27/10/13

Ernst Mandel y la Teoría de las Ondas Largas

Foto: Ernest Mandel
Claudio Katz  |  La interpretación que propone Ernest Mandel de la teoría de las ondas largas brinda un esquema analítico para investigar la etapa actual del capitalismo. Su explicación subraya la influencia predominante de la tasa de ganancia de largo plazo en estos acontecimientos, el origen extraeconómico de los períodos ascendentes y la gravitación de las contradicciones internas de la acumulación en las fases declinantes. Su enfoque es afín a la tradición de periodización histórica del capitalismo inaugurada por Lenin y no a la tesis de ciclos regulares y sucesivos que plantearon Kondratieff y Schumpeter. Puntualiza una distinción cualitativa entre el ciclo y la onda y su principal originalidad es la conexión que establece entre la teoría del valor y los extensos períodos de contracción y expansión económica.

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Atribuye a la lucha de clases un papel explicativo central de estos procesos en polémica con las interpretaciones institucionalistas y hegemonistas, aunque no logar formular una demostración satisfactoria de la lógica periódica de este entrecruzamiento. Su enfoque incluye una teoría original de las revoluciones tecnológicas, que reformula la concepción shcumpeteriana en función de la dinámica objetiva del proceso de valorización. Propone, además, una crítica al
estancacionismo destacando que la dinámica del capitalismo es incompatible con la paralización de las fuerzas productivas.

Mandel aplica un determinismo histórico-social basado en el materialismo histórico que opuesto al análisis puramente estadístico, habitualmente utilizado para corroborar o desmentir empíricamente la existencia de las ondas largas. El interés actual de esta problemática surge de la eventualidad de una cuarta etapa del capitalismo al comienzo del nuevo siglo. Y en este plano se requieren desarrollar hipótesis que Mandel no llegó a concebir.

Ernest Mandel y la teoría de las Ondas Largas

La teoría de las ondas largas brinda una explicación de los procesos de crecimiento y depresión de largo plazo en la historia del capitalismo. Fue inicialmente concebida por autores marxistas para estudiar el auge económico que concluyó en 1914 y luego retomada por el investigador ruso Kondratieff y por el economista austríaco Schumpeter para analizar la extensa crisis de entreguerra. Posteriormente, varios pensadores utilizaron esta concepción para indagar el surgimiento y el agotamiento del “boom de posguerra” y en la actualidad, la teoría sirve para abordar el interrogante central de la etapa: ¿ Perdura la crisis iniciada a mediados de los 70 o -por el contrario- ha comenzado una fase de recuperación económica internacional ?

El replanteo marxista contemporáneo más importante del problema de las ondas largas fue realizado por Ernest Mandel. Su esquema analítico tuvo gran impacto, tanto en el ámbito académico cómo en el campo político. Revisar su original interpretación -comparándola con otras y despejando frecuentes incomprensiones- permite abrir un juicio general sobre esta teoría, delimitando las líneas promisorias de las pistas falsas de esta investigación.

En nuestra opinión, Mandel presenta un análisis de las etapas del capitalismo que toma en cuenta principalmente la acción de la ley del valor en el largo plazo. Su enfoque asigna primacía a la lucha de clases en la explicación de los acontecimientos históricos cruciales y contiene una interpretación de las revoluciones tecnológicas, basada en el reconocimiento de la dinámica discontinua del proceso de innovación. Plantea una concepción de la acumulación y de la crisis radicalmente opuesta al estancacionismo y aplica un determinismo histórico-social sustentado en el materialismo histórico. El tema más controvertido es cómo utilizar este modelo para el diagnóstico de la fase actual del capitalismo.

La interpretación “exógeno-endógena”

Mandel desarrolló su concepción de las ondas largas una vez concluido su primer texto significativo de economía en 1960-621. Pretendía caracterizar el período abierto con la fase de crecimiento de posguerra, que denominó “neocapitalismo” en 19642 y “capitalismo tardío” en su libro más importante de 1972 3 . Su interés inicial por las causas de la prosperidad se desplazó hacia los motivos de la declinación de esta fase, cuando corroboró su pronóstico del agotamiento del “boom”. En 1978 analizó los rasgos concretos de esta crisis4 y en 1979-80 conceptualizó su alcance en un texto especialmente dedicado al estudio de las ondas largas, que incluye una diferenciación polémica con otras caracterizaciones del fenómeno5. En 1993 -poco antes de morir- realizó una nueva edición de este libro6, ratificando su interpretación a la luz de la nueva bibliografía aparecida sobre el tema. En esta revisión subrayó dos aspectos: la ausencia de cualquier automaticidad en el pasaje de una fase a otra y la continuidad de la etapa de crisis iniciada a mitad de los 70.

Mandel rescató el origen marxista de los primeros estudios de las ondas largas para remarcar la afinidad de esta problemática con la atención que puso Marx en la historicidad del capitalismo. También analizó detenidamente el principal debate sobre el tema que se desarrolló en el naciente estado soviético y presentó su concepción como una extensión de la postura que adoptó Trotsky frente a Kondratieff en estas discusiones.

Kondratieff 7 había recopilado evidencias empíricas para demostrar la existencia de sucesivos ciclos económicos expansivos y contractivos de 25 años, que explicaba como un efecto del tiempo de maduración de las grandes inversiones. Sus partidarios subrayaban la consistencia de estos indicadores y la compatibilidad de este enfoque con la teoría del ciclo de Marx, mientras que sus críticos puntualizaban la fragilidad empírica del planteo y su familiaridad con la concepción marshaliana del equilibrio8 .
La hipótesis de Trotsky9 fue diferente: no aceptó ni tampoco desechó la tesis de Kondratieff y sólo indicó que períodos largos de auge y declinación económica debían estudiarse como “curvas del desarrollo capitalista”. Por eso diagramó un esquema tentativo de estas fases y aclaró que la teoría del ciclo no servía de explicación, porque en los procesos de larga duración influyen decisivamente acontecimientos sociales e históricos de gran envergadura, como por ejemplo, las guerras, los inventos o los descubrimientos de oro.

Mandel hizo suya no sólo esta sugerencia metodológica de Trotsky, sino también la utilización política de esta concepción como un fundamento de la estrategia socialista. Considera que las ondas largas constituyen períodos históricos cualitativamente diferenciados y correspondientes a las etapas librecambista, monopólica y tardía del capitalismo. Por eso, aunque acepta la existencia de una relación empírica de cierta regularidad entre fases de ascenso y descenso no las considera cómo un promedio estadístico estricto. Presenta diversos estudios historiográficos como prueba de la existencia de estos períodos y estima que deben medirse priorizando el comportamiento de la producción y la productividad y correlacionando estos datos con la evolución de otros indicadores (como el uso de la energía, las tendencias de los precios y del costo del dinero).

Mandel conecta la dinámica de las ondas largas con el surgimiento y la estabilización de las revoluciones tecnológicas, destacando que las etapas de ascenso (1848-73, 1893-1913, 1940-67) coinciden con la introducción de innovaciones radicales en la actividad productiva, mientras que en los períodos económicos declinantes se difunden nuevas formas de organización del trabajo y se prepara la próxima oleada de innovaciones.

