28/10/13

La teoría de Marx y Engels, potente arma que no ha sido superada en el siglo y medio transcurrido desde la publicación del Manifiesto del Partido Comunista

  • Discurso de Robin Goodfellow en Louveira (Saõ Paulo – Brasil 24/25 de agosto 2013), pronunciado ante 500 delegados que representaban a 200.000 obreros, en su mayor parte metalúrgicos de Brasil, organizados en el “Sindicato de metalúrgicos de Campinas y región”, para la construcción de la Intersindical
Robin Goodfellow  |  Durante el congreso, 2.000 ejemplares de nuestro libro ‘El marxismo resumido. De la crítica al capitalismo a la sociedad sin clases’ (versión en portugués), fueron impresos y difundidos gratuitamente a iniciativa del sindicato. La versión española del libro está disponible en nuestro portal: Robin Goodfellow.info.

Camaradas: Ahora nos presentaremos con más detalle y os presentaremos el libro titulado ‘El marxismo resumido. De la crítica al capitalismo a la sociedad sin clases’. Robin Goodfellow es el seudónimo de un pequeño grupo de militantes de diversos países (Francia, Brasil, España...) que se dedica desde hace 40 años a la defensa de la teoría y de los principios marxistas. Nos situamos en la tradición del marxismo revolucionario que se afirma con la publicación del Manifiesto del Partido Comunista.
Consideramos que esta teoría es la única que no solamente nos proporciona una explicación coherente del mundo, de las tendencias de la economía capitalista, sino que nos da una orientación para las luchas prácticas por la emancipación del proletariado.

¿Que nos enseña el marxismo?
Nos demuestra que:
Cualquiera que sea la determinación del proletariado en sus luchas cotidianas
Cualesquiera que sean los resultados obtenidos a través del combate cotidiano por las reivindicaciones y los derechos
Cualquiera que sea la «prosperidad» de la economía capitalista y la posibilidad para el trabajador de mejorar su estado
Cualquiera que sea el progreso científico y técnico y sus promesas generales de mejora de las condiciones de trabajo y vida... el capitalismo no puede ofrecer a largo plazo, de manera duradera, una vida segura, un nivel de vida suficiente, un futuro sin miedo a lo que vendrá, para los trabajadores y sus familias.
Por el contrario, los factores que hemos enumerado se revuelven contra el proletariado:
el alza de salarios y la lucha de clases potencian la automatización, la cual implica desempleo;
la buena salud de la economía capitalista no es mas que una forma de crear cadenas doradas para el proletariado, degradando su salario relativo;
a la momentánea prosperidad suceden de forma necesaria crisis que desbaratan lo que pueda ser ganado en las fases de desarrollo;
en cuanto al progreso técnico y científico, va dirigido directamente contra el proletariado a fin de incrementar y refinar su explotación

Y esto ¿por que?

Porque el capital, como el marxismo demuestra, únicamente tiene un objetivo: la producción de un máximo de plusvalía, un máximo de trabajo gratuito, para repartir acto seguido esta plusvalía entre las diferentes fracciones de las clases explotadoras, el capitalista industrial, el capitalista comercial, el capitalista financiero, el propietario inmobiliario, sin olvidar al Estado.

Nada de lo obtenido es definitivo, ningún derecho, ninguna « reforma» pueden considerarse como obtenidos. Para tener la seguridad de obtener esta vida sin miedo del futuro, el proletariado debe asegurar para sí mismo la dirección de la sociedad.

Esto implica el fracaso del reformismo. Las posiciones reformistas, los compromisos con la burguesía o con su estado tienen como único resultado la parálisis del proletariado y la derrota en las luchas. Pero, junto con este objetivo histórico que se debe siempre recordar y defender ¿cual ha sido la situación tras 40 años? ¿En que período del desarrollo económico del capital nos situamos?

En 1975, la burguesía occidental estaba como alelada. La primera gran crisis de la postguerra, una crisis que no se podía negar, se había manifestado. Los economistas, los periodistas y los políticos se apresuraron a culpar de la misma a un choque externo, concretamente al alza del precio del petróleo, esperando que esto no volviera a producirse. La crisis fue denominada « crisis del petróleo », a fin de no llamarla « crisis de sobreproducción », crisis específica del modo de producción capitalista. Se evidencia así en 1975 un ciclo de alrededor de 6 años, ciclo que comienza a finales de la segunda guerra mundial, pero cuyas manifestaciones habían sido hasta entonces menos potentes.

Esta crisis provocó una serie de reestructuraciones y una nueva división internacional del trabajo, que afectaron al aparato productivo. Como resultado de este movimiento, la burguesía occidental experimentó un gran alivio, porque una divina sorpresa la aguardaba: las cifras mostraban que el número de individuos que la estadística burguesa consideraba como obreros disminuía. Con gran satisfacción, saca inmediatamente la conclusión de que el marxismo estaba definitivamente refutado. Empieza a soñar con empresas sin proletarios, con plusvalía sin trabajo asalariado y sin lucha de clases.

