Álvaro Ramis
En 2017 conmemoraremos los 150 años de la publicación del
primer tomo de El Capital, de
Carlos Marx. Se trata de un hito mundial que no debe pasar inadvertido, entre
otras razones porque la obra magna de Marx continúa siendo criterio ineludible
a la hora de entender el tiempo en que vivimos. Con El Capital Marx logró el objetivo fundamental que se propuso:
realizar una “crítica a la economía política”, entendida como aquellas
relaciones de producción que involucran a las clases sociales. Se trata de una
“crítica” en el sentido que Kant le da a este término: someter al juicio de la
razón resolver, en lo posible, las distintas interpretaciones de un fenómeno. Y
Marx propone su propia interpretación, que en estos 150 años ha obligado a
derramar literalmente miles de litros y litros de tinta, tanto para intentar
rebatirle, reinterpretarle o para reafirmar sus argumentos.
¿Puede haber, luego de tantos años, algo nuevo que decir
sobre El Capital? Por supuesto,
en tanto esta obra no es un punto de llegada, sino el inicio de un método. Marx
no buscó dar respuesta a lo que describe en los dos primeros tomos de su obra.
Las propuestas de salida sólo quedaron insinuadas y bosquejadas en el tomo III,
que quedó inconcluso por su muerte. Por eso El Capital es ante todo una compleja lección de anatomía del
capitalismo, y más ampliamente, de las relaciones políticas y culturales
asociadas a sus lazos económicos.