27/9/13

Karl Marx y el gusto por el vino

Karl Marx ✆ F-K Woechter
Juan Capel  |  Hace poco, en un número de La Revue du Vin de France, planteaba Corinne Lefort, la historiadora particular de esa publicación, una tesis tan peregrina como impropia sobre la relación entre gusto e ideología, a propósito de un artículo dedicado a la afición e inclinaciones de Karl Marx y Friedrich Engels para con el vino y su mundo. A nuestra historiadora no le parecía nada bien, desde luego, que los autores del Manifiesto Comunista hubiesen sido a la vez auténticos conocedores, admiradores, degustadores y divulgadores de los grandes vinos de su tiempo: Burdeos, Champaña, Oporto y Madeira, Jerez, Rin y Mosela. Tampoco es que les criticase el gusto, a sabiendas de las pocas dudas estéticas que admiten esos vinos...

Lefort se limitó simplemente a poner en tela de juicio la razón ética, el derecho de unos 'rojos' confesos a codearse con vinos de tanto rango y pedigrí so pena de caer en graves contradicciones internas. Y ello por considerar contraria y hasta excluyente, desde una óptica caduca y clasista, la relación entre grandes vinos y conciencia proletaria, apartando por definición al pueblo llano y los trabajadores de la degustación de ese cáliz y confundiendo por lo demás el culo con las témporas. Lo más curioso es que lo hiciese desde una publicación que lleva ya más de 70 años haciendo enormes esfuerzos
por acercar la noticia del vino a todos los rincones y clases sociales de su país. 

Correspondencia privada 

Que lo cortés no quita lo valiente, es algo que ya sabían y practicaban Marx y Engels de forma muy consecuente. Quizá por ello dejasen para su correspondencia privada, gozosa lectura, el testimonio de sus aficiones y devaneos enopáticos.Y aunque bien pudieren haber escrito con el mismo tino y pasión, si no otro manifiesto al menos un buen panfleto sobre los grandes vinos de su tiempo, cabe pensar que asuntos y preocupaciones, sin duda más relevantes, ocupasen el grueso de su obra, dadas las vicisitudes del tiempo que les tocó vivir y su particular compromiso con el devenir de la época. Veamos:
"Siendo yo mismo natural de una afamada región vinícola y descendiente de una familia propietaria de viñedos, puedo apreciar la calidad de un buen vino cuando la ocasión me lo depara. Comparto también de alguna manera, aun considerando las excepciones de toda regla, la opinión del viejo Lutero sobre la poca valía de los hombres que no saben apreciar un buen vino".
Viñedos a orillas del rio Mosela, Tréveris

En esos términos se expresaba Karl Marx en carta dirigida en noviembre de 1866 a François Lafargue, negociante de vino de Burdeos y padre de su yerno, para agradecerle el envío de unas cajas de vino. El párrafo apenas tiene desperdicio.

Se refiere Marx en primer lugar a la región del Mosela y más concretamente a su villa natal de Tréveris (Trier en alemán) en el corazón mismo de uno de los parajes vitícolas más bellos y espectaculares del mundo. Parada obligatoria para el viajero y aficionado curioso, Tréveris une a su natural encanto, el de esas pequeñas villas góticas de cuento, el ambiente y dinamismo propios de una población que vive abocada al vino, con bodegas, tiendas y salas de cata por todos sus rincones y callejas, con un interesante museo del vino y con una movida casa de subastas donde poder pujar por las botellas más nobles y codiciadas de la zona, las beerenauslese, trockenbeerenauslese y eiswein más maduras y de mejores añadas.

La propiedad del viñedo familiar le tocaba a Marx por línea materna. De hecho está bien documentado que fue su madre quien se viese forzada a venderlo para "dar carrera" y sufragar con holgura los estudios superiores, universitarios, del jóven Marx. Afortunadamente nada se perdió con aquella venta. Ni los Marx perdieron la compostura, ni nosotros su herencia ni la posibilidad real de saborear su fruto, toda vez que pasase a engrosar la propiedad de una familia amiga y vecina, los Von Schubert, cuyos descendientes han sabido mantenerlo, cuidarlo y expresarlo bellamente hasta nuestros días bajo la etiqueta de su dominio Maximin Grünhauser.

La sentencia de Lutero que nos refiere Marx revela el gran predicamento de que gozase el vino en los estamentos más diversos de la sociedad alemana de entonces, aunque se expresase con la brutalidad e irreverencia de quien se dedicase a pegar pasquines en las puertas de las catedrales alemanas desde un credo bastante reñido con la ostentación del lujo y su gozo. 

