadura planteó en torno a
temáticas como la dictadura del proletariado, la centralidad de la clase obrera
en el proceso de transformación social, su estructura leninista y sus vínculos
con la URSS.
De esta forma, el desarrollo de la política militar del PCCh
en el contexto de la rebelión popular y las jornadas de protestas nacionales,
así como la creación de su fuerza militar propia (el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez), solo vinieron a acrecentar las tradicionales y viejas diferencias
insalvables con el centro y particularmente con la DC (Frei, Tomic, Castillo y
Arriagada, 1986).
En otro sentido, el debilitamiento y desaparición de la
histórica alianza política (Unidad Popular) que llevó al triunfo electoral de
Salvador Allende en 1970, es otro factor que a nuestro juicio posibilitó los
nuevos reagrupamientos políticos en Chile, tanto los que llevó adelante la
izquierda con la hegemonía del PCCh, como la desarrollada por la DC en torno a
la AD. Este factor tiene múltiples orígenes e implicancias.
Por una parte, como señalamos, las evaluaciones realizadas
por las distintas colectividades respecto de las causas de la derrota de la
Unidad Popular generaron importantes cambios políticos en la izquierda chilena,
tanto en el ámbito de las concepciones como en las expresiones orgánicas. Una
de las manifestaciones más clara de este proceso, es el surgimiento muy
temprano de importantes reflexiones políticas que dieron sentido y empuje al
denominado proceso de renovación socialista.
En lo fundamental, la autocrítica desarrollada respecto de
la centralidad de la clase obrera y el alejamiento de los sectores medios del
proceso de cambios, más la incompatibilidad entre democracia y socialismo,
llevaron a un sector del socialismo en el exilio a plantear profundas críticas
respecto de la tesis de la dictadura del proletariado y del bloque soviético
(MOYANO, 2010).
De esta forma, se producían punzantes debates y tensiones al
interior del socialismo chileno, que provocaron las primeras fracturas y
distanciamientos políticos entre importantes referentes, tanto en Chile como en
el exilio. Por otra parte, también se agigantaron las diferencias entre
socialistas y comunistas lo que se tradujo más tarde en la inoperancia,
debilitamiento y casi existencia formal de la Unidad Popular (en el ámbito de
las declaraciones), para luego a fines de los setenta sepultarla.
En este sentido, el desmembramiento del socialismo, no solo
afectó a la unidad del PS, también al PCCh, ya que uno de los pilares
fundamentales con los cuales construyeron su política de alianzas y su proyecto
histórico, no solo se fraccionaba, sino también transitaba por un camino que se
distanciaba profundamente de las concepciones y apuestas de los comunistas
chilenos.
De esta manera, numerosos contingentes de socialistas, a
partir de las críticas señalas, engrosarán en los años ochenta el bloque
histórico construido bajo la hegemonía de la Democracia Cristiana, que
implicaba entre otras cosas no solo la renuncia al socialismo, sino también el
rechazo a construir cualquier alternativa de gobierno o coalición con la
izquierda que continuaba postulando la construcción del socialismo y la
hegemonía-centralidad de la clase obrera (RIQUELME, 2009; VENEGAS, 2009).
En otro sentido, la rearticulación del movimiento popular y
los partidos de la izquierda chilena a fines de la década del setenta,
permitieron salir del estado de sobrevivencia y retomar la iniciativa política
en perspectiva de movilizar a distintos sectores sociales en contra de la dictadura.
Junto al movimiento de derechos humanos, renace el movimiento de pobladores,
estudiantil y sindical. Aunque todavía en un nivel embrionario, estas
experiencias a nivel de base o sectorial, posibilitaron significativos
acercamientos sociales y políticos entre la militancia de izquierda, sentando
las bases organizativas de las diversas expresiones del movimiento popular que
más tarde, en el contexto de las jornadas populares de protesta, jugarán un rol
protagónico en el desarrollo, masificación y radicalidad de ellas.
En el caso del PCCH, las investigaciones referidas a su
historia reciente, sostienen que la intensidad e impacto de la derrota política
y militar sufrida por la Unidad Popular; la crítica externa emanada por el
movimiento comunista internacional; la autocrítica pos golpe militar levantada
por la propia militancia comunista; la experiencia política de clandestinidad
vivida en Chile por la militancia los primeros años de la dictadura; además del
alargue e institucionalización de la dictadura; la influencia y significados de
los procesos revolucionarios en Centro América, particularmente la triunfante
revolución sandinista; y la imposibilidad de materializar un Frente
Antifascista con la inclusión de la Democracia Cristiana, generaron un amplio y
áspero debate al interior del partido. En ese escenario y dinámica partidaria
interna, se puso en cuestión la línea política que apostaba por el agotamiento
y fin de la dictadura a partir de la presión internacional y el desmoronamiento
de ella a través del aislamiento político y social interno, que debía ser
generado, por la movilización de masas y el amplio rechazo provocado por las
alianzas políticas de la oposición.
