- “La plusvalía producida mediante la prolongación de la jornada de trabajo es la que yo llamo plusvalía absoluta”
- “… la que se logra reduciendo el tiempo de trabajo necesario, con el consiguiente cambio en cuanto a la proporción de magnitudes entre ambas partes de la jornada de trabajo, la designo con el nombre de plusvalía relativa.”
Karl Marx ✆ Nobru |
Karl Marx | Hasta
aquí, hemos venido considerando la parte de la jornada de trabajo que se limita
a producir un equivalente del valor de la fuerza de trabajo abonado por el
capital como una magnitud constante, como lo es en realidad bajo determinadas
condiciones de producción, al llegar a una cierta fase de desarrollo económico
de la sociedad. Pero, después de cubrir este tiempo de trabajo necesario, el
obrero puede seguir trabajando 2, 3, 4, 6 y más horas. De la magnitud de esta
prolongación dependen, como veíamos, la cuota de plusvalía y la duración de la
jornada de trabajo. Por tanto, si el tiempo de trabajo necesario es constante,
la jornada de trabajo total representa, por el contrarío, una magnitud
variable. Tomemos ahora una jornada de trabajo cuya duración y cuya división en
trabajo necesario y trabajo excedente sean factores dados. Supongamos, por
ejemplo, que la línea a c, o sea a –––––––––––––– b ––––– c, representa una
jornada de trabajo de 12 horas, el segmento a – b 10 horas de trabajo necesario
y el segmento b – c 2 horas trabajo excedente. ¿De qué modo se puede acrecentar
la producción de plusvalía, es decir, el trabajo excedente, sin alargar más la
línea a – c o independientemente de cualquier otra prolongación de esta línea?
Partiendo de los límites fijos de la jornada de trabajo a –
c, la línea b – c puede prolongarse, no desplazando su punto final c, que es
intangible, puesto que constituye al mismo tiempo el punto final de la jornada,
sino desplazando hacia atrás, hacia a, su punto inicial, b. Supongamos que en
la línea a –––––––––––– b' – b ––– c el segmento b' – b equivale a la mitad de b
– c o a una hora de trabajo. Si en la jornada de
trabajo de 12 horas representada por la línea a – c el punto b pasa a ocupar el puesto de b', el segmento b – c se prolongará hasta adquirir las proporciones de b' – c y el trabajo excedente aumentará en un cincuenta por ciento, de 2 horas a 3, a pesar de mantenerse intacta, en sus 12 horas, la jornada de trabajo. Pero, para que el trabajo excedente pueda prolongarse de b – c a b' – c, de 2 horas a 3, es indispensable, evidentemente, que el trabajo necesario se comprima de a – b a a – b, de 10 horas a 9. En estas condiciones, la prolongación del trabajo excedente lleva aparejada la reducción del trabajo necesario; es decir, exige que una parte del tiempo de trabajo que el obrero venia empleando para sí mismo se convierta en tiempo de trabajo invertido para el capitalista. Lo que varía no es la longitud de la jornada de trabajo, sino su división en trabajo necesario y trabajo excedente.
trabajo de 12 horas representada por la línea a – c el punto b pasa a ocupar el puesto de b', el segmento b – c se prolongará hasta adquirir las proporciones de b' – c y el trabajo excedente aumentará en un cincuenta por ciento, de 2 horas a 3, a pesar de mantenerse intacta, en sus 12 horas, la jornada de trabajo. Pero, para que el trabajo excedente pueda prolongarse de b – c a b' – c, de 2 horas a 3, es indispensable, evidentemente, que el trabajo necesario se comprima de a – b a a – b, de 10 horas a 9. En estas condiciones, la prolongación del trabajo excedente lleva aparejada la reducción del trabajo necesario; es decir, exige que una parte del tiempo de trabajo que el obrero venia empleando para sí mismo se convierta en tiempo de trabajo invertido para el capitalista. Lo que varía no es la longitud de la jornada de trabajo, sino su división en trabajo necesario y trabajo excedente.