Mandel distingue su interpretación de las cuatro explicaciones más corrientes. La “tesis tecnologista”, que atribuye el auge y la decadencia de cada onda a la aparición y generalización sucesivas de nuevas tecnologías, la “tesis hegemonista” que asocia estas fases con cambios de liderazgo internacional entre las potencias dominantes, la “tesis endogenista” que pone el acento en los procesos cíclicos de valorización y desvalorización del capital y la “tesis institucionalista” que subraya el papel determinante de las estructuras político-sociales.

Integrando a su enfoque los elementos aportados por todas estas vertientes, Mandel postula que el secreto de las ondas está en la evolución de la tasa de ganancia de largo plazo, porque estima que el epicentro del sistema capitalista está en el proceso de valorización. Presenta datos del comportamiento de la tasa de interés en períodos prolongados cómo índices representativos de la tasa de beneficio, distinguiendo el carácter de esta última variable en el corto y en el largo plazo. Mientras que en el primer caso, la tasa de beneficio oscila con el movimiento valorizante y desvalorizante que genera la propia dinámica de la acumulación, en el segundo caso el comportamiento de la tasa de ganancia está decisivamente influenciado por grandes acontecimientos político-sociales, que imprimen un signo positivo o negativo al “clima general” de los negocios y la inversión.

Mandel estima que las tasas de ganancia de largo plazo tienen incorporadas a sus equivalentes de corto plazo de la misma forma que las ondas incluyen a los denominados ciclos medios Juglar. Una larga expansión presupone fases de auge sostenido y recesiones espaciadas y viceversa. En el corto plazo las tasas de beneficio generan cortes descendentes más profundos en el nivel de actividad en las ondas declinantes y picos más elevados en las fases de auge.

Luego de asignarle un papel crucial a la tasa de ganancia de largo plazo y subrayar su condicionante extra-económico, Mandel localiza esta última determinación en el desenlace de la lucha de clases. Destaca que cuando la clase capitalista logra estabilizar su dominio mediante derrotas significativas de la clase trabajadora reaparece la “confianza” y se crea el marco adecuado para el inicio de largos períodos de crecimiento.

En la literatura económica se denominan “shocks sistémicos” a estos cambios en el contexto político-social, que los marxistas interpretan como resultantes de la confrontación clasista.

En su revisión de 1993, Mandel introdujo el concepto “ciclo de la lucha de clases” para ilustrar cual es la relación histórica que existe entre las etapas de evolución económica y los ascensos-reflujos de la lucha social. Destacó la interacción entre ambos procesos, pero subrayando que la lucha de clases tiene una dinámica autónoma más relacionada con la tradición político-sindical de la clase trabajadora, que con el rumbo de la actividad económica.

Mandel utilizó el término “exógeno” para definir este impacto político-social determinante de la lucha de clases y denominó “endógenos” a los elementos económicos internos de las ondas, precisando cuales son las variables centrales de este ùltimo proceso (composición orgánica, distribución del capital en fijo y circulante, tasa de plusvalía, tasa de acumulación, rotación del capital y relaciones entre el sector I y II).

Para Mandel cada onda larga se explica por una combinación singular y una función diferente de los procesos endógenos y exógenos. Considera que el orígen del ascenso es exógeno y el determinante del descenso es endógeno, afirmando que sólo grandes desenlaces en la lucha de clases favorables a la burguesía pueden impulsarla a comandar procesos de crecimiento de largo plazo, mientras que la maduración de los desequilibrios de la acumulación agotan internamente a estas etapas. En el ejemplo de la ùltima oleada ascendente describe cómo la secuela del fascismo en Alemania, el freno de la revolución en Europa o el maccartismo en Estados Unidos desencadenaron exógenamente el “boom” de posguerra. En cambio destaca que el incremento de la composición orgánica del capital, las dificultades para continuar incrementando la velocidad de rotación del capital, el fin de la baratura de las materias primas, los límites al aumento de la tasa de plusvalía y el encarecimiento del capital constante fueron determinantes del agotamiento endógeno de esta fase.
Con esta interpretación, Mandel elaboró una construcción analítica completa de las ondas largas que deslumbra por su intención de totalidad, la complejidad de los elementos considerados y la diversidad de los matices. Pero esta multidimensionalidad del plantéo también indujo a diversas distorsiones en la evaluación de su enfoque.

Teoría de las etapas del capitalismo

La principal incomprensión del enfoque de Mandel proviene de los críticos10 que identificaron su concepción con la de Kondratieff , interpretándola como una teoría “automática y mecanicista” o cómo una visión juistificadora de la “regeneración periódica del capitalismo”12 .

Frente a estas acusaciones, Mandel respondió que su enfoque de los “períodos históricos diferenciados” se limitaba a caracterizar la existencia de fases cualitativamente distintas del capitalismo, sin postular una repetición indefinida cada 50 años, ni tampoco una sucesión inexorable de fases ascendentes y descendentes. Mandel era un activo militante socialista, rechazaba la perpetuación del capitalismo y consideraba que la permanencia de las ondas largas durante el siglo XX era consecuencia de la regresión del proyecto socialista y no un simple efecto de la dinámica del capitalismo. Y estimaba que estas fases persistirían en el futuro, mientras que el socialismo no lograra éxitos emancipatorios definitivos a escala internacional. Para Mandel el orígen marxista de la teoría -que otros investigadores13 confirmaron- era un dato indicativo del carácter potencialmente revulsivo de esta concepción para la economía burguesa.

Muchos críticos pierden de vista que Mandel simplemente perfeccionó la teoría marxista clásica de las etapas del capitalismo que propició Lenin. Este es el centro de su enfoque, como acertadamente destaca McDonough14 al recordar que el problema de las “fases periodizantes” no apareció con Marx, sino durante la recuperación económica que sucedió a la larga depresión de 1873-96. Al caracterizar este período Bernstein afirmaba que las crisis tendían a desaparecer como consecuencia del nuevo funcionamiento monopólico, mientras que Kautsky afirmaba que la “tendencia a la depresión crónica” se mantenía inalterable. En cambio Lenin -junto a Hilferding y Bujarin- introdujo la caracterización novedosa de una nueva fase imperialista y esta nueva delimitación del capitalismo en etapas quedó incorporada a todo el pensamiento marxista posterior.

