Vicenç Navarro | Una
característica del tiempo que vivimos es la creencia, ampliamente extendida en
los mayores fórums políticos y mediáticos del país, de que las clases sociales
han dejado de existir. Aunque se acepta que en periodos anteriores las clases
sociales hubieran existido, hoy se cree que han dejado de existir (o han dejado
de ser relevantes en el estudio del comportamiento social) debido a los
dramáticos cambios que ha sufrido la estructura social. En consecuencia,
términos y conceptos como burguesía, pequeña burguesía y clase trabajadora han
dejado de utilizarse para definir los distintos colectivos en los que la
ciudadanía se ubica. En lugar de estos términos, la sabiduría convencional ha
redefinido la estructura social catalogando a la población en tres categorías:
los ricos, las clases medias y los pobres.
En esta categorización, a la mayoría de la población se la
cataloga como perteneciente a las clases
medias, tomando como característica definitoria el nivel de renta del individuo, independientemente del origen de tal renta o de la relación que tenga con los medios que producen esas rentas. Se incluyen así en estas clases medias un amplio abanico de rentas, que van desde los que son casi ricos a los que son casi pobres, abarcando de esta manera a la gran mayoría de la población. Para probar la veracidad y certeza de este análisis, los que presentan esta redefinición de la estructura social presentan encuestas que muestran que la mayoría de la ciudadanía se define como perteneciente a la clase media. Estas encuestas, sin embargo, son poco creíbles por la manera como se hace la pregunta en dichas encuestas: “¿Pertenece usted a la clase alta, a las clases medias, o a la clase baja?”. Puesto que se asume que la llamada clase alta son los ricos y la clase baja son los pobres, la identificación de la población con la clase media quiere decir (y solo quiere decir esto) que la mayoría de la población no se consideran ni ricos ni pobres, con lo cual tal identificación carece de relevancia y valor explicativo de comportamiento social.
medias, tomando como característica definitoria el nivel de renta del individuo, independientemente del origen de tal renta o de la relación que tenga con los medios que producen esas rentas. Se incluyen así en estas clases medias un amplio abanico de rentas, que van desde los que son casi ricos a los que son casi pobres, abarcando de esta manera a la gran mayoría de la población. Para probar la veracidad y certeza de este análisis, los que presentan esta redefinición de la estructura social presentan encuestas que muestran que la mayoría de la ciudadanía se define como perteneciente a la clase media. Estas encuestas, sin embargo, son poco creíbles por la manera como se hace la pregunta en dichas encuestas: “¿Pertenece usted a la clase alta, a las clases medias, o a la clase baja?”. Puesto que se asume que la llamada clase alta son los ricos y la clase baja son los pobres, la identificación de la población con la clase media quiere decir (y solo quiere decir esto) que la mayoría de la población no se consideran ni ricos ni pobres, con lo cual tal identificación carece de relevancia y valor explicativo de comportamiento social.
Ahora bien, la definición de la mayoría de la población como
clase media no es inocente. Por extraño que parezca, responde a un proyecto
político profundamente conservador que intenta, por todos los medios, la
desaparición de las categorías de clase social de los análisis sociales científicos
(que derivan de todas las tradiciones sociológicas, desde Marx a Weber) y sobre
todo de la categoría de lucha de clases, categorías definidas como “anticuadas”
por la sabiduría convencional que se reproduce también entre las
izquierdas. Se quiere hacer olvidar cómo el poder se genera y reproduce, que
continúa basándose primordialmente, aunque no exclusivamente, en la relación
que la población tiene con los medios que generan y distribuyen riqueza y
rentas, así como en el tipo y condiciones de su trabajo. Las categorías de Raza
y Género continúan siendo categorías de poder que nos ayudan a entender también
como se genera y reproduce el poder en nuestras sociedades. Pero la categoría
clase social continúa jugando un papel fundamental para entender a nuestras
sociedades, así como a sus instituciones. (En un artículo reciente he mostrado
como el conflicto Capital-Trabajo ha jugado un papel determinante en la crisis
financiera y económica actual -“Capital-Trabajo, el origen de la crisis
actual”. Monde Diplomatique. Julio 2013-).
La realización de este hecho está reapareciendo muy
rápidamente en estos momentos de profunda crisis financiera, económica y
política. Y un caso claro es lo que está ocurriendo en EEUU, donde la
percepción conservadora de la estructura social se inició, extendiéndose a
otros países. La revista Truthout acaba de publicar una recopilación de datos
sobre cambios en la pobreza en EEUU, Gary Lapon “Poor Prospects in a ‘Middle
Class’ Society” (18.08.13), en que muestra la validez de las categorías de
clases sociales para entender la situación de EEUU. En realidad, la mayoría de
las clases medias son clase trabajadora cuya situación está deteriorándose muy
rápidamente. Y los pobres son, también, en su gran mayoría, miembros de la
clase trabajadora.