Por otra parte, la magnitud del trabajo excedente va ya
implícita, evidentemente, como algo dado, en la magnitud de la jornada y en el valor
de la fuerza de trabajo, cuando estos dos factores son conocidos. El valor de
la fuerza de trabajo, es decir, el tiempo de trabajo necesario para su
producción, determina el tiempo de trabajo necesario para la reproducción de su
valor. Si una hora de trabajo, supongamos, se representa por una cantidad de
oro de medio chelín, o 6 peniques, y el valor diario de la fuerza de trabajo
asciende a 5 chelines, el obrero deberá trabajar 10 horas al día para reponer
el valor diario de su fuerza de trabajo desembolsado por el capital o producir
un equivalente del valor de los medios de vida necesarios para sostenerse
durante un día. En el valor de estos medios de vida va implícito el valor de su
fuerza de trabajo,1 y en el valor de ésta la magnitud de su tiempo de trabajo
necesario. Pero la magnitud del trabajo excedente se obtiene descontando de la
jornada total el tiempo de trabajo necesario. Sí de doce horas quitamos diez,
quedan dos, y no es fácil comprender que, en las condiciones que dejamos
expuestas, pueda prolongarse el trabajo excedente más de dos horas. Claro está
que el capitalista puede abonar al obrero, en vez de 5 chelines, 4 chelines y
medio, o menos todavía. Para reproducir este valor de 4 chelines y medio
bastarían 9 horas de trabajo, con lo cual quedarían para el trabajo excedente 3
horas de las 12 en vez de 2 y la plusvalía sería de chelín y medio en vez de un
chelín. Mas para conseguir esto sólo hay un camino : hacer descender el salarlo
del obrero por debajo del valor de su fuerza de trabajo. Con los 4 chelines y
medio que produce en 9 horas, este obrero dispone de una décima parte menos de
medios de vida que antes, y, en estas condiciones, su fuerza de trabajo sólo
puede reproducirse a duras penas. Por este camino, el trabajo excedente se
prolongaría a costa de rebasar sus límites normales, sus dominios se
extenderían mediante una usurpación del terreno reservado al tiempo de trabajo
necesario. Por el momento, este método, que desempeña un papel muy importante
en el movimiento real de los salarios, queda excluido de nuestras
consideraciones, por una razón : porque aquí partimos del supuesto de que las mercancías,
incluyendo entre ellas la fuerza de trabajo, se compran y venden siempre por
todo su valor. Sentado esto, es evidente que el tiempode trabajo necesario para
producir la fuerza de trabajo o reproducir su valor no disminuirá por el mero
hecho de que el salario del obrero quede por debajo del valor de su fuerza de
trabajo, sino que para ello será indispensable que disminuya este mismo valor.
Dada la duración de la jornada de trabajo, el trabajo excedente sólo puede
prolongarse reduciendo el tiempo de trabajo necesario, pero no al revés,
acortarse el tiempo de trabajo necesario prolongando el trabajo excedente. En
nuestro ejemplo, para que el tiempo de trabajo necesario se reduzca en 1/10, de
10 horas a 9, y como consecuencia de ello, el trabajo excedente aumente de 2
horas a 3, es indispensable que el valor de la fuerza de trabajo disminuya
también efectivamente en 1/10.