La tesis de Mandel constituye una variante de esta herencia, pero aplicada a dilucidar los rasgos centrales de la nueva fase de posguerra. Recurre a un procedimiento análogo al utilizado por los teóricos del imperialismo, que caracterizaron la etapa precedente resaltando el dominio del capital financiero (Lenin), el choque entre la nacionalización e internacionalización del capital (Bujarin), el agotamiento de la expansión territorial (Luxemburgo) o las nuevas formas de regulación monopólica (Hilferding).
Mandel amplía estos criterios al periodizar la historia del capitalismo combinando leyes de acumulación (“endógenas”) con desenlaces de la lucha de clases (“exógenos”). Su enfoque es más integral que otras conceptualizaciones marxistas del problema de las etapas del capitalismo que sólo toman en cuenta el tipo de plusvalía extraída (absoluta en la acumulación extensiva y relativa en la intensiva), la modalidad predominante del capital (financiero, industrial, comercial), la forma del proceso de trabajo (taylorista, fordista, toyotista), el tipo de competencia prevaleciente (libre cambio, monopolio, regulación pública) o las peculiaridades de la intervención estatal (liberalismo, keynesianismo, neoliberalismo). La tesis de Mandel no es una exótica implantación de categorías de Kondratieff, sino una forma de sintetizar jeraráquicamente cada una de estas características en una teoría unitaria de las fases del sistema social dominante desde el siglo XIX .

La caracterización de las ondas largas constituye un fundamemto teórico de su visión de la tercer etapa (tardía) del capitalismo. Compartió la conceptualización de este nuevo período con otros teóricos marxistas de las ondas largas (Boccará, Fontvielle, Rasselet) y con autores que prescindieron de este recurso conceptual (Sweezy, Dumenil). El terreno analítico de Mandel es comùn a todos estos autores -que reactualizaron la teoría clásica del imperialismo- y no a las distintas vertientes continuadoras de Kondratieff y Schumpeter.

Lo verdaderamente original de Mandel es su desarrollo de la intuición que formuló Trotsky sobre las “curvas de desarrollo capitalista”. Quiénes caracterizan que realiza una inadmisible mixtura “ecléctica” entre esta hipótesis y el esquema de Kondratieff15 no comprenden el sentido de la discusión que se desarrolló en la ex-URSS. Trotsky no objetó la existencia de las ondas largas, sino su interpretación como simples ciclos de largo plazo resultantes de la dinámica interna de la acumulación. Planteó que las guerras, las revoluciones o los descubrimientos naturales eran desencadenantes de las curvas ascendentes y Mandel completó esta reflexión, teorizándo la dinámica contemporánea de estos “impactos exógenos” en la configuración de las etapas del capitalismo.

La gravitación de la teoría del valor

La peculiaridad del enfoque de Mandel es la relación que establece entre las ondas largas y la teoría del valor. Siguiendo a Rubín interpretó que esta última concepción explica el funcionamiento del capitalismo y no sólo el origen del beneficio en la explotación o el sustento teórico de los precios en el valor16. Las conexiones entre las tasas de plusvalía, el nivel de la acumulación o la composición orgánica del capital con las fases de crecimiento o declinación de largo plazo que establece Mandel, derivan de esta interpretación abarcativa de la ley del valor. Su análisis de cada período histórico del capitalismo como etapas diferenciadas por la forma que adoptan las transferencias de valor -entre regiones en el libre cambio, entre países en el imperialismo y entre sectores en el capitalismo tardío- surge también de su teoría del valor.

Mandel17 incluso evaluó que su principal contribución al pensamiento económico marxista radicaba en la clarificación de esta relación y un comentarista18 -que no comparte su punto de vista- igualmente concuerda en destacar que esta vinculación entre la teoría del valor y las ondas largas es el rasgo original de su interpretación.

Mandel introduce la teoría del valor en tres planos. Primero cómo explicación última de los desequilibrios del capitalismo, en tanto sistema carente de planificación y regulado por la asignación ex post de los recursos, luego cómo interpretación de la adaptación del movimiento de los precios a la evolución de los valores, es decir al tiempo socialmente necesario para la producción de las distintas mercancías en cada fase del ciclo y finalmente cómo fundamento de los componentes “endógenos” de las ondas largas.

El primer nivel de análisis esclarece el funcionamiento del capitalismo en el plano más abstracto y en esa medida esta explicación constituye el basamento más general de su visión de las ondas largas. El segundo plano apunta a establecer las diferencias entre el ciclo y la onda, destacando que las fluctuaciones periódicas están totalmente gobernadas por la lógica de premios y castigos, que la ley del valor impone a las empresas que respectivamente economizan y derrochan trabajo social. En el tercer nivel explica cómo en las ondas esta regulación es diferente, tanto por el carácter extraeconómico de los impulsos a la prosperidad, cómo por la intervención prioritaria de ciertas variables -cómo la composición orgánica- que inciden en el largo plazo. Esta inter-relación entre el movimiento fluctuante continuado de los ciclos y su perfil predominantemente ascendente en la fase próspera de la onda y descendente en el período opuesto es un importante aporte de Mandel.

En este tercer nivel de análisis, el teórico marxista también destacó la centralidad de la tasa de ganancia de corto plazo en el ciclo y de largo plazo en la onda. En este plano contribuyó a esclarecer que la tendencia decreciente de la tasa de ganancia no tiene un carácter secular, ni puramente rectilíneo. Algunos autores, como Carchedi19, analizaron posteriormente más detalladamente esta misma relación y otros como Shaik20, introdujeron una imporatnte discusión al opinar que la variable oscilante de la onda no es la tasa, sino la masa de ganancia.

La distinción entre el ciclo y la onda que planteó Mandel es cualitativa y no meramente terminológica. Implica que las etapas históricas del capitalismo no están conformadas por “ciclos largos”, como piensan los partidarios de la corriente marxista de la regulación sistémica. Autores de esta escuela endogenista, como Boccará21, presentan una concepción muy integral de las ondas -correlacionando variados elementos demográficos, económicos, tecnológicos, monetarios y organizacionales- pero caracterizando que operan cíclicamente como consecuencia de su dependencia de fases de valorización y desvalorización del capital. También Rasselet22 defiende esta repetitividad, al vincular cada “ciclo largo” con una forma predomiante de competencia (simple, desarrollada, monopólica-simple, monopólica de estado). Y Fontevielle23 argumenta que su previsible periodicidad surge del papel regulador que ejerce la tasa de ganancia.

Mandel objeta acertadamente que en esta visión se extrapolan las características del ciclo a las ondas, omitiendo las diferencias entre un proceso más regido por la lógica espontánea de la acumulación y otro más guiado por las circunstancias político-sociales que signan a un período histórico. Esta fue la crítica de Trotsky a Kondratief y subraya que el proceso de revalorización-desvalorización del capital no se desenvuelve en el largo plazo con la regularidad pronosticable del ciclo.

El principal problema de identificar los ciclos con las ondas radica en el cambio de perspectiva analítica que establece para el estudio de estas fases. En lugar de investigar las condiciones de su posibilidad se tiende a presagiar su auto-repetición en márgenes definidos de tiempo. En vez de investigar la presencia del fenómeno en el pasado y postular su eventualidad futura como “movimientos largos” (una denominación adecuada que utiliza De Bernis24) se analizan ciclos que operan con la misma periodicidad en el corto y en el largo plazo.