Un vino del Mosela,
un nombre especial:
Karl Marx
El regalo de Engels 
"Ando frecuentemente muy distraído y no he conseguido ningún Oporto para esta ocasión... No obstante acabo de hacer hoy mismo el envío. Los tintos y los Hochheimer de 1846 son para Jenny especialmente; y las tres botellas de cápsula roja y sin etiqueta son Rüdesheimer de 1857 (los mismos que tomásemos acá, demasiado estimulantes para inválidos pero excelentes para los que gocen de buena salud)...".
Así anuncia Engels el 23 de mayo de 1862 uno de sus innumerables envíos y obsequios en forma de vino para Marx y su esposa. Fue Engels el gran amigo, compañero de por vida y fiel proveedor de los medios que permitiesen subsistir a la familia Marx a lo largo de muchos años, exiliada continuamente de un país a otro y sujeta a los ingresos obtenidos por la publicación y venta de los escritos de Marx. De ahí que éste sólo pudiera apreciar la bondad de un vino "cuando la ocasión se lo deparaba".
"Os vuelvo a enviar una cesta por mediación de Chaplin & Horne con una docena de 'clarets' y 'hocks' muy maduros para Jenny. Veinticuatro botellas en total...".
Aunque se carteasen en alemán, se valían muy a menudo de expresiones populares inglesas para referirse con la voz 'claret' al tinto de Burdeos y con 'hock' al riesling de Rheingau (la palabra viene de Hochheim) y, por extensión, del resto de Alemania.

"Los vinos acaban de llegar", contestaba Jenny Marx a Engels en otra ocasión, en julio de 1857En esos términos se expresaba Karl Marx en carta dirigida en noviembre de 1866 a François Lafargue, negociante de vino de Burdeos y padre de su yerno, para agradecerle el envío de unas cajas de vino. El párrafo apenas tiene desperdicio.
"La alegría de los pequeños parecía no tener fin. Las niñas examinaron las botellas con suma atención, encontrando los jereces tocados de tonos verdes y de púrpura pálido los oportos. Los burdeos nos alegraron con su roja sonrisa. El vino me trae un mundo de bondades". 
Y ya se ve que el aprecio y las alegrías del vino no eran sólo cosa de hombres. Se compartían, al menos en estas familias, entre todos sus miembros sin otra discriminación que no fuese la impuesta por la necesidad y las preferencias de cada cual.

Este es otro especial:
Marx
Si a uno, a Marx, la afición y sensibilidad por el vino le vienen de cuna, a Friedrich Engels le llegaron por sibarita y 'connaisseur'. Junto a su hermana, Marie Engels, compuso una curiosa pareja que hoy tacharíamos sin lugar a dudas de perfectos 'enochalados'. Engels fue un solterón de por vida, de notable y frecuente inclinación por la buena mesa, el vino y los amoríos. Y Marie Engels fue la hermana comprensiva y depositaria de sus confidencias.

En carta dirigida a Marie con fecha de agosto de 1842, Engels se extiende con pelos y señales sobre dos holandesas a cerca de los más diversos aspectos vitícolas, organolépticos y técnicos (de vinificación) de una casta del Palatinado de nombre grüneberger. Sobran comentarios.

En el mismo Palatinado y al tiempo de una importante revuelta popular, Engels escribe:
"El primer acto revolucionario del pueblo del Palatinado fue la restauración y reapertura de sus tabernas... Esos carcamales bávaros, pedantes, prepotentes y empedernidos cerveceros, han sido por fin abatidos y reemplazados por muchos amigos palatinos amantes del vino... Todo el que haya estado, aunque sea por una vez en el Palatinado, puede entender que ningún movimiento podría revestir mayor atractivo en esta provincia productora y tan amante del vino".
En otra carta, en fin, postrado de resaca, el buen Engels se queja a su hermana de las... "ingentes cantidades de madeira, oporto, pauillac, sauternes y rin bebidas durante un largo almuerzo en el Royal Saxon de Bremen". 

Ocupan también el vino y las actividades vitivinícolas momentos claves en la obra cumbre de Marx 'El Capital', en especial en el capítulo 46 del tomo tercero y en lo relativo a sus teorías sobre la formación del precio y el origen de la plusvalía: un viñedo que produzca vino de extraordinaria calidad, lo que sólo es posible en cantidades muy reducidas, rinde un producto y precio único, un monopolio. El productor podrá realizar un considerable beneficio a partir de esa condición de monopolio y unicidad.

Años más tarde, ya muertos Engels y Marx, publicó Paul Lafargue, esposo de la hija de Marx, un divertido panfleto titulado 'Elogio de la Pereza', en el que se proseguía de alguna manera la labor divulgadora de esta saga en pro de los grandes vinos y se advertía muy seriamente sobre las nefastas consecuencias de las prácticas vitivinícolas abocadas a la sobreproducción.