Los elementos señalados más arriba, son a nuestro parecer
los puntos centrales que explican las principales tensiones o discusiones que
se desarrollaron al interior del PCCH durante la década del 70 y que
permitieron a la postre importantes cambios políticos orientados a posiciones
insurreccionalistas. Lo anterior, se vio reflejado en dos grandes
iniciativas políticas que trastocaron no solamente la historia del PCCh, sino
también la historia política de nuestro país. Nos referimos al surgimiento de
la Política de Rebelión Popular de Masas y la decisión de crear por primera vez
en la historia del Partido Comunista de Chile, una Fuerza Militar Propia:
el Frente Patriótico Manuel Rodríguez[20].
Para el Partido Comunista de Chile, el inminente proceso de
institucionalización y alargue de la dictadura, cerraba todas las salidas
consensuadas o pacíficas para el fin de ella. Señalaba que era el
fascismo quien creaba “una situación frente a la cual el pueblo no tendrá otro
camino que recurrir a todos los medios a su alcance, a todas las formas de
combate que lo ayuden, incluso a la violencia aguda, para defender su derecho
al pan, a la libertad y a la vida”.[21]
A nuestro juicio, este proceso de redefiniciones y apuestas
políticas para terminar con la dictadura, significó para la militancia
comunista transformar radical y cualitativamente el carácter y los contenidos
de su tradicional lucha, así como también sus alianzas políticas.
Al respecto, estimamos que el surgimiento de la PRPM, es uno
de los factores fundamentales experimentados por el PCCh a la hora de identificar
los acercamientos políticos y tácticos más significativos, entre dicho partido,
y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
En términos concretos, la Política de la Rebelión Popular se
transformó en una estrategia para terminar con la dictadura, lo cual asumía e
interpretaba según el PCCh, el amplio malestar popular en contra del régimen,
posibilitando la incorporación de miles de chilenos al enfrentamiento con ella.
Toda la lectura anterior, tomará cuerpo y se profundizará a partir de dos importantes
coyunturas. Por una parte, el impacto de la crisis económica y los graves
efectos que tuvo sobre la mayoría de la población, y por otra, las variadas,
masivas y violentas manifestaciones de protesta popular que se desarrollaron a
partir de 1983 en contra de la dictadura.
Será justamente al calor de los procesos señalados más
arriba, donde el PCCh arrimará a precisiones políticas y tácticas más claras
respecto de su nueva apuesta para echar abajo la dictadura, la cual contemplaba
entre otras cosas, la utilización de la violencia y la incorporación del
componente armado como un elemento integrante más de la acción política.
Lo anterior, lo podemos identificar a partir de las
reflexiones y apuestas políticas que, públicamente diera a conocer el PCCH en
torno al tema militar a través de su principal revista teórica-política, la
Revista Principios. En ella señala, a inicios de 1982 (un año antes de las
jornadas de protestas), que el proceso de desarrollo de la Fuerza Militar
Propia obedece a las etapas y dinámicas de la rebelión popular y la salida
insurreccional. Que mientras no se presenten claras manifestaciones de lucha
antifascista, esta “fuerza militar existe sólo en un estado básico, simplemente
operativo, cuyas acciones se inscriben durante un tiempo largo sólo dentro del
sistema específicamente político de la lucha antifascista. El contenido de sus
acciones son por lo mismo, propagandísticas y de agitación, así como de
autodefensa elemental, etc. Es decir, no tienen aún ni contenidos ni proyecciones
militares”.[22]
No obstante lo anterior, el PC señalaba que en otro momento
político o en otras condiciones del desarrollo de la rebelión popular, en una
etapa superior de conflictividad, “la fuerza militar se transforma: de simple
frente operativo en una estructura militar del partido. Porque las
consecuencias de su acción, y por ende sus objetivos centrales, van más allá de
las necesidades específicamente políticas de la agitación, la propaganda y la
elevación del estado de ánimo del pueblo; y apuntan ahora a las necesidades de
paralizar, debilitar y aniquilar parcialmente al enemigo también en el campo de
las acciones militares, es decir armadas.”[23]
Consideramos que las nuevas concepciones y apuestas del PCCh,
son fundamentales para entender los reagrupamientos de la izquierda chilena. El
no rechazo a la violencia y la aceptación y desarrollo por parte del
PCCh, de formas armadas de lucha para derribar a la dictadura, son a
nuestro juicio, elementos claves para alivianar la carga de diferencias y
disputas que caracterizaron las históricas valoraciones entre miristas y
comunistas. De igual manera, las contradictorias evaluaciones realizadas por
ambas colectividades sobre la derrota de 1973 quedaron supeditadas a la
urgencia y posibilidad de derrotar a la dictadura. En el mismo sentido, la
emergencia de las jornadas de protestas y paros nacionales a partir de
1983, en las que tomó fuerza la salida democrática popular a la dictadura,
abrieron importantes espacios, así como dinámicas sociales y políticas
para acercar a socialistas, comunistas y miristas. Todos estos aspectos, son a
nuestro parecer los factores, procesos y dinámicas fundamentales para
comprender la inclusión del MIR en el tradicional e histórico bloque construido
por socialistas y comunistas.
