2/8/17

Vivir de Carlos Marx

Karl Marx ✆ ©  A.d.
Luis Oswaldo Dovale Prado

El pasado 25 de julio, se cumplieron 150 años de la primera edición en idioma alemán del libro I de la obra cumbre de Carlos Marx: "El Capital". En su prólogo, traducido al español por Wenceslao Roces en 1946 y publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1977 en Bogotá, Colombia, el propio autor revela que ese primer volumen "...constituye la continuación de mi libro Contribución a la crítica de la economía política, publicado en 1859. El largo intervalo que separa el comienzo de esta obra y su continuación fue debido a una larga enfermedad que vino a interrumpir continuamente mi labor", y agrega que en ella se proponía estudiar "...el régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación que a él corresponden". Asimismo, en su explicación del por qué el contenido de su indagación despertó los más enconados odios de los explotadores, refiere: "En economía política, la libre investigación científica tiene que luchar con enemigos que otras ciencias no conocen. El carácter especial de la materia investigada levanta contra ella las pasiones más violentas, más mezquinas y más repugnantes que anidan en el pecho humano: las furias del interés privado". De igual manera, resume los grandes apartados y distribución temática que había concebido para su estudio: "El tomo II (...) tratará del proceso de circulación del Capital (libro II) y de las modalidades del proceso visto en conjunto(libro III); en el volumen tercero y último (libro IV) se expondrá la historia de la teoría".

Ahora bien, lo cierto es que para este gran pensador y luchador del proletariado, la coronación de sus descubrimientos en el campo de la economía y la filosofía, nunca estuvieron trazados por rumbos expeditos y sin sobresaltos. De hecho, él mismo hace esa advertencia en comunicación que el 18 de marzo de 1872 dirige desde Londres a Maurice Lachatre, en donde, al aprobar la traducción al francés de "El Capital" por entregas, le dice: "En la ciencia no hay calzadas reales, y quien aspire remontar sus luminosas cumbres, tiene que estar dispuesto a escalar la montaña por senderos escabrosos".