Pero un error inverso a esta interpretación mecanicista es el rechazo frontal de las ondas, argumentando que en el capitalismo contemporáneo todas las fluctuaciones de la economía son resultantes de la instrumentación de políticas gubernamentales. Aunque esta observación es típicamente keynesiana, algunos autores como Mattick y Perez Izquierdo la aceptan presentándolas como expresión de la inestabilidad estructural -y no del carácter controlable- del capitalismo actual. Pero si las ondas largas no existen porque cualquier tipo de ciclo ha cesado de actuar y es por ello manejable (o incontrolable) con instrumentos fiscales e impositivos: ¿ A qué se debe la perdurabilidad y periodicidad -tan comprobada en distintos estudios- de estas fluctuaciones ? ¿ A qué obedece la preocupación de los economistas por anticiparse a los ciclos, estimulando o enfriando la actividad económica ?

Mandel se opone correctamente a esta crítica de las ondas, subrayando que esta objeción ignora las raíces objetivas del cíclo en la actividad productiva capitalista y su dependencia de los desequilibrios que impone la ley del valor.

Además, destaca en una interpretación que propuso -primero en 19601 y luego en 197626- que en cada fase del ciclo la adaptación de los precios a las productividades sigue el movimiento de los valores y su determinación por el tiempo socialmente necesario para la producción de las mercancías.

Por otra parte, Mandel contrapone la duración imprevisible de las ondas a la temporalidad relativamente calculable del ciclo, definida por el período predominante de renovación del capital fijo en cada etapa del capitalismo. En un primer texto2, Mandel consideró que esta duración se había reducido de 8-10 años en el siglo XIX a 4-5 años en la posguerra, como consecuencia de la aceleración de la innovación y el acortamiento del lapso que media entre el descubrimiento y la aplicación de nuevas tecnologías y atribuyó este achicamiento a la “carrera armamentista”.

Pero en los ensayos posteriores25 que dedicó al origen de la teoría del ciclo en Marx y a su desarrollo en “EL Capital”26 no profundizó esta línea de análisis.Y en un artículo póstumo17 sólo destaca que el carácter cíclico de la producción es una ley del capitalismo, sin detallar cual es la temporalidad contemporánea de estas fluctuaciones. En este tema, Mandel compartió la indefinición que parece dominar en toda teoría económica27 .

Una teoría de la lucha de clases

La atención que pone Mandel en la lucha de clases cómo proceso determinante del giro hacia una onda larga ascendente y cómo elemento de la crisis de las fases descendentes contrasta con la interpretación institucionalista. Aunque este enfoque también asigna gran importancia a los acontecimientos político-sociales focaliza sus resultados en los cambios institucionales y no en la confrontación clasista.

Para Gordon28 la consolidación y decadencia previa de las “estructuras sociales de acumulación” definen el signo de las ondas y las “variables sociales” explican los cambios operados en cada fase en mayor medida que cualquier otro proceso. Considera29 que el éxito del “boom de posguerra” obedeció a los acuerdo del “capital con el trabajo” y del “ciudadano con el estado”, al afianzamiento de formas empresarias corporativas y al marco internacional consagratorio de la hegemonía norteamericana y plantéa que la erosión posterior de estos pilares desembocó en la crisis.

Estas tesis tienen muchos puntos de contacto con el razonamiento de Mandel, pero son más afines a la caracterización de los “radicals” norteamericanos, que enfatizan la determinación institucional del capitalismo estadounidense y atribuyen sus peculiaridades a la segmentación (racial, sexual, generacional) del mercado de trabajo30. Este enfoque es muy semejante al propuesto por la teoría de la regulación31, aunque en el tema de las ondas largas existe una importante controversia con muchos autores de esta última corriente francesa32 .

El planteo institucionalista presenta dos divergencias metodológicas con el enfoque de Mandel: la sustitución de la teoría del valor por las “categorías intermedias” (por ejemplo, “estructuras sociales de acumulación” equivalentes al concepto regulacionista de “régimen de acumulación”)33 en la explicación central de las ondas largas y el cuestionamiento de la distinción “exógeno-endógena” como cirterio de análisis34. Mandel respondió destacando que la atención institucionalista por los hechos político-sociales es insuficiente, porque conduce a presentar la sucesión de “estructura social de acumulación” como procesos tan continuados y endógenos como los postulados por Kondratieff.

Pero en realidad la principal discrepancia se ubica en la definición del elemento rector del signo de la etapa. Para Mandel, las denominadas “estructuras sociales de acumulación” cumplen una función de dominación de clase y cambian en relacion con los resultados (es decir, con la correlación de fuerzas) que emergen de la lucha de clases. Acepta -como dice Rowthorn35 -que la burguesía no domina mediante actos repentinos de opresión, sino a través de la paulatina construcción de mecanismos de poder. Pero destaca que este tipo de instituciones se erige a partir de los desenlaces de la confrontación clasista.

Gunter Frank 36 se equivoca cuando afirma que por “su ideología trotskista”, Mandel introduce artificial e innecesariamente la lucha de clases en las ondas largas. Al contrario, al incorporar este enfrentamiento social en el análsis el teórico del capitalismo tardío evita la fetichización de las instituciones, cómo si fueran entes rectores de la vida social surgidos de la natural convivencia humana.

Mandel subraya que todas las estructuras en que se apoyó el crecimiento de posguerra -desde FMI hasta el “estado de bienestar”- tienen sus raíces en la remodelación de formas de dominación de la clase capitalista y destaca que la lucha de clases es el eje de la tensión que reocorre a la sociedad contemporánea. Este conflicto impide que parámetros evolutivos -cómo, por ejemplo, “el desarrollo de los hombres” a través de su calificación educativa- puedan operar como patrones centrales de las ondas largas, como ha sugerido recientemente Fontivielle37.

Pero el principal problema del enfoque institucionalista no es tanto la atención que pone en el papel de las instituciones en la historia de las ondas largas, como su propósito de reemplazar con este análisis el estudio de las leyes del capital. La tesis institucionalista ignora la tasa de plusvalía, la composición orgánica o cualquier variable económica objetiva derivada de la teoría del valor. Y esta omisión le impide aclarar porqué ciertas fases estructurales de crecimiento perduran y otras abortan.

La centralidad que Mandel atribuye a la lucha de clases implica, por otra parte, un abordaje de “historia por abajo” opuesto a la “historia por arriba”, que propone la interpretación hegemonista. Cuando Arrighi38 asocia el ascenso de cada onda larga a un desenlace de rivalidades entre potencias y el descenso al ocaso de un liderazgo internacional, su foco de atención está exclusivamente centrado en los conflictos entre clases dominantes. Por eso su teoría de los “ciclos sistémicos de acumulación” vincula principalmente fases de expansión productiva y de crisis financiera de la historia con el dominio mundial de sucesivas potencias (Genova, Holanda, Inglaterra, Estados Unidos)39.

Este esquema inspirado en Braudel ha sido objetado por su tendencia a desplazar el análisis de la producción hacia aspectos financiero-mercantiles y por su desatención de las raíces económicas objetivas que explican el éxito y la decadencia de cada potencia.40. También Mandel critica esta unilateralidad, pero su cuestionamiento pone de relieve cómo el desenlace de las rivalidades inter-imperialistas está conectado con la lucha de clases entre oprimidos y opresores a escala internacional. Conceptualiza de qué forma los episodios centrales de esta confrontación (por ejemplo, la revolución rusa, el fascismo aleman o la guerra de España) tuvieron un impacto estratégico definitorio en la política internacional.