Más tarde, cuando bajo la necesidad de integración en el mercado mundial y la presión del imperialismo americano, los falsos socialismos de Estado de Europa reconocen su verdadera naturaleza, un nuevo vértigo se apodera de la burguesía. Se lanza en cuerpo y alma a la reorganización del mercado mundial, al desarrollo capitalista acelerado de zonas en las que las fuerzas productivas tenían un gran porvenir. Esta búsqueda nuevos mercados, de nuevos beneficios, de producción de mercancías a precios mas bajos y, con ella, la perspectiva de producir mas plusvalía relativa tenía que engendrar efectos colaterales. Por un lado, una parte de la burguesía se hace cosmopolita, vinculada por relaciones internacionales. Por otro lado, las viejas burguesías nacionales se encuentran amenazadas mientras que se desarrollan nuevas burguesías nacionales en los Estados más jóvenes. Pero alcanzan acuerdos, en tanto que se trata de domeñar al proletariado.

Frente a esta nueva competencia, los viejos Estados capitalistas no supieron mantener la paz social mas que endeudándose. El endeudamiento fue la solución que encontraron para sostener la producción de plusvalía enfrentada a las crisis que ahora se repetían regularmente. Hoy, la droga del endeudamiento y del exceso de crédito ha alcanzado tal grado de normalidad que la simple amenaza de su reducción provoca convulsiones. Por un lado, los Estados Unidos de América, aplicando su talón de hierro sobre los riñones de los pueblos del mundo, continúan viviendo a crédito, sabiendo perfectamente que jamás devolverán su deuda. Por otro lado, en la vieja Europa, las burguesías cortas de luces y belicistas, afectadas por los desastres de dos guerras mundiales que fueron necesarias para abatir al proletariado y regenerar el capital, intentan superar los Estados Nacionales (creación de la Unión Europea y del euro). Aunque estos hechos sean históricamente importantes, esas burguesías actúan como un conjunto desestructurado y no como un conjunto político.

En cualquier caso, tanto los Estados Unidos como Europa se encuentran prisioneros de su inconsecuencia cuando llega, en 2007-2008, la mayor crisis desde 1929. La Europa que reúne al 10% de la población y el 40% de los gastos sociales es sede de una intensa lucha para hacer pagar al proletariado el coste de la incapacidad de la burguesía para dirigir las fuerzas productivas sociales. Por todos los medios, esa burguesía intentará trasladar el nivel de vida del proletariado a un nivel medio y si fuera posible a uno aún menor.

Miren que sucede en Europa, en particular en los países del sur como Grecia, España, Portugal, Italia. En estas regiones (pero también en Francia y en Alemania) la clase capitalista experimenta con medidas para ver hasta que punto es posible hacer retroceder al proletariado. La burguesía internacional y sus grandes instituciones (FMI, Banco Mundial ó Banco Central Europeo) no tiene elección y hace de estas regiones un gran campo de batalla y de experimentación:

¿Un descenso global de salarios del 15% es posible?: ¡Si, es posible!

¿Es posible mantener en paro a la mitad de la juventud trabajadora?: ¡Si, es posible!

¿Es posible expulsar a los obreros de sus viviendas?: ¡Si, es posible !

¿Es posible degradar el sistema de salud y el sistema de enseñanza?: ¡Si, es posible!

¿Es posible aumentar el tiempo de trabajo, retrasar la edad de jubilación y disminuir el importe de las pensiones?: ¡Si, es posible!

Y todo ello es posible porque la clase capitalista lleva a cabo su combate, y porque el proletariado europeo deja su destino en las manos de sindicatos amarillos y partidos reformistas. No es consciente de ninguna relación entre las luchas de defensa inmediata por la supervivencia cotidiana, los salarios, las condiciones de trabajo, la salud, la educación y el necesario combate para abatir definitivamente al capital.

Además, se comete un error fundamental cuando se acusa a los banqueros, a las finanzas internacionales, a los « ricos ». Lo que el marxismo nos enseña –y que siempre hay que repetir- es que el sistema, el modo de producción capitalista reposa sobre la explotación del proletariado por el capital industrial. Después, las diferentes fracciones de la clase capitalista se reparten la plusvalía producida bajo diferentes formas: beneficio, renta inmobiliaria, intereses...

Esta ausencia de conciencia del origen de la explotación, esta crítica superficial únicamente del capital financiero, del banquero, ha hecho que todos los movimientos de protesta en Italia y en Portugal hayan permanecido bajo el control de las clases medias, rechazando organizarse sindical y políticamente.