Anotaciones hechas personalmente por Karl Marx en esta edición de Das Kapital International Institute of Social History | Erster Band, first edition (Hamburg 1867) |
Pero, al descender en 1/10 el valor de la fuerza de trabajo, será necesario que la misma masa de medios de vida que antes se producía en 10 horas se produzca ahora en 9. Para ello, es indispensable que la capacidad productiva del trabajo aumente. Así, por ejemplo, un zapatero puede, con los medios concretos de que dispone, hacer un par de botas en una jornada de trabajo de 12 horas. Para poder hacer dos pares de botas en el mismo tiempo tiene que duplicarse la capacidad productiva de su trabajo, cosa que sólo se conseguirá cambiando sus instrumentos o sus métodos de trabajo, o ambas cosas a la vez. Ha de producirse, pues, una revolución en las condiciones de producción de su trabajo, es decir, en su régimen de producción y, por tanto, en el propio proceso de trabajo. Por aumento de la capacidad productiva del trabajo entendemos un cambio cualquiera sobrevenido en el proceso de trabajo, por virtud del cual se reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de una mercancía; es decir, gracias al cual una cantidad más pequeña de trabajo adquiere potencia suficiente para producir una cantidad mayor de valores de uso.2 Así, pues, mientras que hasta aquí, al estudiar la producción de la plusvalía, partimos siempre de un régimen de producción dado, ahora que se trata de obtener plusvalía convirtiendo el trabajo necesario en trabajo excedente, no basta, ni mucho menos, que el capital se adueñe del proceso de trabajo en su forma histórica tradicional, tal y como lo encuentra, limitándose a prolongar su duración. Para conseguir esto, tiene que transformar las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, y, por tanto, el mismo régimen de producción hasta aumentar la capacidad productiva del trabajo, haciendo bajar de este modo el valor de la fuerza de trabajo y disminuyendo así la parte de la jornada de trabajo necesaria para la reproducción de ese valor.
La plusvalía producida mediante la prolongación de la
jornada de trabajo es la que yo llamo plusvalía absoluta; por el contrarío, la
que se logra reduciendo el tiempo de trabajo necesario, con el consiguiente
cambio en cuanto a la proporción de magnitudes entre ambas partes de la jornada
de trabajo, la designo con el nombre de plusvalía relativa.
Para que disminuya el valor de la fuerza de trabajo, el aumento
de la capacidad productiva de éste tiene que afectar a ramas industriales cuyos
productos determinen aquel valor y que, por tanto, figuren entre los medios de
vida habituales o puedan suplirlos. Pero el valor de una mercancía no depende
solamente de la cantidad de trabajo que le imprime la forma con que se lanza al
mercado, sino que depende también de la masa de trabajo contenida en sus medios
de producción. Así, por ejemplo, el valor de una bota no depende solamente del
trabajo del zapatero, sino también del valor del cuero, del hilo, de la pez,
etc. El aumento de la capacidad productiva y el correspondiente abaratamiento
de las mercancías en aquellas industrias que suministran los elementos
materiales del capital constante, los instrumentos de trabajo y los materiales
para la elaboración de los medios de vida necesarios, contribuyen, por tanto, a
hacer bajar el valor de la fuerza de trabajo. En cambio, si se da en ramas de
producción que no suministran medios de vida necesarios ni medios de producción
para fabricarlos, el aumento de la capacidad productiva deja intacto aquel
valor.
Como es lógico, el abaratamiento de una mercancía sólo hace
bajar proporcionalmente el valor de la fuerza de trabajo, es decir, en la
proporción en que esa mercancía contribuye a reproducir la fuerza de trabajo.
Las camisas, por ejemplo, son un medio de vida necesario, pero uno de tantos
solamente. Si este artículo se abarata, la única partida que disminuye en el
presupuesto del obrero es la del gasto de camisas. El total de los medios de
vida necesarios está formado por diversas mercancías, producto de distintas
industrias, y el valor de cada una de estas mercancías no es nunca más que una
parte alícuota del valor de la fuerza de trabajo. Este valor disminuye al
disminuir el tiempo de trabajo necesario para su reproducción, y la disminución
total de éste equivale a la suma de las disminuciones experimentadas por todas
aquellas ramas de producción. Para los efectos de nuestro análisis, este
resultado general es considerado como sí fuese resultado inmediato y fin
inmediato en cada caso concreto. Cuando, por ejemplo, un determinado
capitalista abarata las camisas intensificando la capacidad productiva del
trabajo, no es necesario que su intención sea, ni mucho menos, disminuir
proporcionalmente el valor de la fuerza de trabajo y, por tanto, el tiempo de
trabajo necesario, pero sólo contribuyendo de algún modo a este resultado
contribuirá a elevar la cuota general de plusvalía.3 No hay que confundir las
tendencias generales y necesarias del capital con las formas que revisten.