Por tanto, el nacimiento del MDP, obedece en primer término
al cambio en la línea política del Partido Comunista a partir de 1980, con la
llamada Rebelión Popular. Factor gatillante en la construcción del bloque
político, serán las masivas y radicales protestas en contra de la dictadura.
Por otro lado, la necesidad de levantar una alternativa de izquierda que
aglutine de igual forma las distintas expresiones del movimiento popular
chileno se convertirá, a nuestro parecer, en otro factor que aceleró la
reconfiguración de los bloques políticos de la oposición a la dictadura y
particularmente, el que articula la izquierda chilena con fuertes vínculos con
el movimiento popular.
Lo anterior, le permitió constituirse al MDP, en uno de los
principales referentes opositores a la dictadura, no solo con capacidad de
convocatoria, sino también de articulación a nivel de base, sobre todo en torno
la protesta popular, implicando de esta forma un avance cualitativo en la
unificación social, política y programática de los sectores más radicalizados
de la izquierda chilena.
En definitiva, serán los requerimientos abiertos por las
dinámicas del conflicto, además de las necesidades surgidas de la propia
implementación de la PRPM (todas las formas de lucha) la que dará sentido y una
dinámica articuladora a la nueva política de alianzas del PC en el segundo
periodo de la dictadura, 1983-1988.
El ciclo de vida política del MDP se ubica y relaciona
directamente con la fase más álgida de las protestas populares contra la
Dictadura Militar. Este aspecto constituye un elemento central del análisis, ya
que la propuesta programática más amplia del MDP conllevaba relacionar la
recuperación de la democracia con las tareas propias de la lucha por el
socialismo. Por otra parte, el período también se define por la refundación del
régimen político y la configuración de un nuevo entramado institucional. En
este punto, el MDP elaboró su propuesta más acabada, ya que el orden
institucional negaba, precisamente, toda viabilidad a la existencia política de
las organizaciones agrupadas en la alianza.
Otro aspecto a tener en cuenta remite a los cambios sociales
y culturales operados en la sociedad chilena entre 1973 y 1982 y al nivel de
internalización de dichos cambios en la propuesta programática del MDP.
Efectivamente, el núcleo central de dicha propuesta continuó relevando a la
clase obrera como el motor de las transformaciones políticas. No obstante, el
sujeto de la protesta popular y la base social en torno a la cual creció y se
desarrolló el MDP y los partidos componente del bloque, fueron los pobres
urbanos, muchos de ellos en tránsito a la desproletarización.
En cuanto a su composición y carácter, el Movimiento
Democrático Popular estuvo formado por el PC, el PS dirigido por Clodomiro
Almeyda y el MIR. El ámbito fundamental de su quehacer fue el trabajo de masas,
nucleando a las principales organizaciones sindicales, poblacionales y
estudiantiles, que se reconocían e identificaban con la propuesta política
clasista y rupturista que representaba el referente.
Uno de los rasgos distintivos de la propuesta programática
del MDP, respecto de los anteriores referentes de la izquierda chilena, fue la
reivindicación de todas las formas de lucha como estrategia para enfrentar a la
Dictadura Militar (la Política de Rebelión Popular del PC y la Estrategia de
Guerra Popular Prolongada del MIR).
No obstante, la incorporación de la violencia política no
sólo tensionó a la izquierda rupturista con las restantes fuerzas políticas del
movimiento opositor; también tensionó internamente a las organizaciones del
MDP, ya que éstas no le asignaban la misma centralidad estratégica a este
componente.
