Karl Marx & Vladimir Lenin |
Vladimir Ilich
Lenin | La doctrina de Marx suscita en todo el mundo
civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la
oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta
perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad que
tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social
"imparcial". De uno u otro modo, toda la ciencia oficial y
liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo
ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea
imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda
ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se
refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros
disminuyendo los beneficios del capital.
Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia de
la ciencia social muestran con diáfana claridad que en el marxismo nada hay que
se parezca al "sectarismo", en el sentido de que sea una doctrina
fanática, petrificada, surgida al margen de la vía principal que ha
seguido el desarrollo de la civilización mundial. Por el contrario, lo genial
en Marx es, precisamente, que dio respuesta a los problemas que el pensamiento
de avanzada de la humanidad había planteado ya. Su doctrina surgió como
la continuación directa e inmediata de las doctrinas de los más
grandes representantes de la filosofía, la economía política y el socialismo. La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera. Es
completa y armónica, y brinda a los hombres una concepción
integral del mundo,
intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la
opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la humanidad
creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el
socialismo francés.
Nos detendremos brevemente en estas tres fuentes del
marxismo, que constituyen, a la vez, sus partes integrantes.
I
La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo
largo de toda la historia moderna de Europa, y en especial en Francia a fines
del siglo XVIII, donde se desarrolló la batalla decisiva contra toda la escoria
medieval, contra el feudalismo en las instituciones y en las ideas, el
materialismo se mostró como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que
enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición, a la mojigata
hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la democracia empeñaron todos sus
esfuerzos para tratar de "refutar", minar, difamar el materialismo y
salieron en defensa de las diversas formas del idealismo filosófico, que se
reduce siempre, de una u otra forma, a la defensa o al apoyo de la religión.
Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el
materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo error que
significaba toda desviación de esa base. En las obras de Engels Ludwig
Feuerbach y Anti-Dühring, que – al igual que el Manifiesto Comunista –
son los libros de cabecera de todo obrero con conciencia de clase, es donde
aparecen expuestas con mayor claridad y detalle sus opiniones.
Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII,
sino que desarrolló la filosofía llevándola a un nivel superior. La enriqueció
con los logros de la filosofía clásica alemana, en especial con el sistema de
Hegel, el que, a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. El
principal de estos logros es la dialéctica, es decir, la doctrina del
desarrollo en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la
doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano, que nos da un reflejo
de la materia en perpetuo desarrollo. Los novísimos descubrimientos de las
ciencias naturales – el radio, los electrones, la trasformación de los
elementos – son una admirable confirmación del materialismo dialéctico de Marx,
quiéranlo o no las doctrinas de los filósofos burgueses, y sus
"nuevos" retornos al viejo y decadente idealismo.
Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo
filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento
de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es
una enorme conquista del pensamiento científico. Al caos y la arbitrariedad que
imperan hasta entonces en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió
una teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo, en
virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de un sistema de vida social
surge otro más elevado; cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.
Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza
(es decir, la materia en desarrollo), que existe independientemente de él, así
el conocimiento social del hombre (es decir, las diversas concepciones y
doctrinas filosóficas, religiosas, políticas, etc.), refleja el régimen
económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la
superestructura que se alza sobre la base económica. Así vemos, por ejemplo,
que las diversas formas políticas de los Estados europeos modernos sirven para
reforzar la dominación de la burguesía sobre el proletariado.
La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado,
que ha proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase obrera, la
poderosa arma del saber.
II
Después de haber comprendido que el régimen económico es la
base sobre la cual se erige la superestructura política, Marx se entregó sobre
todo al estudio atento de ese sistema económico. La obra principal de
Marx, El Capital, está con sagrada al estudio del régimen económico de la
sociedad moderna, es decir, la capitalista.
La economía política clásica anterior a Marx surgió en
Inglaterra, el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y David Ricardo,
en sus investigaciones del régimen económico, sentaron las bases de la teoría
del valor por el trabajo Marx prosiguió su obra; demostró estrictamente
esa teoría y la desarrolló consecuentemente; mostró que el valor de toda
mercancía está determinado por la cantidad de tiempo de trabajo socialmente
necesario invertido en su producción.
Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre
objetos (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió relaciones
entre personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo establecido a
través del mercado entre los productores aislados. El dinero, al unir
indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra de los productores
aislados, significa que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El
capital significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la fuerza de
trabajo del hombre se trasforma en mercancía. El obrero asalariado vende su
fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de las fábricas, de los
instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de trabajo en
cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario); durante la otra
parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la
plusvalía, fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de la clase
capitalista.
La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la teoría
económica de Marx.
El capital, creado por el trabajo del obrero, oprime al
obrero, arruina a los pequeños propietarios y crea un ejército de desocupados.
En la industria, el triunfo de la gran producción se advierte en seguida, pero
también en la agricultura se observa ese mismo fenómeno, donde la superioridad
de la gran agricultura capitalista es acrecentada, aumenta el empleo de
maquinaria, y la economía campesina, atrapada por el capital monetario,
languidece y se arruina bajo el peso de su técnica atrasada. En la agricultura
la decadencia de la pequeña producción asume otras formas, pero es un hecho
indiscutible.
Al azotar la pequeña producción, el capital lleva al aumento
de la productividad del trabajo y a la creación de una situación de monopolio
para los consorcios de los grandes capitalistas. La misma producción va
adquiriendo cada vez más un carácter social – cientos de miles y millones de
obreros ligados entre sí en un organismo económico sistemático –, mientras que
un puñado de capitalistas se apropia del producto de este trabajo colectivo. Se
intensifican la anarquía de la producción, las crisis, la carrera desesperada
en busca de mercados, y se vuelve más insegura la vida de las masas de la
población.
Al aumentar la dependencia de los obreros hacia el capital,
el sistema capitalista crea la gran fuerza del trabajo conjunto.
Marx sigue el desarrollo del capitalismo desde los primeros
gérmenes de la economía mercantil, desde el simple trueque, hasta sus formas
más elevadas, hasta la gran producción.
Y la experiencia de todos los países capitalistas, viejos y
nuevos, demuestra claramente, año tras año, a un número cada vez mayor de
obreros, la veracidad de esta doctrina de Marx.
El capitalismo ha triunfado en el mundo entero, pero este
triunfo no es más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el capital.
III
Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió en el mundo la
"libre" sociedad capitalista, en seguida se puso de manifiesto que
esa libertad representaba un nuevo sistema de opresión y explotación del pueblo
trabajador. Como reflejo de esa opresión y como protesta contra ella,
aparecieron inmediatamente diversas doctrinas socialistas. Sin embargo, el
socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba la sociedad
capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción, imaginaba un
régimen superior, y se esforzaba por hacer que los ricos se convencieran de la
inmoralidad de la explotación.
Pero el socialismo utópico no podía indicar una solución
real. No podía explicar la verdadera naturaleza de la esclavitud asalariada
bajo el capitalismo, no podía descubrir las leyes del desarrollo capitalista,
ni señalar qué fuerza social está en condiciones de convertirse en
creadora de una nueva sociedad.
Entretanto, las tormentosas revoluciones que en toda Europa,
y especialmente en Francia, acompañaron la caída del feudalismo, de la
servidumbre, revelaban en forma cada vez más palpable que la base de todo
desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de clases.
Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase
feudal se logró sin una desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se
formó sobre una base más o menos libre o democrática, sin una lucha a muerte
entre las diversas clases de la sociedad capitalista.
El genio de Marx consiste en haber sido el primero en
deducir de ello la conclusión que enseña la historia del mundo y en aplicar
consecuentemente esas lecciones. La conclusión a que llegó es la doctrina de
la lucha de clases.
Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias
del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a
descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales,
religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase.
Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores
de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y
podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases
dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio:
encontrar en la misma sociedad que nos rodea, las fuerzas que pueden – y , por
su situación social, deben –constituir la fuerza capaz de barrer lo
viejo y crear lo nuevo, y educar y organizar a esas fuerzas para la lucha.
Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al
proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que se han consumido
hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría económica de Marx explicó
la situación real del proíetariado en el régimen general del capitalismo.
En el mundo entero, desde Norteamérica hasta el Japón y
desde Suecia hasta el Africa del Sur, se multiplican organizaciones
independientes del proletariado. Este se instruye y educa al librar su lucha de
clase, se despoja de los prejuicios de la sociedad burguesa, está adquiriendo
una cohesión cada vez mayor y aprendiendo a medir el alcance de sus éxitos,
templa sus fuerzas y crece irresistiblemente.