Mandel aceptó otras correlaciones que más recientemente se han planteado entre los signos de las ondas y la evolución de la demanda efectiva, los flujos migratorios internacionales o la tendencia de los procesos bélicos, educativos41 y de consumo42. Pero siempre mantuvo la primacía explicativa asignada a la lucha de clases.

En su revisión de 1993, el teórico marxista intentó precisar cómo influyen exactamente los “impactos exógenos” sobre las ondas, recurriendo a un nuevo concepto: el “ciclo de la lucha de clases”, entendido como fases autónomas de intensificación y decrecimiento de las luchas sociales y de la acción revolucionaria de las masas. Ilustró con un gráfico de la historia europea la forma en que la curva de estos acontecimientos se intersecta con el diagrama de las ondas largas.

Esta tesis tiene puntos de contacto con la teoría de los “ciclos de insurgencia”, que describe cómo cuatro procesos de rebelión popular actuaron de puntos de inflexión de fases Kondratieff43. Pero Mandel cuestionó el carácter “voluntarista y fatalista” de esta interpretación, que asocia el ascenso económico con la cohesión social de la clase obrera y la obtención de conquistas y el período opuesto con el debilitamiento de las organizaciones populares y la declinación de la militancia. Su tesis del “ciclo de la lucha de clases” también se asemeja a los trabajos que han desarrollado los investigadores del “labour unrest”44, para elaborar índices cualitativos de la resistencia de los trabajadores y analizar su efecto en la historia contemporánea.

Pero estos estudios encuentran correlaciones de las luchas populares con las guerras por la hegemonía internacional de las grandes potencias y no conexiones con procesos de crecimiento y declinación económicos.

Mandel destaca que la lucha de clases opera como una “variable parcialmente autónoma” y dependiente del nivel de militancia y tradición político-sindical de la clase obrera gestado en la fase precedente. Señala que este proceso dá lugar a ciclos que se desenvuelven de manera desincronizada con el movimiento de la economía, aunque co-determinando los puntos de inflexión de las ondas largas. Pero aunque este esquema analítico es potencialmente fértil, todavía esta muy lejos de haber demostrado su consistencia lógica y empírica.

Este último balance traza Bensaid45, cuando señala que no se ha probado de qué forma un elemento tan indeterminado como la evolución de la lucha de clases desencadena ondas largas históricamente sucesivas. También Husson46, que encuentra fuertes evidencias de estas fases para el capitalismo francés, destaca que la explicación fundada en la periodicidad de la lucha de clases no es completamente satisfactoria.

En realidad, el propio término “ciclo de la lucha de clases” es problemático, porque si bien en el lenguaje político cotidiano se reconocen estas etapas ( “la clase obrera están en reflujo” o “en ascenso”), la palabra ciclo -a diferencia de fase- sugiere la mecánica analogía con las fluctuaciones económicas, que Mandel tanto objetaba. Esta confusión no anula su acierto de conceptualizar porqué en la fase de agotamiento de la onda ascendente y durante el inicio del giro descendente se procesan conflictos centrales de la confrontación clasista.

En su esquema existe, sin embargo, un punto oscuro en la causa de la temporalidad de las ondas, que no parece resuelto con el concepto de “ciclo de la lucha de clases”. Arturo Guillen Romo47 señala esta dificultad, cuando afirma que si acontecimientos “exógenos” tan inciertos como el resultado de la lucha de clases determinan el inicio de fases expansivas: ¿Cúal es la razón de la pendularidad del fenómeno? ¿Cómo se entiende su relativa regularidad en la historia del capitalismo ?

Mandel avanzó en plantear el problema y en abrir una fecunda linea de investigación para estudiarlo, aunque no logró resolverlo. Su punto fuerte es la explicación de cómo ciertas fases de la lucha de clases se combinan con tendencias económicas objetivas para desencadenar ondas ascendentes. Pero su punto debil radica en la insuficiente demostración de la lógica periódica de este entrecruzamiento.

Una teoría de las revoluciones tecnológicas

La teoría de Mandel incluye una concepción de las revoluciones tecnológicas, aunque sin aceptar la interpretación schumpeteriana de las ondas largas. Este último enfoque48 atribuye la aparición de largos períodos de prosperidad al surgimiento de cambios tecnológicos radicales y explica las fases depresivas por la absorción económica de las nuevas tecnologías y la preparación de la próxima oleada. Estima que el período de amortización de las innovaciones radicales determina la duración y la sucesión regular de los ciclos Kondratieff. Partiendo de esta caracterización se han desarrollado notables investigaciones empíricas para demostrar la coincidencia de las bandadas periódicas de innovaciones con etapas de crecimiento prolongado49.

Mandel acepta esta correlación, pero considera que las oleadas no se explican por el cambio tecnológico sino por el comportamiento de la tasa de ganancia de largo plazo. Esta variable asciende en los períodos de prosperidad hasta el momento de la crisis, induciendo la renovación de la maquinaria obsoleta mediante el uso de los capitales sobreacumulados y no invertidos en la fase precedente. Lo que Mandel rechaza son las conclusiones “tecno-deterministas” de los autores schumpeterianos, que diagnostican una inexorable sucesión de ondas largas, mecánicamente inducidas por el reemplazo de tecnologías obsoletas. Su énfasis en el condicionamiento “exógeno” de las ondas es antagónico con la identificación de estas fases con simples extensiones de los ciclos cortos (Kitchen) o medios (Juglar).

Kleincknecht50 polemiza con Mandel, afirmando que los capitalistas no innovan cuando se eleva la tasa de ganancia, sino por el contrario, en los momentos en que la retracción del beneficio los obliga a contrarrestar las pérdidas con el uso de nuevas tecnologías. Por eso considera que la innovación comienza en las actividades experimentales y en pequeñas series de altos costos.

Pero Mandel no objeta que las innovaciones puedan originarse en una reacción capitalista frente a menores rendimientos, sino que destaca correctamente que la difusión de las nuevas tecnologías se concreta cuando esta tendencia se ha revertido.

Mandel aclaró de forma contundente su discrepancia conceptual con el “tecnologismo”, pero su teoría de las revoluciones tecnológicas es en cierta medida deudora del schumpeterianismo. En primer lugar porque suscribe la tesis del carácter discontinuo del proceso innovador, que los partidarios de esta escuela defienden frente a la concepción gradualista. Este enfoque rechaza tanto la distinción entre innovaciones básicas y radicales, como la propia existencia de revoluciones tecnológicas y evalúa que las ondas largas constituyen “meros accidentes históricos”51. Aunque Mandel no intervino explícitamente en este debate, su teoría se ubica en el campo de los defensores de las ´bandadas innovadores”, frente a quienes destacan que los cambios tecnológicas han seguido históricamente un patrón acumulativo de trayectorias dispares y variaciones azarosas52 .

