26/6/16

Marx, defensor de la Libertad frente al Estado

◆ “La Comuna [de Paris] no fue una revolución tendiente a transferir el poder del Estado de una  fracción de la clase dominante a otra, sino una revolución para romper esa horrible máquina de dominación de clase.” Karl Marx, La guerra civil en Francia, primer borrador

Karl Marx ✆ Hans Erni
Ariel Mayo   /   El título del presente ensayo puede prestarse a confusión. Sobre todo para quienes identifican la causa del socialismo con la expansión de las actividades del Estado o depositan en éste las esperanzas de transformación social. No hace falta profundizar demasiado para comprender las razones de esta posible confusión. La izquierda del siglo XX, en sus vertientes revolucionaria y reformista, fue estatista. Salvo honrosas excepciones, sus representantes consideraron al Estado como la solución para los problemas de la sociedad capitalista, ya sea como herramienta para construir el socialismo, ya sea como instrumento para limar los aspectos más “nocivos” del capitalismo. Si bien el estatismo fue defendido arguyendo razones de Realpolitik, en diversas oportunidades se recurrió a la autoridad de los clásicos. El objetivo de este ensayo es mostrar la incompatibilidad entre el estatismo de la izquierda y las posiciones de Marx sobre el Estado. Para ello recurriré al análisis de la Crítica del programa de Gotha (1875). (1)

La Crítica es un texto clave para comprender la teoría del Estado del autor de El Capital. Dicha teoría está marcada por la experiencia de la Comuna de París (1871) y por las reflexiones sobre el Estado y la política esbozadas en El Capital. Dado que la posición de Marx acerca del Estado es poco conocida y/o tergiversada escandalosamente, es oportuno retomar la lectura directa de esta obra, sobre todo en tiempos en los que el Estado se ha convertido en un fetiche de los partidos y movimientos “progresistas” en América Latina, así como también de los partidos revolucionarios.

La crisis mundial capitalista y el capital ficticio

La obra de Marx, por su carácter universal, representa un marco de análisis indispensable para la comprensión de la realidad política y económica y una base ineludible para encarar una crítica radical de las relaciones sociales capitalistas
Marx ha advertido que la mayor parte del capital que se encuentra depositado en los bancos, formado por el dinero, las letras de cambio y los títulos, es puramente capital ficticio

Alberto Wiñazky   /   El sistema capitalista atraviesa desde la década de los setenta del siglo pasado, por un escenario global de crisis periódicas que fueron afectando severamente el régimen de acumulación iniciado en la posguerra. Reaparecieron en el capitalismo el lento progreso técnico, la caída de la rentabilidad, el débil ritmo de acumulación y el desempleo estructural. Durante el transcurso de este ciclo, se ejecutaron programas económicos y sociales que respondiendo al paradigma del orden neoliberal, consolidaron el poder de clase de la burguesías más concentradas, cuya máxima expresión se configuró en los ochenta, durante la era Reagan–Thatcher. Se afianzó de este modo la doctrina del neoliberalismo clásico, que implicó el desarrollo de un mercado libre y global de los capitales. Se acentuaron las brechas sociales, cuyo resultado fue una mayor polarización entre las clases, que en esencia significó el aumento de la pobreza y la exclusión social, como parte de una fuerte ofensiva mundial del capital contra la clase trabajadora.