Sin embargo, los capitalistas compiten entre ellos a nivel nacional e internacional; pero gestionan esta competencia colocando a sus propios trabajadores en competencia entre ellos. Esto debe hacer prevalecer como respuesta la unificación y la movilización de la clase explotada: el proletariado.

Pero todos estos sucesos y todos estos ataques tendrán también otra consecuencia: el renacimiento del socialismo en Europa.

Apenas se había enterrado al proletariado y al marxismo, apenas se había decretado el fin del trabajo productivo, cuando la burguesía tomó conciencia de que su Estado solo vive de la plusvalía extraída a los proletarios. Apenas se contabilizaban algunos millones de empleos industriales menos en Europa cuando se producían numerosos centenares de millones mas, en China, en la India, en Brasil, etc. Y una nueva ola se anuncia en otros países, en Asía en el África negra. Y he aquí que, al mismo tiempo que se desarrolla el capital, se desarrolla un proletariado joven, moderno, que no ha sufrido las derrotas de los antiguos, que no está anestesiado por los milagros del crecimiento, que no está hipnotizado por la rutina democrática y que se coloca a la vanguardia del proletariado mundial.

El internacionalismo no es solo para el proletariado un deber, sino una necesidad. En 1864 se celebra en Londres un congreso convocado por los sindicatos, asociaciones y organizaciones obreras ; en el que se funda la Primera Internacional. Pero, en aquella época, el campo de batalla estaba principalmente en Europa (Inglaterra, Francia y Alemania), mientras que hoy es el mundo entero, con una enorme potencia de la clase proletaria que representa una fuerza inmensa a nivel internacional. Por esta razón es muy importante que este proletariado mundial encuentre un camino autónomo, se libere de la influencia de los sindicatos amarillos y de los partidos reformistas para afirmar sus fines, dándose como meta conquistar el poder político y destruir el Estado burgués.

¿Cuál es la situación en el mundo actual respecto de este objetivo ?

Innegablemente, la última crisis cíclica de 2007-2008, la mas grave desde 1929, ha producido una ola de agitación de desigual alcance a nivel internacional, pero que anuncia futuros combates. En los países árabes, la lucha ha sido principalmente política, con el objeto de conseguir regímenes democráticos que, hasta cierto punto, favorecen la libre organización del proletariado (libertad de prensa, de organización de reunión, etc.). Desde hace mas de dos años, la dinámica de estas luchas no ha terminado y numerosos acontecimientos están por venir, siendo el mas importante la necesaria movilización de las masas obreras de las grandes ciudades proletarias de Egipto, de Túnez y de otros países árabes. La influencia de la denominada « primavera árabe » se ha hecho sentir en el mundo entero, en el sentido de que ha demostrado que las ocupaciones de plazas y calles, la movilización permanente, la organización en los barrios, eran formas importantes de luchas, pero sin que emerja un movimiento obrero autónomo capaz de dirigir la lucha. Los obreros estaban en las calles y en las luchas, pero dirigidos por clases medias modernas, incluyendo los jóvenes de las clases medias recientemente salidos de la condición proletaria, con estudios, etc., pero que no veían su futuro en un sistema capitalista que les deja de lado.

Hemos visto este tipo de movimiento en España, en Portugal, en Grecia, en Italia y en los EEUU, y mas recientemente en Turquía y en Brasil. El problema es que estos movimientos no ven que el único futuro de la humanidad reside en la abolición de las clases sociales para desarrollar una sociedad en la que nadie pueda apropiarse del trabajo de otros. Además, los llamados sindicatos y partidos de « izquierda » no asumen desde hace mucho tiempo esta postura, defendida por el marxismo y que nos muestra el único camino de lucha.

En Francia, el nivel de la lucha de clases es en la actualidad particularmente bajo. El proletariado se muestra apático, y reina un fatalismo en cuanto a los efectos de la última crisis. Por el momento, Francia no conoce medidas tan drásticas como las aplicadas en España o en Italia y, en consecuencia, se dan pocas movilizaciones. Cuando hay luchas, por ejemplo con motivo del cierre de fábricas, estas son rápidamente controladas por las fuerzas reformistas que impiden tanto el desarrollo de las luchas como su extensión a los diferentes sectores del proletariado para llegar a una crítica más general del capital.

Aunque sea sin ilusiones, las últimas elecciones han llevado al poder a una coalición de izquierda (socialistas, ecologistas), cuyo papel es recubrir con una capa « social » las medidas que deben dirigirse contra el proletariado. Por ejemplo, se prepara para septiembre la vuelta de una ofensiva contra las pensiones que continúa una política idéntica a la realizada por la derecha hace tres años. Por su parte, los proletarios están preparados para ver con sus ojos la auténtica naturaleza de este poder, pero aún sin sacar las conclusiones sobre la necesidad de organizarse por si mismos y retomar el camino de la lucha de clases.