En segundo lugar, la periodización que presenta Mandel de las revoluciones tecnológicas es muy semejante al esquema de Ch.Freeman. Subdivide a la primera en dos fases -1800-47 en torno a la máquina de vapor y 1847-90 en base al motor fabricado mecánicamente- situá a la segunda (1890-1940) en función de la electricidad y analiza la tercera (1940-70 en relación al impacto general de la economía armamentista, especialmente en la energía nuclear. Su aporte original en este plano fue asociar cada uno de estos episodios con cambios en las modalidades de transferencia de la plusvalía, desde el sector de bienes de capital a bienes de consumo durante la primera revolución tecnológica, en el sentido opuesto durante la segunda y desde empresas de baja a alta automatización durante la tercera.

Con este análisis buscó demostrar que la aparición y extinción de las “rentas tecnológicas” se vincula con formas cambiantes de apropiación de la plusvalía. Algunos comentaristas52 opinan que sobrevaloró el papel de la energía en desmedro de las máquinas herramientas, al caracterizar la singularidad de cada revolución. Ese señalamiento parece acertado, por lo menos en relación a su exagerada ponderación del rol de la energía nuclear durante la posguerra.

Pero un aporte indudable de Mandel fue su pionera atención a la función reorganizadora del proceso de trabajo que cumplen las revoluciones tecnológicas. Del intenso debate que existe entre los expertos sobre la fase de aparición de las innovaciones radicales -prosperidad para Ch. Freeman53 y depresión para Mensch54 -y en torno a la forma en que se combinan las innovaciones de producto y proceso en cada onda larga55, Mandel retuvo un aspecto de especial interés político-social. Estudió cómo los capitalistas aprovechan los períodos depresivos de aumento de la desocupación para generalizar la instauración de normas “racionalizadoras” de la actividad laboral (generalización del taylorismo en 1914-40, “desregulación laboral” en las ùltimas dos décadas). Coombs56 opina que bajo la influencia de Braverman, Mandel incorporó esta problemática del proceso de trabajo en su esquema, que inicialmente estaba más centrado en la temática schumpeteriana de la innovación.

Si esta influencia reforzó su atención en el proceso de trabajo, la caracterización de Lange de la revolución industrial cómo un acontecimiento histórico único, lo llevó a corregir la denominación inicial de “nueva revolución industrial “ por el adecuado término de revoluciones tecnológicas. En este terreno, Mandel se diferenció nítidamente del plantéo de la “revolución científico-técnica”, postulada por los teóricos del “ex bloque socialista”57 .

Distinguió implícitamente entre revoluciones científicas -descubrimientos claves reconocidos por la comunidad científica- de revoluciones tecnológicas -innovaciones radicales que impactan en el conjunto de la actividad productiva. Y tuvo en cuenta esta diferenciación para caracterizar que la ciencia está sometida en el capitalismo al filtro de la rentabilidad y no opera como una “fuerza productiva autónoma” y rectora de la “civilización actual”, como planteaban los teóricos pro-soviéticos. Partiendo de esta comprensión, Mandel destacó correctamente que las ondas largas están vinculadas a las revoluciones tecnológicas y no a los “ciclos del conocimiento científico” teorizados por esos autores.

La crítica al estancacionismo

Con su teoría de las ondas largas, Mandel se apartó de la tradición dogmática de repetir conceptos de marxistas ordodoxos como si fueran sentencias bíblicas. Esta postura lo indujo a replantear críticamente la tesis de la “declinación histórica del capitalismo” de Lenin y del “estancamiento de las fuerzas productivas” de Trotsky.

Mandel59 acepta que la etapa progresiva del capitalismo concluyó en 1914, pero únicamente en el sentido de una creciente preeminencia posterior de los aspectos más negativos de este sistema. Este predominio no implica estancamiento económico, ni descomposición del capitalismo de forma semejante al padecido, por ejemplo, por el modo de producción esclavista. Destaca que la guerra, los genocidios, la explotación se multiplicaron en el siglo XX, socavando los pilares del progreso de la civilización. Pero considera que estas tendencias no eliminan el sustento objetivo del capitalismo en el crecimiento, la competencia y la innovación. Por esta razón este sistema económico no puede detener, regular, ni tampoco atemperar las crisis de sobreproducción.

Mandel explicó mediante las ondas largas cómo una nueva etapa histórica del capitalismo había irrumpido en el mismo siglo de la proclamada “fase final y agónica” de este régimen social. Frente a este hecho, reformuló la definición de “etapa declinante” identíficándola con la pérdida de fuerzas espontáneas de este sistema y con el creciente auxilio extra-económico a la continuidad del proceso de acumulación. Por eso asignó tanta importancia al “shock exógeno” en el inicio de una onda expansiva. Es sorpredente que a pesar de esta caracterización, algunos autores60 acusen a Mandel de “economicismo” y “subestimación de la política”.

La teoría de las ondas largas fue caratulada de “pro-capitalista” en la prensa de varios partidos trotskistas, que le dirigieron críticas bastante semejantes a las planteadas en los años 30 contra Kondratieff en la ex URSS. Este cuestionamiento generalmente desconoció que las tesis de Mandel se oponen explícitamente a la interpretación de las ondas largas como etapas de recreación eterna del capital. Sus críticos continuaron destacando que la “decadencia”, el “parasitismo” y el “rentismo financiero” impedían el desarrollo de una tercer etapa del capitalismo, cómo si la historia hubiera predeterminado que este régimen social debía atravesar sólo por dos fases delimitadas por el año 1914. Los objetores también eludieron caracterizar el significado de los todos los indicadores de posguerra de incremento de la productividad, mejora del salario real y expansión de los mercados.

Mandel61 polemizó especialmente en los años 70 contra la tesis expuestas por el dirigente trotskista Lambert y desarrolladas por el teórico Fourgueyrollas62. Este último enfoque invalidaba la existencia de ondas largas ascendentes contemporáneas, argumentando que en el siglo XX las “fuerzas productivas cesaron de crecer”. Pero como cualquier evidencia económica refutaba esta afirmación, sustituyeron la caracterización objetiva de las fuerzas productivas por una definición romántica del “desarrollo del hombre en tanto fuerza productiva por excelencia”. En lugar de analizar las fuerzas productivas sociales en sus componentes humanos (potencialidad del trabajo materializada en la capacitación laboral de los asalariados) y materiales (instrumentos de trabajo) describían cómo el desenvolvimiento del ser humano se ha frustrado en las ùltimas décadas. Este argumento se desvaneció al poco tiempo, porque las observaciones casi religiosas sobre el grado de realización o desgrarramiento del hombre, no tienen ninguna relación con el análisis objetivo de una etapa del capitalismo.

Algunos resabios de esta argumentación contra las ondas largas perdura actualmente, aunque sin la anterior justificación “en la opresión del hombre”. Este insostenible enfoque ha sido sometido a una revisión excelente y a una crítica demoledora por parte de otros analistas64. Aunque en este caso cabe recordar, que con todas sus insuficiencias la teoría de las ondas largas le permitió a Mandel anticiparse en varias décadas a este acertado balance, subrayando las distorsiones del razonamiento estancacionista.