A partir de 1983 y al calor de las protestas urbanas,
se fueron ampliando los núcleos político-milicianos que las organizaciones de
izquierda habían venido construyendo, en especial el MIR desde 1978, y el PC
desde 1983 a través del Trabajo Militar de Masas y las Milicias
Rodriguistas. Se logró generar una estrecha relación entre las organizaciones
sociales de base, a nivel territorial, y los destacamentos milicianos. Este
accionar miliciano, no obstante, no se imbricó con las estructuras militares
especializadas (Estructura de Fuerza Central del MIR y Frente Patriótico Manuel
Rodríguez del PC) de los partidos de izquierda, constituyéndose en un déficit
de la política militar y de la política de alianzas de estas organizaciones.
A ese mismo efecto habría que destacar que si bien el PS
Almeyda definió (1979) una estrategia confrontacional con la Dictadura (Lucha
de Masas Rupturista con Perspectiva Insurreccional), no desarrolló
sistemáticamente durante esta fase una política militar. Esto incide, de manera
importante, en el fracaso de la política antidictatorial del MDP, en cuanto que
su componente distintivo fueron las formas violentas de lucha, las cuales no
alcanzaron una adecuada definición y vertebración al interior del
componente unitario.
A pesar de lo anterior, estimamos que el MDP se constituyó,
durante el período 1983-1988, en un actor político relevante. Ello se expresó a
través de la visibilización que adquirió su propuesta programática, en su
capacidad de convocatoria a la movilización social y política y en el carácter
de interlocutor político al interior del movimiento de oposición a la Dictadura
Militar. Cabe destacar además, que la propia Dictadura relevo a este actor
político señalándolo como su principal y más enconado adversario. Expresión de
ello fue la represión política de que fue objeto este referente y las
organizaciones que lo integraban, en el ciclo 1983-1988.
Consideramos, también, que el MDP supuso un cambio
importante en el desarrollo de la política de alianzas de la izquierda chilena.
Efectivamente, tras el golpe de Estado de septiembre de 1973, tanto el programa
de la Unidad Popular, como la alianza política que lo motorizó, colapsaron al
interior del país. La reconstrucción de una plataforma programática unitaria
para la izquierda chilena supuso un proceso lento y plagado de tensiones. Las
condiciones impuestas por la clandestinidad a las organizaciones políticas de
la izquierda, así como las contradictorias evaluaciones de la derrota de 1973,
dificultaron la concreción de acuerdos. El MDP constituyó, en consecuencia, un
avance cualitativo en la unificación social, política y programática de los
sectores más radicalizados de la izquierda chilena.
El importante desarrollo alcanzado por la izquierda
rupturista en torno a las protestas populares inauguradas en 1983, favoreció el
acercamiento de las organizaciones de la izquierda tanto en la base social,
como en el trabajo de direcciones. Ello permitió que el MDP se convirtiera en
un importante referente de conducción para el movimiento popular chileno.
No obstante lo anterior, el MDP no superó el cortoplacismo
de la lucha contra la Dictadura Militar. En consecuencia no elaboró una estrategia
política de largo aliento que definiera un modelo específico de transición a la
democracia. Tensionado por la derrota estratégica del denominado “Año Decisivo”
(1986) en la perspectiva de poner fin a la dictadura, el MDP se agotó como
alianza política. Las ulteriores alianzas de la izquierda, como Izquierda Unida
(1988) y el Partido Amplio de Izquierda Socialista (1989), no superaron el
esquema de pacto electoral con el cual se constituyeron.
Notas
[1] Este artículo forma parte de los proyectos de
investigación, "Protesta Popular y Política de Alianza en la Izquierda
Chilena bajo Dictadura Militar. Una aproximación a la historia del Movimiento
Democrático Popular (MDP), 1983-1988, NTI-Universidad Academia Humanismo Cristiano
y "Contexto histórico y dinámicas políticas de la insurgencia armada en
Chile (1978-1994)",FONDECYT, 1130323.
[2] Historiador. Universidad Academia de Humanismo
Cristiano-Universidad de Santiago de Chile
[3] Movimiento Democrático Popular (MDP) (1984), Al
pueblo de Chile: Nuestra propuesta de lucha y unidad democrática. Texto
mimeografiado, Santiago de Chile: MDP.
[4] Para una revisión detallada de estas problemáticas ver:
ÁLVAREZ, 2003 – 2006: 101-152, - 2008:19-82; BRAVO, 2007; GOICOVIC, 2003;
Arrate y Rojas, 2003; MOULIAN y TORRES, 1988; RODRIGUEZ, 1995; PINTO, 2006;
MOYANO, 2007.