Aquí no tratamos de analizar cómo se manifiestan en la
dinámica externa de los capitales las leyes inmanentes de la producción
capitalista, cómo se imponen como otras tantas leyes imperativas de la
concurrencia y cómo, por tanto, se revelan a la conciencia del capitalista
individual como motivos propulsores; pero lo que desde luego puede asegurarse,
por ser evidente, es que para analizar científicamente el fenómeno de la
concurrencia hace falta comprender la estructura interna del capital, del mismo
modo que para interpretar el movimiento aparente de los astros es indispensable
conocer su movimiento real, aunque imperceptible para los sentidos. Por lo que
se refiere, sin embargo, a la producción de la plusvalía relativa, y para
facilitar su inteligencia, podemos observar, partiendo de los resultados que
dejamos establecidos, lo que sigue.
Sí representamos una hora de trabajo por una cantidad de oro
de 6 peniques o medio chelín, tendremos que en 12 horas de trabajo se producirá
un valor de 6 chelines. Supongamos que, con una capacidad productiva dada,
durante estas 12 horas de trabajo se elaboran 12 piezas de mercancía y que el
valor de los medios de producción, materias primas, etc., consumidos para
fabricar cada una de estas 12 piezas es de 6 peniques. En estas condiciones,
cada mercancía fabricada costará 1 chelín, del cual 6 peniques corresponderán
al valor de los medios de producción empleados, y los 6 peniques restantes al
valor nuevo creado por su fabricación. Supongamos ahora que un capitalista
consigue duplicar la fuerza productiva del trabajo, produciendo al cabo de la
jornada de doce horas 24 piezas en vez de 12. Si el valor de los medios de
producción permaneciese invariable, el valor de cada mercancía descendería ahora
a 9 peniques : 6 correspondientes al valor de los medios de producción
empleados y 3 al nuevo valor que les añade el trabajo invertido. Como se ve, a
pesar de haberse duplicado la fuerza productiva, la jornada de trabajo sigue
produciendo un valor nuevo de 6 chelines, aunque este valor se distribuya ahora
entre el doble de productos que antes. A cada producto le corresponde, por
tanto 1/24, en vez de 1/12 del valor total, o sean 3 peniques en vez de 6; o,
dicho en otros términos, al transformarse en producto los medios de producción,
éstos, calculando por piezas, sólo absorben media hora de trabajo en vez de una
como antes. El valor individual de esta mercancía sería inferior a su valor
social, es decir, costaría menos tiempo de trabajo que la gran masa del mismo
artículo producido en las condiciones sociales medidas. Cada pieza de esta
mercancía cuesta, por término medio, 1 chelín, o, lo que es lo mismo,
representa 2 horas de trabajo social; al cambiar el régimen de producción, su
costo se reduce a 9 peniques, o, lo que tanto vale, sólo encierra 1½ horas de
trabajo. Pero, el valor real de una mercancía no lo indica su valor individual,
sino su valor social; es decir, no se mide por el tiempo de trabajo efectivo
que exige del productor en cada caso concreto, sino por el tiempo de trabajo
socialmente necesario para su producción. Por tanto, sí el capitalista montado
sobre los nuevos métodos vende su mercancía por su valor social de 1 chelín, la
venderá 3 peniques por encima de su valor individual, realizando así una
plusvalía extraordinaria de 3 peniques. Mas, por otra parte, la jornada de
trabajo de 12 horas, que antes arrojaba 12 piezas de la mercancía fabricada,
arroja ahora, para él, 24. Por tanto, para dar salida al producto de una
jornada de trabajo, este productor necesitará contar con doble demanda o con un
mercado doblemente mayor. Suponiendo que las demás circunstancias no varíen,
sus mercancías sólo lograrán conquistar un mercado mayor a fuerza de reducir el
precio. El fabricante colocado en esta situación veráse, pues, obligado a
vender sus productos por encima de su valor individual, pero por debajo de su
valor social, a 10 peniques la pieza por ejemplo. Esto le permitirá, a pesar de
todo, sacar de cada pieza vendida una plusvalía extraordinaria de 1 penique. Y
este beneficio extraordinario le favorece, aunque su mercancía no figure entre
los medios de vida indispensables y aunque, por tanto, no contribuya a
determinar el valor general de la fuerza de trabajo. Como se ve, aun
prescindiendo de esta circunstancia, todo capitalista individual tiene sus
motivos para abaratar las mercancías intensificando la fuerza productiva del
trabajo.