Determinismo histórico-social

Mandel elaboró su teoría de las ondas largas aplicando un tipo de determinismo histórico-social basado en el materialismo histórico.

El criterio “endógeno-exógeno” que propuso para esquematizar estas fases expresa acabadamente esta metodología. Tomó el término “exógeno” de la teoría convencional del ciclo, que asocia este concepto con el impacto de factores extraeconómicos (como el clima, la psicología de los agentes o las expectativas) sobre las etapas de auge y prosperidad de corto plazo65. Pero aclaró66 que su caracterización se inspiró conceptualmente en la tesis del “shock sistémico” de Forrester67.

Mandel re-elaboró esas nociones dentro de su modelo de leyes del capital operando en el largo plazo en combinación con variables parcialmente autónomas. Esta mixtura es su principal aporte metodológico, ya que plantéa concebir la reproducción capitalista como una síntesis de tendencias que determinan cierta dirección y velocidad del proceso de acumulación, en función de impactos políticos, sociales e históricos cruciales. Considera que este proceso contradictorio e inestable está socavado por los desequilibrios intrínsecos del capitalismo y está sujeto, además, a una desincronización temporal que Bensaid45 ha bautizado “la disonancia del tiempo”.

Esta forma de análisis es diametralmente opuesta al determinismo naturalista de los críticos neoclásicos, que desacreditan la teoría de las ondas largas presentándola como una “elucubración de ciencia ficción” y afirmando que “el ciclo está científicamente comprobado, mientras que las ondas largas son pura especulación”68. Acostumbrados a abordar el problema del ciclo en el horizonte del corto plazo y con la metodología walrasiana del equilibrio, los economistas marginalistas son incapaces de entender la periodización histórica de un sistema que consideran natural y eterno.

El trasfondo metodológico de la objeción neoclásica es la concepción fisicalista del equilibrio. Con este fundamento Avramov69 opina que la teoría del ciclo inspiró -durante todo el siglo XX- un sólido programa de estudios econométricos y fructíferas orientaciones de política económica, mientras por las ondas largas ni siquiera lograron “estabilidad epistemológica” o consistencia empírica.

Pero lo que este crítico no logra distinguir es el cariz principalmente económico del ciclo e histórico de la onda, porque en su concepción el capitalismo es un sistema sujeto a los vaivenes naturales de la euforia y la depresión de los negocios y no un modo de producción históricamente transitorio y por esta razón, delimitado en etapas de funcionamiento muy diferentes.

Al ignorar las ondas largas, la visión neoclásica no puede comprender los cambios de modalidades del ciclo en cada fase del capitalismo. En primer lugar, porque razonan siguiendo la metáfora walrasiana del lago, que compara las fluctuaciones de corto plazo con transitorios vientos perturbadores de la tranquilidad natural de la economía. En segundo término, porque suscriben el enfoque de la síntesis neoclásico-keynesiana de posguerra, que identificó a los ciclos con impactos exteriores sobre una estructura estable que se balancéa pendularmente (“rocking horse”) absorbiendo estos efectos. Louca70 explica de manera contundente porqué esta concepción mecánica -que se basa en la extrapolación de los conceptos ingenieriles de fuerzas impulsoras y mecanismos del propagación al análisis económico- no permitió avanzar en la comprensión del ciclo y es inservible para el estudio de las etapas del capitalismo.

Pero el mayor problema radica en que esta teoría es la referencia conceptual de las distinitas mediciones que se han hecho para demostrar o refutar empíricamete la existencia de las ondas largas.Y aquí aparece otra diferencia central con el enfoque de Mandel, que no participó en la discusión empírica -actualmente irresuelta- del problema, sino que enfatizó el carácter histórico de estos acontecimientos.

Mandel plantéa la necesidad de recurrir a un amplio márgen de flexibilidad para la periodización exacta de las fases, en oposición a los investigadores instrumentalistas que buscan sólamente corroborar o refutar la existencia de las ondas. Esta inclinación empirista se observa, por ejemplo, entre los autores que intentan correlacionar las ondas largas con fases de novedad, maduración y standarización del “ciclo de vida de los productos” (Glubler y Nakiceovic71 para el transporte, la energía y la producción de acero, Brooks72 para “curvas S” de otros productos).

Mandel apunta a demostrar la coherencia de las ondas con la especificidad histórica del capitalismo y por eso se diferencia de investigadores como Goldstein73, que sitúan el centro de esta problemática en la corroboración empírica.

El teórico marxista se limitó a puntualizar que las variables de la producción debían priorizarse en el cálculo, pero no participó en la controversia sobre cuál es el método econométrico más adecuado (descomposición clásica de series de tiempo, espectral, filter design) para estimar las ondas74.

Al jerarquizar la dimensión cualitativa del problema, Mandel se mantuvo fiel al programa político-social inicial de estudios de estos procesos. Aplicó un “método histórico, que acertadamente Louca75 diferencia del “metodo econométrico”, porque este último procedimiento exige un tipo de estabilidad de los datos estructurales que resulta inviable para el análisis de las ondas largas.

Louca considera, además, que el “determinismo paramétrico con variables semi-autónomas” utilizado por Mandel presenta dos méritos metodológicos: es opuesto al fatalismo mecanicista del marxismo de la II Internacional y asimila toda la tradición heterodoxa de incluir variables cualitativas (como la expectativa keynesiana o la innovación schumpeteriana) en el análisis económico. Esta evaluación es apropiada, aunque es más correcto caracterizar que la óptica de Mandel se asemeja al nuevo materialismo histórico (desarrollado entre otros por Perry Anderson) y que expuso con nitidez en sus ensayos propiamente historiográficos76 .

Su modalidad de aplicación del determinismo histórico-social es no sólo opuesta al hiperdeterminismo walrasiano y endogenista, sino también al indeterminismo heteroxodo que se basa en cuestionar la existencia de leyes del capital. Tanto los autores keynesianos -que jerarquizan el análisis de las expectativas de corto plazo- como los evolucionistas -que describen la interacción entre individuos y su medio ambiente- no prestan gran atención a las fases de crecimiento o decrecimiento de largo plazo, porque rechazan la caracterización marxista de un cierto devenir del proceso de acumulación capitalista. Este desinterés desemboca en hostilidad abierta, cuando se caracteriza a las tesis de las ondas largas como un ejemplo consumado del “teleologismo marxista”.

Pero esta crítica resulta inaplicable a Mandel, que se ubicó en las antípodas de cualquier fatalismo al insistir en la gravitación de las “variables autónomas”. El teórico marxista precisó también cuales son las leyes rectoras de la reproducción y de la crisis del capitalismo y demostró asi contra la heterodoxia, porqué el rumbo del capitalismo no es puramente contingente, azaroso ni imprevisible.

La importancia actual de la teoría

Es evidente que la teoría de las ondas largas es una gran referencia para todos los estudiosos interesados en evalùar la hipótesis de una cuarta fase del capitalismo al comienzo del nuevo siglo. La teoría binda el marco analítico para formular este diagnóstico y la interpretación de Mandel define cuales son los elementos a tomar en cuenta para esta caracterización. Pero frente a este problema el propio juicio de Mandel parece insuficiente por dos razones: han pasado siete años muy ricos en acontecimientos cruciales desde el estudio que realizó antes de morir y además, su última reflexión presenta varios inconvenientes.