[5] Para una completa y detallada revisión de estas
reflexiones ver los trabajos citados de Rolando Álvarez. Ver además: CORVALAN,
2002; FURCI, 2008; VIDAL, 1995; BRAVO, 2007ª-2007b, 2008, 2010; BASCUÑAN, 1990;
MOULIAN, 1997; RODRIGUEZ, 1995; GARCIA y VENEGAS, 2002; SAMANIEGO, 2002; ARRATE
y ROJAS, 2003; MOULIAN y TORRES, 1988; QUIROZ, 2000; RIQUELME, 2009; VARAS,
2010; PÉREZ, 2011; ROJAS, 2010.
[6] Álvarez, Rolando, Tesis doctoral: “La tarea de las
tareas: luchar, unir, vencer. Tradición y renovación en el PC de Chile
(1965-1990). Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía y Humanidades,
Universidad de Chile, 2007. Según este autor, este párrafo puede considerarse
una síntesis de la visión que públicamente había hecho el PC sobre las “causas
de la derrota” de la UP. Gran parte de estas reflexiones se encuentran en el
documento, “El ultraizquierdismo, caballo de troya del Imperialismo”.
Declaración formulada por el PCCh en septiembre de 1975. En Los comunistas
hablan desde Chile (Ediciones Colo-Colo, 1976).
[7] Unir a millones para poner término a la pesadilla (Declaración
formulada en Santiago el 20 de diciembre de 1973). En Los comunistas
hablan desde Chile… Pág. 44.
[8] Ibíd. Pág. 44.
[9] Ibíd. Pág. 45.
[10] Los acontecimientos en Chile: visión de los comunistas
(artículo enviado desde Santiago, en junio de 1974, a la Revista Internacional,
que lo publicó en sus ediciones de junio y agosto de 1974). En Los
comunistas hablan desde Chile…Pág. 87.
[11] Ibíd. Pág. 88.
[12] Al respecto ver los artículos contenidos en la
compilación, Los 1000 días de Revolución. Dirigentes del PC de Chile
analizan las enseñanzas de la experiencia chilena. (Editorial Paz y Socialismo,
Praga, 1978).
[13] Los acontecimientos en Chile: visión de los comunistas… Pág.
89.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd. Pág. 90.
[16] Boletín del Exterior. Partido Comunista de Chile. N º 1,
p. 9, enero, 1974.
[17] Al respecto ver los trabajos citados de ALVAREZ, 2003; ROJAS,
2010; BRAVO 2010 y VENEGAS, 2009.
[18] Boletín del Exterior. Partido Comunista de Chile. Nº 4,
p.8, mayo-junio 1974.
[19] Ibíd.
[20] Para una completa y detallada revisión de estas reflexiones
ver los trabajos citados de Rolando Álvarez; Rojas, Núñez Luis:De la rebelión
popular a la sublevación imaginada. Antecedentes de la Historia Política y
Militar del Partido Comunista de Chile y del FPMR, 1973-1990. LOM Ediciones, Santiago,
2011; Moulian, Tomás y Torres, Isabel, “Continuidad o cambio en la línea
política del Partido Comunista de Chile”. En Augusto Varas
(compilador), El Partido Comunista en Chile. FLACSO-CESOC, 1988; Corvalán
M., Luis: “Las tensiones entre la teoría y la práctica en el Partido Comunista
en los años 60 y 70”. En Loyola Manuel y Rojas Jorge (comp.): Por un
rojo amanecer: Hacia una historia de los comunistas chilenos. Santiago, Valus
2000; Vidal, Hernán: FPMR. El Tabú del conflicto armado en Chile. Mosquito
Editores, Santiago, 1995; Bravo Viviana: “¡Con la razón y la fuerza,
venceremos!...” y “El tiempo de los audaces: La Política de Rebelión Popular de
Masas y el debate que sacudió al Partido Comunista”. En Álvarez, Samaniego y
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Francisco: Del Gobierno del pueblo a la Rebelión Popular. Historia del
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[21] Discurso pronunciado por Luis Corvalán el 3 de septiembre de
1980 con motivo del décimo aniversario de la victoria de la Unidad Popular. En
Luis Corvalán L: Tres períodos de nuestra línea revolucionaria. Verlag
Zeit In Bild, Berlín, 1982, Págs. 239-240. Ver además: De lo vivido y lo
Peleado, Memorias. Editorial LOM, Santiago, 1997. Pág. 275.
[22] Camilo González, “Lo militar en la política del partido”.
En Revista Principios. Comité Central del Partido Comunista de Chile.
Santiago, N° 22, enero-febrero de 1982. Pág. 37.
[23] Ibíd. Págs. 37-38.
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