Sin embargo, aun en este caso, la producción mayor de
plusvalía tiene su fuente en la reducción del tiempo de trabajo necesario y en
la consiguiente prolongación del trabajo excedente.4 Suponemos que el tiempo de
trabajo necesario son 10 horas, el valor de un día de fuerza de trabajo 5
chelines, el trabajo excedente 2 horas y, por tanto, la plusvalía producida
durante un día 1 chelín. Pero téngase en cuenta que nuestro capitalista produce
ahora 24 piezas. que vende a razón de 10 peniques cada una o de 20 chelines en
total. Como el valor de los medios de producción es de 12 chelines, tenemos que
de las piezas vendidas hacen falta 14 2/5; para reponer el capital constante
desembolsado. La jornada de trabajo de 12 horas viene a traducirse en las 9 3/5
piezas restantes. Y como el precio de la fuerza de trabajo es de 5 chelines,
resultará que, de estas piezas, 6 representan el tiempo de trabajo necesario y
3 3/5 el trabajo excedente. Es decir, que la proporción entre el trabajo
necesario y el trabajo excedente, que en condiciones sociales medias era de 5
:1 es ahora de 5 :3. Al mismo resultado se llega por el camino siguiente. El
valor del producto de la jornada de trabajo de 12 horas es de 20 chelines. De
ellos, 12 chelines corresponden al valor de los medios de producción, valor que
se limita a reaparecer en el producto. Quedan, por tanto, 8 chelines como
expresión en dinero del valor en que se traduce la jornada de trabajo. Esta
expresión en dinero rebasa la expresión en dinero del trabajo social medio de
la misma clase, puesto que 12 horas de éste sólo se traducen en 6 chelines. El
trabajo, cuando su fuerza productiva es excepcional, actúa como trabajo potenciado,
creando en el mismo espacio de tiempo valores mayores que el trabajo social
medio de la misma clase. Sin embargo, nuestro capitalista sigue calculando los
mismos 5 chelines de antes por el valor de un día de fuerza de trabajo. Por
tanto, el obrero sólo necesita, para reproducir este valor, que antes le
costaba 10 horas, 7 1/5. Es decir, que su trabajo excedente es ahora 2 4/5
horas mayor y la plusvalía que produce aumenta de 1 chelín a 3. Esto permite al
capitalista que aplica métodos de producción perfeccionados apropiarse en forma
de trabajo excedente una parte mayor de la jornada en comparación con los demás
capitalistas de la misma rama industrial. Hace individualmente lo mismo que
hace en grande y en conjunto el capital en la producción de la plusvalía
relativa. Pero esta plusvalía extraordinaria desaparece tan pronto como el
nuevo método de producción se generaliza, borrándose con ello la diferencia entre
el valor individual de las mercancías producidas en condiciones de mayor
baratura y su valor social. La misma ley de la determinación del valor por el
tiempo de trabajo, que los capitalistas dotados de métodos nuevos perciben en
el hecho de poder vender sus mercancías por menos de su valor social, obliga a
sus competidores, por la fuerza de la concurrencia, a implantar los nuevos
métodos de producción.5 Como se ve, todo este proceso sólo afecta a la cuota
general de plusvalía cuando la intensificación de la fuerza productiva del
trabajo abarata aquellas ramas de producción y aquellas mercancías que figuran
entre los medios de sustento necesarios influyendo, por tanto, en el valor de
la fuerza de trabajo.
El valor de las mercancías está en razón inversa a la fuerza
productiva del trabajo. Y otro tanto acontece con el valor de la fuerza de
trabajo, ya que éste se halla determinado por los valores de las mercancías. En
cambio, la plusvalía relativa está, en razón directa a la fuerza productiva del
trabajo, aumentando cuando ésta aumenta, y disminuyendo cuando ella disminuye.