Estamos en un momento de vacío en todos los sitios: el potencial de revuelta es enorme porque cada día el modo de producción capitalista demuestra su inutilidad, la imbecilidad de su organización, el camino catastrófico del modelo de desarrollo que propone. La competencia entre los Estados imperialistas solo puede llevar, finalmente, a una guerra mundial de terribles consecuencias. Pero para que este potencial se active será necesario reencontrar el camino de la lucha de clases, sin concesiones, con un objetivo claro y radical; únicamente el proletariado puede llevar a cabo una lucha así. En ella, los países reciente y profundamente industrializados como Brasil, China o India disponen de una enorme energía para lanzar importantes movilizaciones. En China la cuestión democrática proporcionará un fuerte impulso a la lucha de clases. Esperamos mucho de la revolución democrática que no dejará de sacudir China en los próximos años y estamos convencidos de que el proletariado tendrá un gran papel que jugar para abatir a la clase dirigente.

Tenemos colectivamente, con la teoría de Marx y de Engels, potente arma que no ha sido superada en el siglo y medio transcurrido desde la publicación del Manifiesto del Partido Comunista. Al contrario, todas las vías catastróficas del capital, todo el desarrollo contradictorio de una inmensa riqueza y una infame miseria a la vez, todo ello confirma la validez de estos análisis. Pero esta teoría debe ser aplicada a las realidades del momento, a la situación económica y política internacional, a la relación actual de fuerza entre las clases y especialmente entre la clase proletaria y la burguesía internacional.

En todo el mundo, la crisis de 2008 ha traído un aumento del interés por Marx, presentado como un economista genial que habría previsto las crisis. Pero para Marx la crisis es la expresión del hecho de que el capitalismo esta atravesado por contradicciones insolubles, que es un modo de producción ineficaz para llevar la sociedad a un estado de bienestar, y que su misma existencia amenaza ahora la supervivencia de la humanidad. No se puede disociar el análisis económico, que describe el funcionamiento de la explotación, de las conclusiones revolucionarias que muestran que el mismo capitalismo desarrolla las condiciones para el desarrollo, mañana, de una sociedad sin clases y en donde la explotación habrá desaparecido. Así, el socialismo no se “construye” sino que se libera de las ataduras de la sociedad burguesa.

Camaradas, es necesario tener una teoría para guiar la acción. Es necesario tener una teoría correcta. Es necesario mantener la coherencia y la fuerza revolucionaria de la teoría que ha guiado al proletariado en sus luchas a través de la historia.

Todo obrero consciente debe también estudiar, leer, formarse en la teoría revolucionaria. ¡De esa manera, camaradas, este libro es un arma! Un arma para reforzar nuestra capacidad de lucha colectiva contra el capital. La lucha cotidiana debe forzosamente llevar a luchas mas vastas, más profundas, en las que está presente la relación de fuerza sobre la misma definición de la sociedad, del trabajo, de las relaciones de producción. En el curso de estas luchas se dibuja el destino final de la sociedad: o el avance para la liberación de las fuerzas productivas y el fin de la explotación, o la destrucción de la sociedad.

Camaradas, sabemos que Francia aquí, por su historia, por su pasado revolucionario, tiene la reputación de ser un país de luchas en donde los combates de clase son importantes. Pero por el momento, esto no se verifica. El malestar social se expresa a través de un aumento de las tensiones religiosas y un creciente interés por los partidos de extrema derecha, por un rechazo de la política tradicional. Por ello, tenemos mucho que aprender de la situación aquí, de vuestra estrategia y vuestra movilización. A nuestro regreso realizaremos la mayor difusión posible para mostrar a los trabajadores quienes son sus aliados, sus auténticos hermanos de clase, contra todo tipo de reformismo y de colaboración de clase.

Tal vez estemos viviendo un acontecimiento histórico de la mayor importancia, el regreso decidido del proletariado a la escena histórica, los primeros pasos de su renovación, los primeros pasos para su constitución en partido político distinto, los primeros pasos para la reapropiación de su teoría y de su programa histórico. En este caso, será el proletariado del Brasil quien primero habrá abierto la vía de la renovación. Este libro, del que habrá que corregir defectos, constituye pues el primer testimonio de la voluntad del proletariado de existir como clase revolucionaria, de retomar el camino de conquista del poder político a escala internacional, de retomar la herencia gloriosa del proletariado internacional, y mejorarla.

¡Viva la lucha y la unidad internacional de la clase proletaria!
¡Adelante hacia una sociedad sin fronteras ni clases!
¡Proletarios de todos los países, uníos!