Según el censo de EEUU, en el año 2011 había 46.2 millones
de estadounidenses considerados pobres, representando el 15% de la población
(308 millones). El nivel de pobreza es de 11.900 dólares al año para un
individuo y 23.550 dólares al año para una familia de cuatro personas. El
Economic Policy Institute, EPI, uno de los centros de análisis económicos de
mayor credibilidad en EEUU, indica que esta cifra es muy inferior a la que
debería considerarse como mínima para llevar una vida modesta pero digna (que
se calcula, es el doble de estas cantidades). Algo menos de la mitad (40%) de
la población estaría en esta condición.
Y este porcentaje ha ido aumentando, resultado, sobre todo,
del deterioro del mercado laboral, y muy en especial del descenso salarial.
Mientras que el 60% de la población trabajadora tiene salarios que van de los
14 a los 21 dólares por hora, en la gran mayoría (el 58%) de nuevos puestos de
trabajo pagan mucho menos. Solo el 22% pertenecen a los primeros niveles. Esto
ha forzado el pluriempleo, una condición común que incluso no es suficiente
para salir del nivel de pobreza de la población. En realidad, la mayoría de
pobres son trabajadores de baja cualificación, cuyo salario no les permite
salir de la pobreza.
¿Existe lucha de
clases?
Este empobrecimiento de los diferentes componentes de la
clase trabajadora y de sectores importantes de las clases medias que derivan
sus ingresos de la renta del trabajo, junto con el enorme enriquecimiento de
las rentas superiores que derivan sus rentas de la propiedad del capital, ha
llevado a una polarización de la estructura social con un claro resurgimiento
de la conciencia de clase.
Varias encuestas (véase la Pew Survey. 01.11.2013) han
mostrado el gran crecimiento de la conciencia de clase y de la percepción de
conflicto existente en tales clases, percepción que se ha dado en todos los
sectores de la población. Así, el porcentaje de la población que indica que hay
una lucha de clases (class conflict) ha subido de un 43% en 2009 a un 65% en
2012, porcentaje que alcanza incluso cifras mayores (un 74%) entre los
afroamericanos. Entre los latinos es un 61%. Es también interesante indicar que
entre la población joven (18-34 años) esta percepción (71%) era mayor que en
los otros grupos etarios.
Ni que decir tiene que la composición de las clases sociales
ha ido variando (siempre ha estado variando), así como la manera como se
produce y expresa dicho conflicto. Por regla general, las clases más pudientes
rechazan el concepto de conflicto de clases, y solo lo utilizan cuando ven que
las otras clases toman acciones en defensa de sus intereses que afectan
negativamente los intereses de las clases más pudientes. Así, el Partido
Republicano, hegemonizado por la ultraderecha, acusa al movimiento sindical de
incentivar la lucha de clases cuando propone aumentar los impuestos sobre los
beneficios del capital. Pero en cambio, no utiliza tal expresión cuando se han
bajado esos impuestos a costa de aumentar los impuestos sobre el trabajo.
Hoy la polarización social, con la enorme concentración del
poder financiero y económico, ha redefinido la lucha de clases, creándose una
alianza de clases (la clase trabajadora con componentes de la clase media, que
constituyen las clases populares) frente a una minoría que incluye los miembros
de las élites económicas y financieras, aliadas a las élites de los partidos
dominantes y mayores medios de información, que hoy dominan la vida política y
económica de nuestros países.
El eslogan utilizado por el movimiento Occupy Wall Street,
el 1% en contra del 99%, intenta reflejar esta realidad, aun cuando supone una
simplificación que tiene costes políticos, pues el 1% (en realidad es un
porcentaje incluso menor el sector de la población que posee los medios de
producción de bienes y servicios. En Catalunya son, como reconocía uno de
ellos, el Sr. Millet, ex Presidente del Palau de la Música, persona conocedora
como nadie de cómo funciona la burguesía catalana, solo 400 familias) tiene
como aliados otro 9% ó 15% de la población (los sectores de las clases medias
de rentas altas encargadas de la gestión y gobernanza del sistema, que incluye
sectores importantes como los propietarios y gestores de los mayores medios de
información) que juega un papel clave en la reproducción de su poder.
De ahí que el eslogan del conflicto entre los de abajo
contra los de arriba, aunque exitoso desde el punto de vista mediático, sea
insuficiente, pues no tiene la suficiente característica definitoria de señalar
por qué unos están arriba y otros están abajo.
Las categorías científicas de
clases trabajadoras y medias (o clases populares) frente a las clases
dominantes, llámense burguesía, clase capitalista o Corporate Class como en
EEUU, describe mejor lo que está ocurriendo, que es un conflicto entre las
clases populares, que son la mayoría de la población en cualquier país, y la
minoría, que deriva su poder de clase de la propiedad de los medios de
producción y distribución, así como de los medios de legitimación y persuasión,
y sus aliados en las distintas ramas del estado encargadas de reproducir su
dominio sobre la mayoría de la población. Así de claro.
Aconsejo la lectura del libro The Democratic Class Struggle, por desgracia nunca traducido y
publicado en España, de mi amigo Walter Korpi, el analista más interesante e
influyente entre las fuerzas progresistas del norte de Europa y de gran
influencia en el mundo académico anglosajón. En España aconsejo el excelente
libro de Marina Subirats, Barcelona: de la necesidad a la libertad. Las clases
sociales en los albores del siglo XXI).