Mandel 76 rechazó tajantemente la idea de una nueva fase ascendente insistiendo en la continuidad de todos los aspectos que caracterizaron a la crisis iniciada a mitad de los 70: declinación de la tasa de ganancia de largo plazo, estrechamiento de los mercados, indefinición en el liderzgo mundial y descontol financiero. Pero enfatizaba dos elementos centrales: el “empate” social de la clase obrera y la burguesía y las grandes limitaciones del proceso de restauración capitalista en Rusia, China y Europa Oriental. Reconoció77 que se estaban procesando transformaciones de gran envergadura -como la privatización de la emisión monetaria y un gran avance en la internacionalización de la economía- pero opinaba que estos cambios tenían un efecto agravante de la crisis. Consideraba, además, que el peso social creciente de la clase trabajadora obstruía sensiblemente la posibilidad de una nueva etapa del capitalismo.
Pero este diagnóstico no se puede mantener invariable ante a los cambios vertiginosos que se están produciendo en la escena internacional. Si al comienzo de los 90 estas transformaciones sólo eran perceptibles, al finalizar este decenio se han tornado muy evidentes. Continuar afirmando que “perdura la onda larga decreciente” sin considerar estas modificaciones conduce a congelar e inutilizar el modelo analítico de Mandel.

La utilidad de este esquema radica en su oposición a la tesis catastrofista de una “crisis interminable de pudrimiento prolongado del capitalismo”(que de hecho parece dominar entre la mayoría de los economistas marxistas y en gran parte de la heterodoxia) y al planteo opuesto de reversión automática de la crisis (que defienden los neoliberales).

Esta falsa polaridad puede superarse siguiendo tres sugerencias metodológicas. Primero evitar razonar por mera oposición (“si la derecha dice que concluyó la crisis, nosotros repetimos que subsiste”), segundo recordar que una onda larga ascendente no es inexorable (como estiman los schumpeterianos que diagnostican desde años la existencia de un 5to ciclo Kondratieff), pero tampo es imposible. Finalmente, hay que apartarse del modelo omnipresente de la posguerra y estudiar otros períodos más fértiles para interpretar para la situación actual, como por ejemplo la etapa de 1890 a 1914.

En varios textos que presentaremos próximamente ilustraremos cuales son los aspectos de reorganización que están modificando el funcionamiento general del capitalismo y que delinean una nueva etapa, aún embrionaria y coexistente con la crisis de la fase anterior. Estos elementos pueden resumirse de manerar telegráfica y encajada con el esquema de Mandel en los siguientes rasgos.

En primer lugar, la gran ofensiva del capital sobre el trabajo ha modificado drásticamente la relación de fuerzas con los trabajadores. Persiste un retroceso, que no es irreversible ni satisface las exigencias de valorización del capital, pero que ha creado un paisaje muy regresivo del trabajo en el plano social a partir de la expansión del desempleo, la pobreza y la precarización laboral. Este cambio tiene un impacto tan importante, cómo la “crisis del proyecto socialista” sobre el nivel de conciencia de los trabajadores.

En segundo término se está registrando una gran expansión del capitalismo en el plano geográfico -con la penetración masiva en los “ex países socialistas- y también en la esfera sectorial, con la generalización de las privatizaciones y la mercantilización de la salud, la educación y la cultura. Existe un salto cualitativo en la mundialización, específicamente basado en la internacionalización productiva que comandan las “empresas transnacionales” y esta transformación modifica la acción de la ley del valor en varios planos.

En tercer lugar una nueva revolución tecnológica, basada en la difusión de la microelectrónica y las nuevas tecnologías de la información, se está desenvolviendo aceleradamente con creciente incidencia en la productividad y la organización del trabajo. El imperialismo norteamericano ha logrado una recuperación hegemónica no sólo en su liderazgo político-militar, sino también en el campo económico. La desregulación financiera expresa y acentùa las grandes transformaciones en curso en la esfera productiva.

En cuarto término es indiscutible la recuperación de la tasa de ganancia de corto plazo, aunque no parece resuelta la crisis de valorización por la limitada depuración de capitales obsoletos, que son rescatados mediante auxilios estatales ante cada amenaza seria de crack bancario. La crisis de realización ha pasado a primer plano como resultado de la contracción de la demanda solvente, a su vez derivada de la sucesión de “ajustes´ neoliberales y de la gran polarización de ingresos a nivel mundial. La funciones garantes de la acumulación por parte del estado ocupan un papel primordial, deteriorando la legitimidad política de la dominación capitalista.

La teoría de las ondas largas permite orientar el análisis de estas transformaciones, que delinean una nueva etapa en condiciones de crisis no completamente zanjada y con modalidades de crecimiento muy novedosas. Mandel no llegó a estudiar estos cambios y en cierta medida se resistió a abordarlos, pero desarrrolló la concepción más adecuada para llevar adelante este desafío intelectual.

Un teórico del marxismo militante

La teoría de las ondas largas forma parte de la excepcional producción teórica que desarrolló Mandel. En esta concepción están presentes todos los rasgos de su marxismo simultáneamente ortodoxo y abierto, tan elogiado por varios comentaristas78. En su enfoque de las ondas largas aparece su peculiar fusión del corpus tradicional del marxismo con los principales aportes de las ciencias sociales contemporáneas, el rechazo de la simplificación vulgar y del dogmatismo estéril y la búsqueda de una explicación totalizadora del funcionamiento de la sociedad contemporánea.

Este abordaje multidimensional lo convirtió en una referencia obligada de todos los marxistas contemporáneos.

Su concepción de las fases del capitalismo resume también otro rasgo general de su pensamiento: el ensamble de la teoría con la práctica política socialista. Cómo destacan los reseñadores de su intensa vida79, Mandel fue un teórico del marxismo militante. Cada página que escribió estuvo conectada con su batalla de revolucionario por construir una sociedad emancipada de la explotación. Gran parte de sus admiradores y críticos estiman que el motor de este compromiso fue un desmesurado “optimismo”. Y se podría atribuir a este rasgo su resistencia a considerar la eventualidad de otra fase ascendente del capitalismo. Sin embargo, si se contextualizan sus caracterizaciones -comparándolas especialmente con los planteos de otros marxistas de su generación- sus análisis no padecen de falta de realismo, dentro del márgen de errores que inevitablemente conlleva la acción política.

El optimismo de Mandel expresó su convicción en el socialismo y esta confianza es un componente central de este proyecto emancipatorio. Actualizarlo requiere clarificar la etapa actual del capitalismo y utilizar esta caracterización para renovar la lucha en favor de una sociedad liberada de la miseria y de la explotación.
Razón y Revolución N° 7, 2001 | Revista da Sociedade Brasileria de Economía Políltica, N° 7, dezembro 2000, Sao Paulo.