6/9/16

“Je ne suis pas marxiste”

Karl Marx ✆ Pablo Lobato 
Michael Heinrich
Quien quiera que visite la tumba de Karl Marx en el cementerio de Highgate en Londres se encuentra con un gigantesco pedestal sobre el que es entronizado un busto gigante de Marx. Hay que verlo. Directamente debajo del busto está escrito en letras de oro “¡Proletarios de todos los países uníos!”, y más abajo, también en oro, “Karl Marx”. Justo más abajo, una simple y pequeña lápida está colocada dentro del pedestal, que menciona sin pompa ni boato a aquellos enterrados ahí: además de Karl Marx, está su esposa Jenny, su nieto Harry Longuet, su hija Eleonor y Helene Demuth, quien se ocupó de la casa de la familia Marx durante décadas.

Fue el mismo Marx quien seleccionó la sencilla lápida después de la muerte de su esposa. Exhibirse no era lo suyo. Pidió explícitamente un funeral sobrio, restringido a un pequeño círculo, de hecho sólo once personas estuvieron presentes. Friedrich Engels fue capaz de impedir los planes del Partido Socialdemócrata Alemán para erigir un monumento a Marx en el cementerio. Escribió a August Bebel que la familia estaba en contra de tal monumento, ya que la sencilla lápida “a sus ojos sería profanada si se reemplazaba por un monumento” (MECW 47, p. 17). Setenta años después, no quedaba nadie para proteger la tumba de Marx. El actual monumento fue encargado por el Partido Comunista de Gran Bretaña e inaugurado en 1956. Sólo las regulaciones del cementerio impidieron que fuese aún más grande. Los marxistas se habían impuesto al propio Marx.

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“Je ne suis pas marxiste”, dijo Marx, un tanto irritado, a su yerno Paul Lafargue, cuando éste le reportaba las acciones de los “marxistas” franceses. Engels circuló esta declaración en numerosas ocasiones, incluyendo cartas a los periódicos –sin duda para consumo público. La distancia de Marx con los marxistas se expresó también en otros comentarios. Cuando se quedó en Francia en 1882, escribió a Engels que “les ‘Marxistes” y Anti-Marxistes […] en sus respectivos congresos socialistas en Roanne y Saint-Étienne”, habían “hecho todo por arruinar mi estancia en Francia.” (MECW46, p.339)

Karl Marx y el amor

Karl Marx ✆ Etten Carvallo
“Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad”. 

“Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible”. 

“Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.” Ernesto Che Guevara
Carlos F. Lincopi Bruch
¿Qué es el amor? Esta es una pregunta que se ha formulado el hombre desde que tiene la capacidad de razonar y cuestionarse la realidad, sus sentimientos y las relaciones en las cuales se encuentra inmerso. ¿Es un problema de idealistas? ¿De románticos que no comprenden las “leyes” científicas que rigen el mundo objetivo? El marxismo, la filosofía de la praxis, es un campo abierto del conocimiento y la actividad humana, no existen temas “tabús” o “pecaminosos” que no podamos tratar abiertamente, analizar y desarrollar. En ese sentido, en el presente artículo, procuraremos analizar el problema del amor en el pensamiento de Marx y la importancia que tiene para nosotros los revolucionarios.

Il socialismo come limite conflittuale del capitalismo

Nicolò Bellanca

Il socialismo è oggi una voce del movimento intellettuale e politico planetario che lotta per limitare l'espansione capitalistica nella vita personale e sociale. Si tratta di una prospettiva che non riesce però ad affermarsi ne "L'idea di socialismo" di Axel Honneth, argomenta Nicolò Bellanca in questo nuovo capitolo della riflessione avviata sul "Rasoio di Occam" intorno all'ultimo libro del filosofo tedesco. 

Il recente libro del filosofo francofortese Axel Honneth, intitolato L’idea di socialismo, è un’occasione per chiederci se e quanto resti in piedi di una delle grandi impostazioni teoriche, e di uno dei maggiori progetti politici, della modernità.[1] L’impianto teorico del volume è scontato e abbastanza condivisibile: «al determinismo storico, alla centralità del proletariato e alla rigidità dell’economia pianificata centralizzata, si sostituisce un deciso sperimentalismo storico, aperto sia riguardo alle forme economiche sia riguardo agli attori in gioco. Alla cecità giuridica e politica del socialismo tradizionale è contrapposto un progetto radicalmente democratico, giocato sulla discussione pubblica e sull’ampliamento dei partecipanti a essa».[2] In termini costruttivi, al cuore della proposta di Honneth vi è non già il valore dell’uguaglianza – come in tanti altri contributi sul tema del concetto di sinistra e/o di socialismo[3] –, bensì l’idea della libertà sociale: accanto alla libertà negativa come non-interferenza e a quella positiva come autodeterminazione, quella sociale si acquisisce soltanto in relazione con gli altri. Più esattamente, l’ideale della libertà sociale si realizza non nel rapporto dell’uno-con-l’altro (intersezione), bensì in quello dell’uno-per-l’altro (interconnessione) e, secondo Honneth, coincide, tra i principi normativi introdotti dalla Rivoluzione francese, con la fraternité o reciprocità solidale.