Foto: Paul A. Baran & Paul M. Sweezy |
Paul A. Baran & Paul M. Sweezy
| La cultura de una
sociedad incluye la educación de su juventud, la literatura, el teatro, la
música, las artes —en resumen, todo lo que contribuya a la «formación y el refinamiento de la mente, los gustos y las maneras […]
el lado intelectual de la civilización».1 Para avanzar en la investigación
de la cultura del capitalismo monopolista, hemos escogido centrar la atención
en dos áreas que nos ofrecen una extensa obra de investigación especializada y
que juzgamos decisivas para la naturaleza de la cultura en su totalidad: la
edición de libros y la radiotelevisión. Ambos son grandes negocios en la
actualidad y, por lo tanto, demuestran hasta qué punto la cultura se ha
convertido en una mercancía cuya producción está sometida a las mismas fuerzas,
intereses y motivos que rigen la producción de todos las demás bienes.
Por supuesto, el desarrollo de grandes empresas en el campo
cultural ha sido posible, sencillamente, a causa del enorme incremento de la
productividad del trabajo en el capitalismo avanzado. En épocas anteriores, la
cultura era monopolio de una minúscula minoría, mientras que la vasta mayoría
de la población tenía que trabajar la mayor parte de las horas de vigilia para
mantener cuerpo y alma unidos. En Inglaterra, incluso ya en el siglo XIX: