João Leonardo Medeiros
& Eduardo Sá Barreto | Es seguro afirmar que la preocupación por la
inminente crisis ambiental es hoy generalizada. Además de los desastres
ambientales provocados por los seres humanos –como los casos de derramamiento
de petróleo del Amoco Cadiz en la costa francesa y del Exxon Valdez en el Golfo
de Alaska, la tala de árboles en el Amazonas, el accidente nuclear en
Chernobil–, la intensidad y el número de eventos extremos llamados naturales
exhiben cada vez más su carácter antropogénico. No sorprende, de esa forma, que
la temática ambiental haya provocado reflexiones en diversos sectores de la
sociedad.
Aunque restrictas en número y en capacidad de movilización,
es posible identificar formulaciones teóricas de los problemas ambientales que
se inspiran en análisis radicalmente críticos de la sociedad (i.e., en Marx y
en el marxismo). Autores como Foster (2002) y Burkett (1999) ya establecieron,
a nuestro juicio con éxito, el vínculo entre la dinámica propia de la formación
socio-económica vigente y los innumerables fenómenos de degradación ambiental.
Incluso así, continúa prevaleciendo en el debate sobre el tema lo que
llamaremos ecologismo acrítico (o presentista): el ecologismo (estudio
científico de la relación entre la vida social y el ambiente natural) que se
distingue por la pretensión de superar los problemas ambientales en el interior
de la formación social en que vivimos, la sociedad regida por el capital.