Lenin fue un genial estratega revolucionario que no vaciló
en asumir las ideas de Marx y llevarlas a cabo en un país inmenso y solo en
parte industrializado, cuyo partido proletario se convirtió en el más radical y
audaz del planeta tras la mayor matanza que el capitalismo había promovido en
el mundo, donde por primera vez los tanques, las armas automáticas, la aviación
y los gases asfixiantes hicieron su aparición en las guerras, y hasta un famoso
cañón capaz de lanzar un pesado proyectil a más de cien kilómetros hizo constar
su participación en la sangrienta contienda. De aquella matanza surgió la Liga de las Naciones, una
institución que debía preservar la paz y no logró siquiera impedir el avance
acelerado del colonialismo en África, gran parte de Asia, Oceanía, el Caribe,
Canadá, y un grosero neocolonialismo en América Latina.