Raúl Prada Alcoreza |
La
producción capitalista ha estado calculada, en cuanto a sus formas de
movimiento y leyes, desde el principio, sobre la base de la Tierra entera como
almacén de fuerzas productivas. En su impulso hacia la apropiación de fuerzas
productivas para fines de explotación, el capital recorre el mundo entero; saca
medios de producción de todos los rincones de la Tierra; cogiéndolos o
adquiriéndolos de todos los grados de cultura y formas sociales. La cuestión
acerca de los elementos materiales de la acumulación del capital, lejos de
hallarse resuelta por la forma material de la plusvalía, producida en forma
capitalista, se transforma en otra cuestión: para utilizar productivamente la
plusvalía realizada, es menester que el capital progresivo disponga cada vez en
mayor grado de la Tierra entera para poder hacer una selección cuantitativa y
cualitativamente ilimitada de sus medios de producción. La apropiación súbita
de nuevos territorios de materias primas en cantidad ilimitada, para hacer
frente, así, a todas las alternativas e interrupciones eventuales de su
importación de antiguas fuentes, como a todos los aumentos súbitos de la
demanda social, es una de las condiciones previas, imprescindibles, del proceso
de acumulación en su elasticidad [1].