Paul Valadier | Se oye frecuentemente que el compromiso
político implica, como condición, el desarrollo de un único análisis político
de la realidad social y económica y que sólo el marxismo es capaz de
proporcionarlo. Si los que hablan así son cristianos, no dudan en afirmar que,
supuesto que el marxismo proporciona una lectura rigurosamente científica de la
realidad, no hay razón para no adherirse a él. Esta adhesión supone mutuos
beneficios, ya que el marxismo recibirá un impulso basado en valores morales y
religiosos, y, a su vez, el cristianismo se verá enriquecido por un rigor
analítico que le salvará del angelismo y del idealismo. La actitud de estos
cristianos se reduciría al razonamiento siguiente: el cristianismo no es apto
para dar instrumentos de análisis económico y político; pero el análisis es
necesario para la coherencia de la acción; por lo tanto, hay que tomar dicho
análisis allí donde exista, es decir, en la racionalidad científica del
marxismo al que la fe cristiana le da una inspiración subjetiva. La caridad
informaría desde el exterior una racionalidad en sí misma constituida.