Una jornada de trabajo social medio de 12 horas produce siempre, a condición de
que el valor del dinero permanezca invariable, el mismo producto de valor de 6
chelines, cualquiera que sea la proporción en que esta suma de valor se reparta
entre la equivalencia de valor de la fuerza de trabajo y la plusvalía. Ahora
bien; si por aumentar la fuerza productiva disminuye el valor de los medios
diarios de subsistencia, y con él el valor de un día de fuerza de trabajo,
bajando de 5 chelines a 3, la plusvalía aumentará de 1 a 3 chelines. Y donde
antes eran necesarias 10 horas de trabajo para reproducir el valor de la fuerza
de trabajo, ahora sólo serán necesarias 6. Se habrán recobrado 4 horas, que
podrán incorporarse a los dominios de la plusvalía. Por eso es afán inmanente y
tendencia constante del capital reforzar la productividad del trabajo, para de
este modo abaratar las mercancías, y con ellas los obreros.6
Al capitalista que la produce le tiene sin cuidado, de suyo,
el valor absoluto que la mercancía tenga. A él sólo le interesa la plusvalía
que encierra y que puede realizar en el mercado. La realización de la plusvalía
incluye ya por si misma la reposición del valor que se desembolsó. El hecho de
que la plusvalía relativa aumente en razón directa al desarrollo de la fuerza
productiva del trabajo, mientras que el valor de las mercancías disminuye en
razón inversa a este desarrollo, siendo, por tanto, el mismo proceso que
abarata las mercancías el que hace aumentar la plusvalía contenida en ellas,
nos aclara el misterio de que el capitalista, a quien sólo interesa la
producción de valor de cambio, tienda constantemente a reducir el valor de
cambio de sus mercancías, contradicción con la que uno de los fundadores de la
Economía política, Quesnay, torturaba a sus adversarios, sin lograr obtener de
ellos una contestación : "Reconocéis –dice Quesnay– que cuanto más se
ahorra en los gastos o en los trabajos gravosos para la fabricación de
productos industriales, sin detrimento de la producción, más ventajoso resulta
este ahorro puesto que reduce el precio de los artículos fabricados. Y, a pesar
de ello, seguís creyendo que la producción de la riqueza, que tiene su fuente
en los trabajos de los industriales, consiste en aumentar el valor de cambio de
sus productos."7
Como se ve, en la producción capitalista, la economía del
trabajo mediante el desarrollo de su fuerza productiva8 no persigue como
finalidad, ni mucho menos, acortar la jornada de trabajo. Tiende simplemente a
acortar el tiempo de trabajo necesario para la producción de una determinada
cantidad de mercancías. El hecho de que un obrero, al aumentar la fuerza
productiva de su trabajo, pueda producir en una hora, supongamos, diez veces
más mercancías que antes, necesitando por tanto diez veces menos tiempo de
trabajo para la fabricación de cada ejemplar de esta mercancía, no es, ni mucho
menos, obstáculo para que continúe trabajando 12 horas, como hasta allí, aunque
en las 12 horas produzca 1,200 piezas en vez de 120, que producía antes. Y
hasta puede ocurrir que su jornada, lejos de disminuir, se alargue, haciéndole
trabajar 14 horas para producir 1,400 piezas, etc. No debemos, pues,
asombrarnos sí en economistas del corte de un MacCulloch, de un Ure, de un
Senior y tutti quanti (73) leemos en una página que el obrero debe gratitud al
capital por desarrollar las fuerzas productivas, ya que de este modo se reduce
el tiempo de trabajo necesario, y en la página siguiente que le debe dar las
gracias por hacerle trabajar 15 horas en lugar de 10. En la producción
capitalista, el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo tiene como
finalidad acortar la parte de la jornada durante la que el obrero trabaja para
si mismo, con el fin de alargar de este modo la otra parte de la jornada,
durante la cual tiene que trabajar gratis para el capitalista. Al examinar los diversos
métodos de producción de la plusvalía relativa, que pasamos a estudiar, veremos
hasta qué punto puede alcanzarse este resultado sin necesidad de abaratar las
mercancías.
Tomado de El Capital - Sección
Cuarta: La producción de la plusvalía relativa - Capitulo X: Concepto de la plusvalía
relativa