La
«crisis de los cuidados» es en este momento uno de los principales temas de
debate público1. A menudo relacionado con ideas como
«pobreza de tiempo», «equilibrio familia-trabajo» y «vaciamiento social», hace
referencia a las presiones que desde diversos puntos están actualmente
exprimiendo un conjunto clave de capacidades sociales: las disponibles para
tener y criar niños, cuidar de amigos y familiares, mantener hogares y
comunidades más amplias, y sostener relaciones más en general2. Históricamente, estos procesos de
«reproducción social» han estado considerados trabajo de mujeres, aunque los
hombres siempre han realizado también parte de los mismos. Los cuidados, que
comprenden tanto trabajo afectivo como material y a menudo se realizan sin
remuneración, son indispensables para la sociedad. Sin ellos no podría haber
cultura, ni economía, ni organización política. Ninguna sociedad que
sistemáticamente debilite su reproducción social logra perdurar mucho. Hoy en
día, sin embargo, una nueva forma de sociedad capitalista está haciendo
exactamente eso. El resultado es una enorme crisis, no solo de los cuidados,
sino también de la reproducción social en su sentido más amplio.
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Entiendo
esta crisis como uno de los componentes de una «crisis general», que incluye
también vectores económicos, ecológicos y políticos, que se entrecruzan y
exacerban mutuamente. El aspecto de la reproducción social forma una dimensión
importante de esta crisis general, pero a menudo queda olvidado en los actuales
debates, que se centran principalmente en los peligros económicos o ecológicos.
Este «separatismo crítico» es problemático; el aspecto social es tan
fundamental en la crisis en general que ninguno de los otros puede entenderse
adecuadamente haciendo abstracción de él. Sin embargo, también puede afirmarse
lo contrario.